Desde el 30 de mayo, el ejército ucraniano, equipado por la OTAN, bombardea el suelo ruso. A ello responden por su lado los nuevos bombardeos rusos sobre Ucrania. Se supera así un nuevo nivel, en una guerra que dura ya más de quince meses. El interés de los trabajadores y de los pueblos exige un alto al fuego inmediato e incondicional.

Moscú, 1° de junio: en la televisión del Estado, Putin participa en una emisión de propaganda del régimen glorificando los “valores familiares tradicionales”. Y confiesa “dormir bien, seis horas por noche” y “hacer ejercicio para estar en forma”.

Escena alucinante, mientras que durante las últimas cuarenta y ocho horas, a 700 kilómetros de
ahí, la guerra comenzó sobre territorio ruso. La región fronteriza de Belgorod es bombardeada por la artillería ucraniana, fuertemente equipada por la OTAN. La pequeña ciudad fronteriza de
Chebequino (40,000 habitantes) es golpeada: 3,000 viviendas fueron alcanzadas, las autoridades evacuaron a la población. Según el ministerio de defensa ruso, la infantería motorizada ucraniana y los tanques intentaron invadir esta región. El 1° de junio, las autoridades anunciaron que Belgorod (400,000 habitantes) es a su vez bombardeada. A lo cual responden nuevos bombardeos rusos en Ucrania.

Desde el 30 de mayo, una vez autorizada la entrega de aviones caza a Ucrania, el presidente
estadounidense Biden había declarado: “recibí la garantía categórica de Zelensky de que no los
utilizarían, y digo que no, para penetrar en territorio ruso” (Washington Post del 21 de mayo).

Pero diez días después, interrogado sobre los bombardeos en territorio ruso, el secretario general de la OTAN declara: “Ucrania tiene el derecho de defenderse”. Rechazando “todo alto al fuego”, el secretario de Estado norteamericano Blinken declara, el 2 de junio, que la ayuda militar a Ucrania continuará hasta que se imponga “la paz verdadera”. Hay que entender: “la paz de los cementerios”. Macron, por su parte, ya había anticipado, el 21 de mayo, que se opondría a “hacer de la guerra en Ucrania un conflicto congelado”. Hay una lógica en esos discursos: esta guerra les conviene enormemente a las grandes potencias, comenzando por los Estados Unidos.

En sentido inverso, en Rusia, los militantes opuestos a la guerra escriben: “Decenas de millones
de rusos quieren que todo esto termine. (…) Ciertamente, no es fácil para los rusos que se oponen a la guerra el hacerse escuchar, formular sus exigencias. Pero eso terminará por suceder, nuestras peticiones son claras: que el gobierno ruso detenga los bombardeos y retire sus tropas del territorio ucraniano. Que el gobierno ucraniano detenga sus bombardeos y sus incursiones en territorio ruso.

Que a las poblaciones de los territorios que Rusia había anexado se les garanticen todos sus derechos personales, lingüísticos y culturales, así como la posibilidad de decidir libremente sobre su futuro”.

Esos militantes rusos tienen razón: para salvar la vida de millones de trabajadores ucranianos y
rusos, ¡no hay otra vía que el alto al fuego inmediato!

Dominique Ferré, 2 de junio

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