Extraído de LA TRIBUNE DES TRAVAILLEURS #453 Semanario del Partido de Trabajadores frances

La política de guerra da el salto hacia una nueva etapa: de Rusia y Ucrania al mar de China meridional pasando por Oriente Medio. Una guerra imperialista, que solo les beneficia a los capitalistas, en particular a la industria del armamento, la cual se ha vuelto uno de los principales medios para mantener a flote la economía en crisis. Signo de los tiempos: el gobierno suizo examinará de nuevo su tradicional “neutralidad” en busca de un acercamiento a la OTAN.
Desde su entrada en territorio ruso el 6 de agosto, el ejército ucraniano ocupa, en la región de Koursk, más de 1,000 kilómetros cuadrados, superficie que queda bajo su administración militar.
Los principales representantes de la OTAN reivindicaron esta operación, armada y financiada por ellos. Citado por el New York Times del 16 de agosto, el general Cavoli, alto comandante militar de la OTAN, estima que la invasión “se desarrolla bastante bien”; Biden, en cuanto a él, reconoció que “funcionarios estadounidenses habían estado en contacto con sus homólogos ucranianos durante la operación”. El New York Times informa que “Biden le autorizó a Ucrania a finales de mayo atacar a Rusia en su interior con armas de fabricación estadounidense, abriendo así lo que debería ser un nuevo capítulo de la guerra para Ucrania”. Una primera vez “al interior de las fronteras de un país dotado de un arma nuclear”.
Pero esta política de escalada deliberada, se inquieta el Washington Post del 15 de agosto, “lleva consigo riesgos (…). No sabemos todavía cómo (Putin) reaccionaría en el momento de sentir que Rusia está siendo vencida”. Conclusión del Washington Post: “Los Estados Unidos y Europa deben proporcionar todavía más medios que permitan a Ucrania ganar”.
En Rusia, la invasión sorpresiva mostró la extrema debilidad del régimen de Putin, incapaz de defender su territorio, por primera vez desde la entrada de las tropas nazis en Unión Soviética en junio de 1941. “En los contornos de Putin, los altos funcionarios y los hombres de negocios se sentían atónitos por el ataque”, comenta un antiguo diplomático ruso (Le Canard Enchainé del 14 de agosto).
Formado en la escuela burocrática del engaño y la represión, el régimen reacciona como siempre lo hace. Por un lado, prepara purgas en lo alto del ministerio de la defensa y del estado-mayor, y por otro, multiplica las amenazas, invocando el arma nuclear.
De hecho, es siempre la población la que va a pagar, la de Rusia como la de Ucrania.
Casi 150,000 civiles rusos abandonaron todo lo que tenían en la región. El ejército ucraniano anuncia haber capturado a varios cientos de soldados rusos, esencialmente jóvenes de entre 18 y 20 años efectuando su servicio militar.
¿Y ahora? El régimen proclamó la ley marcial en las regiones vecinas. Según el antiguo diputado Godkov, para no desguarnecer el frente ucraniano, el régimen no tendrá otra elección que la de proceder a una nueva ola masiva de reclutamiento que, “sin abastecimiento, ni armas ni formación no significará otra cosa que la de ser carne de cañón”. ¿Pero la población aceptará sufrir aún más en silencio esta guerra entre oligarcas? Hay voces que ya se hacen oír. En las colonias de refugiados que huyen de la ciudad ocupada de Soudja, una mujer osa declarar en público: “en la televisión, ¡mienten, mienten, mienten! (…) Para salvar sus vidas, la gente solo contaba con ella misma, y no con las autoridades. ¡ellos mienten, es todo!” (Om TV del 8 de agosto).
En cuanto a las esposas y madres de los soldados movilizados, acaban de publicar un video que circula en los canales de Telegram, como Moscú contra la movilización: ”Ministros y altos funcionarios, ustedes que nos llaman a defender la patria, envíen a sus propios hijos y regresen a los nuestros a sus casas!”
Dominique Ferré

