Articulo extraído de LA TRIBUNE DES TRAVAILLEURS #461 Semanario del Partido de Trabajadores francés
Los Estados Unidos dan un cheque en blanco a Netanyahu. El Estado de Israel, responsable de más de 42,000 muertos en Gaza, abrió nuevos frentes en Líbano, Irán y Siria.

“La situación aquí es muy dura. Los bombardeos son incesantes”, declara a La Tribuna de los Trabajadores un militante obrero libanés a quien se contactó el 14 de octubre. El 9 de octubre, Netanyahu amenazó al pueblo libanés con librarlo a “destrucciones y sufrimientos como los que se ven en Gaza” si no se “deshace” de Hezbollah, el partido libanés aliado de Irán.
Si en Gaza, el número de Palestinos asesinados ha sobrepasado oficialmente los 42,000 (probablemente muchos más, ya que hay miles de cuerpos bajo los escombros), la agresión israelita a Líbano ya dejó más de 2,000 muertos en un año, de los cuales 1,100 en tres semanas, y al menos un millón de desplazados que huyen de los tanques sionistas.
Muchos testigos reportan las escenas en donde miles de refugiados, después de haber atravesado con el peligro de sus vidas la llanura de la Bekaa bajo la lluvia de fuego de los israelitas, intentan pasar la frontera con Siria. Entre ellos, refugiados sirios… que habían huido a Líbano por la guerra y la represión después del 2011.
El hecho es que nada detiene a Netanyahu. Una última provocación: los tiros deliberados del ejército israelita contra la Finul, los “Cascos azules” de la ONU destacados en la frontera sur desde 1978. Netanyahu exige al secretario general de la ONU el retiro de sus tropas, “rehenes de Hezbollah”. France Inter del 14 de octubre evoca una “paradoja de la parte de un Estado cuyo nacimiento en 1948 fue uno de los primeros actos” de la ONU. La paradoja es solo aparente: las provocaciones de Netanyahu frente a la ONU sirven para legitimar la completa impunidad de la que gozan las grandes potencias.
Y es que cualquier otro país del mundo que hubiera actuado de esa manera hubiera sido puesto en la silla de los acusados de la “comunidad internacional”. Biden, Macron, Scholz, Stramer y Von der Leyen lo hubieran ya condenado solemnemente, y las instituciones bajo su mando le hubieran ya aplicado toda una serie de sanciones. Pero ahí, ahí se trata del Estado de Israel: tiene un cheque en blanco y puede hacer lo que quiera. La prueba, en el mismo momento en que Netanyahu insultaba al jefe de la ONU…, la administración estadounidense anunciaba que le mandaba su sistema antimisiles avanzado THAAD y tropas estadounidenses suplementarias.
¿Por qué? Como lo resalta con justeza Walid Charara, editorialista del diario libanés Al-Akhbar: “En el corazón de esta confrontación, existe la voluntad de los Estados Unidos y de Israel de imponer su hegemonía y de remodelar el Medio Oriente. Washington quisiera imponer una alianza militar, estratégica y económica constituida por un Israel aliado a los países del Golfo (…). Para los Estados Unidos, el Medio Oriente debe permanecer como una zona exclusivamente estadounidense, ya que consideran que se trata de una zona de interés nacional. Oponerse a las fuerzas que tienen una lógica de independencia pasa irremediablemente por la guerra, Israel es el relevo local de los Estados Unidos y actúa en el marco de esa estrategia global” (citado por L´Humanité del 14 de octubre).
No se podría decir mejor: como con la confrontación contra Rusia y mañana quizás contra China, es para imponer su talón de fierro de los intereses de Wall Street que el imperialismo estadounidense está dispuesto a todo. Inclusive, a utilizar la locura criminal de su vasallo israelita.
Dominique Ferré

