Revista la Internacional #36 ¿A dónde se dirige la Humanidad? ¿Trumpismo o socialismo?

Ya esta a la venta la Revista la Internacional # 36 en idioma español, publicación trimestral del Comite de Organización por la Reconstitución de la Cuarta Internacional (CORCI)

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A continuación publicamos las notas editoriales e indice

NOTAS EDITORIALES ●

«En 1848, Marx comenzó el siniestro panfleto que fue su Manifiesto Comunista diciendo que un espectro recorría Europa, el espectro del comunismo. Hoy, otro espectro recorre el mundo: el espectro de la libertad». Así se expresa Milei, el presidente fascista de Argentina. Primer jefe de estado extranjero recibido por Trump en su residencia de Mar-a-Lagos, en Florida, el 14 de noviembre. Milei diserta de esta manera ante Trump y un público de ultrarricos y famosos que habían pagado 25.000 dólares por sus entradas. Flanqueado por el multimillonario Elon Musk, Trump felicitó a Milei: «El trabajo que has hecho es increíble. Make Argentina Great Again» (en referencia al lema de su campaña Make America Great Again).


Para Musk, Trump y Milei, la «libertad» es «la libertad del zorro en el gallinero», evocada hace tiempo por Lenin. En otras palabras, el derecho inalienable de la clase capitalista a hacer lo que quiera, donde quiera, cuando quiera y como quiera, sin preocuparse de nada, incluidas todas las formas anteriores de su dominación. Y sin preocuparse de las relaciones tradicionales entre los Estados y las clases sociales.


Es lo que Milei intenta hacer en Argentina desde hace casi un año, con brutales contrarreformas contra los trabajadores y los jóvenes, y contra la soberanía de la nación. Una política llevada a cabo «con la motosierra» (la motosierra fue el símbolo de su campaña electoral hace un año), que tiene como resultado un disparo de la tasa de pobreza hasta el 52,9% en el primer semestre de 2024, es decir 25 millones de trabajadores.


Es lo que están haciendo Netanyahu y el Estado sionista al perpetrar lo que la ONG estadounidense Human Rights Watch califica de «limpieza étnica» y de «crimen contra la humanidad», mientras el ministro fascista (como él mismo se define) Smotrich anuncia que 2025 será el año de la anexión total de Cisjordania. Seguro de que el imperialismo estadounidense -ayer con Biden, mañana con Trump- tiene una necesidad vital del Estado de Israel en Oriente Próximo, Netanyahu se ha liberado de todo límite, en Palestina como en Líbano. Y haría mal en privarse de ello: ninguno de los «grandes» está haciendo nada para interponerse en su camino.


Es lo que Trump (a quien Biden ha prometido una «transición suave») pretende hacer con el gabinete que acaba de nombrar. Elon Musk, que ha sido nombrado futuro «ministro de Eficiencia Gubernamental», indicó el pasado mes de octubre que pretendía acabar con la «burocracia» y «ahorrar 2 mil millones de dólares» en el presupuesto federal, estimado en 6,750 mil millones de dólares, es decir, ¡casi un 30%! ¿De qué manera? Durante un diálogo con Musk sobre X el 12 de agosto, el candidato Trump alabó la capacidad de Musk para despedir a sus empleados: «Se declaran en huelga, les dices: “No importa, estáis todos despedidos”». Estos son, en efecto, los métodos de Musk en sus empresas. En el sistema capitalista, donde la riqueza procede únicamente de la extorsión de la plusvalía mediante la explotación de la fuerza de trabajo, no es por casualidad que uno se convierte en el hombre más rico del mundo, título que Musk se disputa con el francés Bernard Arnault, el hombre que susurra al oído de Macron.


La «libertad» que reivindican Trump y Musk es la de garantizar el triunfo de los intereses de la clase capitalista en Estados Unidos a cualquier precio y sin miramientos, en la política interior como a escala mundial. Así es como Trump ha nombrado en su administración, para el Consejo de Seguridad Nacional y para la CIA a los más acérrimos partidarios de preparar la guerra contra China. Y, de paso, los más fanáticos partidarios del Estado de Israel. Es cierto que durante cuatro años Biden y los demócratas les facilitaron la tarea, sobre armando a Israel y preparando meticulosamente el cerco militar a China, desde Japón hasta la India, pasando por Filipinas y Australia. Una política que ha llevado el gasto militar estadounidense a un máximo histórico: más de un millón de millones de dólares en 2024.


Existen similitudes entre la anterior administración Biden y la futura administración Trump, así como una diferencia estratégica. Lo que tienen en común es que ambos ven al Estado sionista fundado en 1948 como una punta de lanza indispensable de sus políticas. Lo que tienen en común es que la clase capitalista de Estados Unidos ya no puede darse por satisfecha con la política de «apertura al mercado» aplicada durante décadas por la burocracia china. Ahora es necesario abrir completamente el mercado chino a los capitales estadounidenses, por las buenas o por las malas. Y para ello hay que acabar con la propiedad de estado que aún domina la economía china. La diferencia estratégica es que para Biden y los demócratas, esto presupone infligir una derrota militar a Rusia y destruir la pretensión de los oligarcas mafiosos -la base social del régimen de Putin- de reinar sobre las inmensas riquezas naturales del país. Para Trump, la confrontación con China debe prepararse ya. Incluso a costa, como no se puede estar en todos los frentes, de entablar negociaciones con Putin con vistas a un posible compromiso sobre Ucrania.


Pero antes de abandonar la Casa Blanca, Biden ha dejado a su sucesor una bomba de relojería, al autorizar – lo que se había negado a hacer hasta ahora- al régimen de Zelensky a utilizar los misiles de largo alcance ATACMS suministrados por Estados Unidos, que pueden alcanzar objetivos estratégicos a gran distancia en el territorio ruso. Una decisión que podría transformar, en cualquier momento, el conflicto de Ucrania -que se ha cobrado más de un millón de víctimas- en una guerra nuclear de incalculables consecuencias.


La victoria de Trump ha exacerbado todas las contradicciones entre las potencias imperialistas «secundarias», en particular en el continente europeo. Ahora se desgarran abiertamente unas a otras, haciendo añicos incluso la apariencia de una ilusoria «unión europea». Saben que, con Trump, si la guerra en Ucrania se prolonga, tendrán que pagar el 100% de la factura. Por lo tanto, el canciller alemán Scholz, con serios problemas internos, decidió por su cuenta reanudar el «diálogo» con Putin para hablar de «negociaciones». Macron, por su parte, se opone a Scholz y adopta la postura de partidario de armar a Ucrania a toda costa… respaldado a su derecha por el gobierno polaco -el más sobre armado de los miembros europeos de la OTAN- que intensifica sus provocaciones contra Rusia.


Las potencias europeas saben que, con Trump, los capitalistas de Estados Unidos se tomarán la «libertad» de hacer brutales represalias comerciales, en nombre de «America First». La gigantesca ola de cientos de miles de despidos en curso y por venir, en Alemania, Bélgica, Francia e Italia, en los grandes grupos industriales europeos, es la primera consecuencia directa de ello. Las direcciones de grandes grupos como Stellantis, Michelin, Volkswagen o Thyssen Krupp dicen, en cierto modo, a sus accionistas: «Podéis ver qué dispuestos estamos a liquidar todo lo que no sea suficientemente rentable en la producción, para garantizar que vuestros dividendos no caigan». En cuanto a Putin, la elección de Trump es para él la promesa de una posible tregua. Porque el régimen policial que ha instaurado y su propaganda ya no pueden enmascarar el descontento popular… ni el de muchos oligarcas, mientras que la economía de guerra está al límite de sus posibilidades y el ejército ha sufrido pérdidas considerables.


Pero que se trate de la guerra «versión Biden» o «versión Trump» -como lo afirma el CORCI desde hace meses- se trata de una misma guerra imperialista, consecuencia de la descomposición del sistema capitalista, y sólo puede ser combatida en su conjunto.


Cuando Milei, en presencia de Trump y Musk, evoca el «espectro del comunismo», no se refiere sólo a 1848, sino ante todo a 2024. Porque es este espectro el que sigue atormentando a todos los bandidos imperialistas del mundo. A todos los que, para preservar su sistema capitalista moribundo, conducen a la humanidad directamente a la catástrofe, ya sea una guerra mundial, las catástrofes provocadas por el cambio climático, el hundimiento en la miseria de miles de millones de seres humanos… o la combinación de todo ello.


Este espectro -el de la liberación de la humanidad de las cadenas de la explotación capitalista- se expresó en agosto en el levantamiento de las masas trabajadoras en Bangladesh, uniendo sus fuerzas con los estudiantes para derrocar al gobierno supuestamente «progresista» subordinado al imperialismo. Se expresa en la oleada de huelgas ininterrumpidas desde el verano de 2023 en Estados Unidos. Incluida la huelga de ocho semanas de los trabajadores de Boeing, que terminó in extremis en vísperas de las elecciones presidenciales con la satisfacción de gran parte de las reivindicaciones obreras. Se expresó tras las inundaciones en el Estado español, cuando miles de víctimas de la catástrofe, furiosas por la negligencia de las autoridades, echaron al Rey de España y a los jefes tanto del gobierno regional de derechas como del gobierno central de «izquierdas», al grito de «¡Asesinos! ¡Asesinos! Porque la resistencia de los trabajadores, los jóvenes y los pueblos oprimidos tiene otra perspectiva que la de la barbarie capitalista. Y podríamos evocar muchos otros aspectos de la lucha de la clase obrera contra los gobiernos capitalistas y su política. Política aplicada, en todos los continentes, en nombre de una «deuda» que los propios capitalistas y sus gobiernos han contribuido a hacer estallar.


Pero para derrotar a estos gobiernos, para allanar el camino a gobiernos obreros que tomen las medidas necesarias para preservar a la humanidad, sin dudar para ello a hacer incursión en la propiedad privada, los trabajadores deben poder contar con sus propias organizaciones independientes. Pero, como podeos leerlo en este número de La Internacional -en la declaración del CORCI y en la de nuestros camaradas de Socialist Organizer en Estados Unidos- fue la política criminal de la mayoría de las direcciones del movimiento sindical estadounidense la que, subordinando el movimiento obrero al Partido Demócrata, allanó el camino para la elección de Trump, impidiendo deliberadamente cualquier intervención independiente de la clase obrera organizada. Este obstáculo está presente en todos los continentes y en todos los países.


Como lo hemos establecido, con los hechos que lo avalan, desde febrero de 2022, la política de guerra de los gobiernos imperialistas no ha dejado de recibir el apoyo de los dirigentes de los partidos nacidos del movimiento obrero en los países imperialistas. Ya sea el voto a favor de los créditos de guerra para la OTAN en Ucrania, en más de treinta ocasiones, por los eurodiputados de «izquierda» en el Parlamento Europeo (incluidos los de La France insoumise, votos camuflados por los dirigentes del centro revisionista que se han fusionado en este movimiento populista). Ya sea el voto a favor de los créditos de guerra de los Socialistas Demócratas de América (DSA) el 20 de abril en el Congreso estadounidense. Sea el apoyo incondicional a Putin por parte del llamado Partido Comunista de la Federación Rusa en la Duma rusa. Semejante política de apoyo a la guerra imperialista que libran los gobiernos capitalistas «en el exterior» tiene como corolario el sabotaje, «en el interior», de la lucha de la clase obrera contra los presupuestos anti obreros y los despidos.


El informe presentado en el colectivo de animación del CORCI los días 1 y 2 de noviembre, publicado en este número, opone a la guerra imperialista en proceso de generalización, la lucha por la Internacional Obrera. Los grupos afiliados al CORCI vuelcan todas sus fuerzas en el reagrupamiento indispensable de los militantes, organizaciones y corrientes del movimiento obrero que pretenden luchar en un terreno auténticamente internacionalista. Esto presupone el reconocimiento de que la guerra actual, desde Gaza a Ucrania, pasando por las amenazas contra China (y muchas otras, como las guerras en Sudán y la RDC), como una misma y única guerra imperialista que debe ser combatida en su conjunto. Luchar ayudando a movilizar a la clase obrera para derrocar a los gobiernos belicistas, porque «el principal enemigo está en nuestro propio país». Esta posición es obviamente incompatible con el voto a favor de los créditos de guerra y cualquier otra forma de apoyo a los gobiernos belicistas.


Para los militantes, grupos y organizaciones que luchan por la reconstitución de la IV Internacional, ésta es la conclusión práctica del momento, para ayudar a la humanidad a resolver positivamente la alternativa que se le plantea: ¡O el trumpismo fascista, o el socialismo!

20 de noviembre de 2024, La Internacional

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