
Después de las manifestaciones del 23 de abril por la defensa de las universidades públicas, que había reunido a un millón de manifestantes contra la política de austeridad del gobierno de Javier Milei, el llamado a la huelga para el 9 de mayo hecho por las centrales sindicales fue seguido masivamente. Los transportes, en particular, no se movieron, dejando vacías las calles de las grandes ciudades, como en el mismo Buenos Aires.
El llamado a la huelga, concebido como una “jornada de acción”, había sido lanzado por la central mayoritaria, la CGT, cuya dirección está subordinada al partido burgués de la ex presidente Cristina Kirchner. En muchos sectores, fueron los delegados sindicales y los trabajadores los que impusieron la organización de la huelga. Los dirigentes de la CGT se habían negado también a incluir en las reivindicaciones la abrogación de dos paquetes de medidas anti-obreras, actualmente en discusión en el Parlamento, indicando con ello que no quedarían satisfechos con el abandono de algunas medidas más brutales. Una posición conforme con la actitud “edificadora” de los partidos burgueses de oposición, entre ellos el de Kirchner, frente al gobierno de Milei.
Pero los trabajadores y la juventud ya hicieron la demostración estos 23 de abril y 9 de mayo de que ellos no pretenden aceptar la avalancha de medidas anti-obreras, antidemocráticas, y aquellas que ponen en peligro la soberanía nacional (a través de la privatización de las empresas públicas y la liquidación de las riquezas naturales).
J.A.

