Artículo extraído de LA TRIBUNE DES TRAVAILLEURS #441 (22 de mayo de 202) Semanario del Partido de Trabajadores francés

La Unión Europea de hoy es el resultado de un largo proceso iniciado durante la Segunda guerra mundial. En el verano de 1944, Jean Monnet, muchas veces presentado como el “padre fundador de Europa” relaciona, en una entrevista a Fortune, el objetivo de una “entidad europea que haga de ella una unidad económica común” con el deseo de “impedir la toma del poder por los comunistas”.

   Es pues frente a las crisis revolucionarias abiertas al final de la guerra en muchos países de Europa que el proceso se inicia, en 1947, con el Plan Marshall. En nombre de la ayuda a la “reconstrucción”, dieciséis países aceptan ser colocados bajo supervisión de los Estados Unidos en el marco de la Organización europea de cooperación económica (OECE), la que gestiona los fondos entregados bajo condiciones: estabilización financiera, ejecución estricta de los programas anunciados, obligación de comprar productos americanos…

   La Organización del tratado del Atlántico Norte (OTAN), firmado en 1949 en Washington para “garantizar la libertad y la seguridad de sus miembros por medios políticos y militares” acrecienta la subordinación de diez países europeos a los Estados Unidos. En 1951, para Eisenhower, primer general estadounidense en dirigir sus fuerzas armadas, “nada podría ser más agradable que constatar que los países de Europa occidental han decidido (…) que funcionarán como una federación”. Deseo concedido con la formación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), y luego con la Comunidad Económica Europea (UEE), que se volverá la Unión Europea (UE) como resultado del tratado de Maastricht firmado en febrero de 1992 por los jefes de Estado de los países miembros.

Entre los partidarios del sí al referéndum de septiembre de 1992, que se proponía ratificar el tratado, figuraba entonces un tal Jean-Luc Mélenchon, quien explicaba en 1992 que “Maastricht es el contrapeso político a la libre circulación de capitales y de mercancías (…). Tendremos algo nuevo, que estimo formidable: un poder más grande en el Parlamento europeo

El corazón de Maastricht es la creación del “mercado único” y la “moneda única” (el euro). Desde entonces, la estabilidad monetaria, en donde el Banco Central Europeo es garante, lo gobierna todo. Cada Estado miembro debe respetar los “criterios de Maastricht”, en particular limitar su déficit presupuestal al 3% y la deuda a 60% del PIB. M.Hans Tietmeyer, presidente de la Bundesbank (banco central alemán), resume, poco antes del lanzamiento del euro en 1999, el por qué es un instrumento de destrucción masiva de las conquistas obreras: “En la zona monetaria euro, no habrá ningún sistema de ajuste financiero para apoyar a los países económicamente más débiles (…). La carga del ajuste (…) reposará exclusivamente sobre los costos del trabajo nacionales. Los salarios y todo lo que tiene que ver con el salario deberán permitir hacer frente a las diferencias de productividad”. ¡Vemos los resultados después de treinta años! La Unión Europea es un marco institucional subordinado al imperialismo americano y a sus mercados financieros. El Partido de los Trabajadores se pronuncia por la ruptura con esas instituciones, ¡por los Estados Unidos socialistas de Europa!

Michaël Jouteux

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