Chile. A 50 años del golpe de Estado de Pinochet.

   El 11 de septiembre de 1973, un golpe de Estado militar dirigido por el general Pinochet le permite al ejército tomar el poder en Chile. El palacio presidencial de la Moneda es bombardeado. El presidente socialista de la Unidad Popular, Salvador Allende, muere durante el asalto. En los días que siguieron, decenas de miles de trabajadores y de jóvenes son ejecutados. Los barrios obreros son bombardeados y la tortura toma dimensiones aterradoras. Se cortan las manos de los artistas y cientos de miles de opositores se ven forzados al exilio.

   Y, sin embargo, el 4 de septiembre de 1970 un presidente socialista había sido electo bajo una coalición de izquierda: la Unidad popular.

   Y, sin embargo, una semana antes del golpe de Estado 800,000 trabajadores manifestaban en las calles de la capital. Le reclamaban al gobierno de la Unidad Popular las armas necesarias para luchar contra los fascistas.

   Siete días después, la clase obrera quedará expuesta sin armas, sin consignas y sin dirección a la más sangrienta de las represiones. ¿Cómo un vuelco así pudo ser posible? ¿Qué fue lo que permitió la realización de ese golpe de Estado? Un artículo de la Internacional n° 30 se esfuerza, a partir de los hechos, a responder a estas preguntas. Publicamos unos extractos.

   (…) A partir de 1968, la ocupación de las tierras es un proceso permanente, y las organizaciones campesinas llaman a la huelga general. En abril de 1968, la huelga paraliza los puertos y las oficinas de correos.

   El 1° de mayo de 1969, la Central Única de los Trabajadores(CUT) opera una verdadera demostración de fuerza. Los mineros entran en huelga, y el 8 de julio de 1970, algunas semanas antes de la elección de Allende, la CUT llama a la huelga general. (…)

   Después de la victoria de Allende del 4 de septiembre de 1970, quien llega como vencedor, pero sin la mayoría absoluta: la Constitución política de Chile permite todas las maniobras. La burguesía exige garantías. El Parido demócrata publica un texto exigiendo a Allende: “Queremos que las fuerzas armadas y los cuerpos de carabineros sigan representando una garantía de nuestro sistema democrático.” Allende y la Unidad Popular aceptarán todas esas exigencias. El 2 de octubre se redacta con los representantes de la burguesía un texto intitulado “El status de las garantías”. El secretario general del PC chileno, Luis Corvalán afirma: “La legalidad les ata las manos a la burguesía”.

   Pero eso no es todo. El PC y el PS chilenos aceptaron otro documento llamado “de garantía constitucional”. Confería un lugar particular y un status al ejército, declarado “garante de la Constitución”. Se le asegura el derecho absoluto al auto-reclutamiento “fuera de toda primacía de lo civil sobre lo militar”. Se le asegura igualmente el monopolio del derecho a estar armado. Esto, dirigido en contra de las milicias obreras. El secretario general del PC afirmaba en esa época: “El ejército no es un cuerpo extraño a la nación, se trata de ganarlo a la causa del progreso. La formación de milicias populares armadas equivaldría a una falta de confianza hacia el ejército”.

   El ejército había sido formado, en el sentido literal del término, por el imperialismo estadounidense. 2,064 oficiales chilenos fueron formados directamente en los Estados Unidos, y otros 549 en las escuelas antiguerrilla de la CIA.

   Las instituciones habían sido preservadas, y la burguesía, apoyada por el imperialismo irá, paso a paso, construyendo bajo la sombra protectora del frente popular su contraofensiva. (…) En octubre de 1972, la burguesía intenta operar una primera movilización de la pequeña burguesía contra el gobierno. El patronato organiza provocaciones y sabotajes para detener la producción. El gobierno permanece inmóvil. La reacción de las masas es, en cuanto a ella, inmediata. Los 14,000 comités por la unidad popular habían sido puestos a dormir después de la victoria electoral del 4 de septiembre. Los trabajadores se relanzan sin esperar las consignas de lo alto. Las masas buscan de esta manera actuar al lado de Allende, para “proteger al gobierno”, amenazado por la reacción. Pero lo hacen independientemente a él, sin esperar ser movilizados desde arriba. Lo hacen apoyándose en órganos como los “comités del abastecimiento y de los precios”, constituyendo nuevas organizaciones como los “grupos de protección y de defensa en los lugares de trabajo”, embriones de las milicias obreras. Los “mandos municipales” toman a su cargo las tareas de producción, distribución y de resguardo del orden.

   En las bases, los trabajadores de todas tendencias se rencuentran en las organizaciones que van surgiendo: los “cordones industriales”. Éstos se constituyen con los delegados electos en las empresas. Establecidos sobre una base territorial, en relación con las huelgas, las ocupaciones de fábricas y las asambleas, los Cordones industriales aseguran la unión entre los sindicatos, los comités de abastecimiento y las asociaciones populares de una misma zona.

   Frente a la movilización popular, que tomará a veces el nombre de “Octubre Chileno”, la burguesía retrocede precipitadamente. Pero a finales de ese mismo mes, en nombre de las amenazas al desorden, se vota la ley sobre las armas. Ésta última prevé prohibir el armamento de los obreros y autorizar al ejército entrar en las fábricas para buscar armas, mediando una simple denuncia.

   El 3 de noviembre de 1972 tres generales entran en el gobierno de Allende. Fortalecido por este aliento otorgado a la reacción, un primer intento de golpe de Estado tuvo lugar el 29 de junio de 1973.

   Los trabajadores, en cuanto a ellos, se reagruparon en los “Cordones”, los mismos que hacen aparecer sus periódicos, a través de los cuales aparecen poco a poco consignas unificadoras. Exigen la abrogación de la ley perversa sobre el control de las armas, cuyo único objeto es el de desarmar a la clase obrera. Llaman a la defensa de las fábricas frente a los abusos del ejército. Hacen campaña en favor de los marinos legalistas torturados por los oficiales. (…) Después del fallido golpe de Estado del 29 de junio, el ejército ocupó las fábricas en virtud de la ley que autorizaba los registros para buscar armas. A lo largo de esas operaciones, militantes de la CUT fueron asesinados. Verdaderos combates tuvieron lugar en las fábricas entre los obreros y el ejército. En el interior mismo del ejército, se organizan los arrestos y los asesinatos. Por órdenes de los oficiales fascistas, a los marinos se les tira al mar atados de pies y manos.

   El periódico del PC chileno escribe, el 21 de agosto de 1973: “El ejército, en común acuerdo con las mejores y más nobles tradiciones, montará guardia para asegurar la seguridad nacional”. Y cita a Salvador Allende: “Les hemos dado nuestra confianza, lo hacemos ahora y continuaremos haciéndolo a las fuerzas armadas. El programa de la Unión Popular establece que no habrá otras fuerzas armadas, y he repetido hasta la saciedad que habrá solo aquellas previstas en la Constitución y las leyes.” El 23 de agosto, Allende nombra a Augusto Pinochet comandante en jefe del ejército.

   EL resultado fue trágico. La alianza con la burguesía había una vez más llevado a la derrota.

   Desde el momento en que el anuncio del golpe de Estado llega a Paris, la sección francesa de la IV Internacional (en ese entonces organizada como Organización Comunista Internacionalista, OCI) llama a la solidaridad y a la movilización en defensa del pueblo chileno y convoca a un mitin en Paris. Combate por el boicot efectivo del régimen fascista.

   A la vez que asegura incondicionalmente las tareas indispensables de solidaridad obrera internacional, llama a sacar el balance de los hechos. Como una contribución a esta reflexión, la OCI reproduce el periódico de los trabajadores del Cordón industrial de Santiago que se intitulaba: “¡Romper con la burguesía!”. Se trata del número de 3 de agosto de 1973, un mes apenas antes del golpe de Estado. Para que esa consigna pueda ser impuesta por las masas, faltaba un partido, una Internacional. Esa que construimos.

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