Artículo extraído de Tribuna de los Trabajdores #395, 17 de junio de 2023

¡Una masacre!

Preparada durante meses por la OTAN, la contraofensiva del ejército ucraniano no se desarrolla como fue previsto. Los reclutas son enviados a la masacre, así como los soldados rusos por su lado. Esto, al punto de que algunos jefes de Estado se inquietan ya de un “hartazgo de la guerra”. Aunque para la OTAN, la guerra debe durar… hasta que el último ucraniano quede de pie.

   La contraofensiva del ejército ucraniano, equipado y entrenado por la OTAN, “tropieza sobre los campos minados rusos”, escribe el Ouest-France el 15 de junio, quien habla de “masacre” evocando a esos quince carros blindados ucranianos destruidos al sur de Zaporijia.

   Los días 15 y 16 de junio se reunían los ministros de Defensa de los treinta y un países de la OTAN, y después el “grupo de contacto” presidido por los Estados Unidos. Última reunión con la misa sagrada de la OTAN: dentro de un mes, en Vilnius (Lituania).

   “Los ucranianos progresan en la liberación de territorios”, afirma, como para auto-convencerse, el secretario general de la OTAN, Stoltenberg. Quien matiza, sin embargo: “Hay que esperar pérdidas, los combates son encarnizados”.

   Tenemos el mismo cinismo por parte del ministro de Defensa de los Estados Unidos, Austin: “Se trata de una guerra. Por lo tanto, sabemos que siempre habrá pérdidas en equipos y en vehículos en el campo de batalla. Creo que los rusos nos han mostrado los mismos cinco vehículos más o menos un millar de veces”.

   Según el New York Times del 14 de junio, “Responsables estadounidenses confirmaron que tropas ucranianas habían sufrido pérdidas en vidas humanas y en material en el curso de los primeros combates”.

   “Pérdidas”: más que el material, hablamos de miles de jóvenes, ucranianos y rusos, cuya vida es deliberadamente sacrificada por intereses que no son suyos. Las cifras del estado mayor ruso, que hablan de 1,000 soldados ucranianos muertos cada día desde el inicio de la ofensiva, no han sido desmentidos por nadie, y, del lado ruso, es probable que las pérdidas sean enormes también. Pero para la OTAN, la única perspectiva es que la guerra dure, y mientras más tiempo, mejor. Stoltenberg espera “nuevos anuncios” de entrega de armamentos y municiones después de las hechas por los Estados Unidos el 15 de junio: una enésima porción de 323 millones de dólares. Macron sigue: para ello, tiene un cheque en blanco, desde la extrema derecha hasta toda la “izquierda”.

   ¿Pero hasta dónde llegarán? Mientras que las primeras ojivas nucleares de Putin llegaron a Bielorrusia, hay quienes, en los Estados Unidos se inclinan por la competencia. El muy serio American Enterprise Institute escribe el 9 de junio: “Lo que Biden debería hacer, es decir claramente a Rusia que toda utilización de armas nucleares, del tamaño que sea, contra Ucrania, conducirá a la entrega de ese mismo tipo de armas nucleares a Ucrania, sin ningún control sobre el lugar y la manera con la que Ucrania las vaya a utilizar”.

   Entonces, aún en las filas de los seguidores de la OTAN, algunos comienzan a inquietarse. Como el Presidente de la República Checa, Petr Pavel: “Constatamos hoy en día un hartazgo hacia la guerra” (14 de junio).

   A pesar de la real unión sagrada de los partidos de la derecha como la de los de la “izquierda” alrededor de los gobiernos fabricantes de guerra -en los países de la OTAN como en Rusia-, el hartazgo de los trabajadores y de los pueblos contra la guerra y su cortejo de desgracias y privaciones comienza a aparecer. ¡Gobiernos, témanle a la revuelta de los pueblos! ¡Abajo la guerra!

Dominique Ferré

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