Las inundaciones en la CDMX: un desastre socialmente producido

Apuntes para abrir la discusión en la LCI, por Juan Carlos Vargas

1. El mito de la “tragedia natural”

Cada temporada de lluvias, los noticiarios y funcionarios repiten el mismo guion: las inundaciones que paralizan a la Ciudad de México son consecuencia de “lluvias atípicas” o de la “fuerza de la naturaleza”. Esta explicación, repetida hasta el cansancio, oculta lo esencial: las inundaciones no son simples fenómenos meteorológicos, sino el resultado de un modelo urbano y económico que privilegia la ganancia capitalista sobre las necesidades sociales y el equilibrio ambiental.

La memoria cultural de los pueblos mesoamericanos hablaba de Tláloc, dios de la lluvia, como fuerza vital y al mismo tiempo destructora cuando era despreciada o maltratada. Hoy, las inundaciones en la CDMX pueden leerse como una metáfora de Tláloc reclamando lo suyo frente a siglos de despojo, cemento y corrupción.

El capital financiero ha querido dominar a la naturaleza como si fuera mercancía: desviando ríos, desecando lagunas, levantando edificios donde antes había manantiales y humedales. Pero el agua, como fuerza natural, siempre encuentra su camino. Tláloc vuelve bajo la forma de avenidas colapsadas, casas anegadas y colonias enteras convertidas en lagos modernos, recordándonos que no se puede destruir impunemente el equilibrio ecológico en nombre de la ganancia.

2. Un problema con raíces históricas: la desecación de las lagunas y la transformación del modo de producción

El problema de las inundaciones en la capital tiene un antecedente estructural: la decisión colonial de establecer la ciudad sobre la cuenca lacustre más grande de Mesoamérica. Los españoles, incapaces de convivir con el sistema hidráulico de chinampas y canales heredado de los pueblos originarios, emprendieron una política sistemática de desecación de las lagunas para imponer su traza urbana y su modelo de control territorial.

Este proceso no solo fue un cambio territorial: significó la sustitución del modo de producción de las comunidades prehispánicas, basado en la agricultura chinampera, el manejo comunal del agua y una relación de equilibrio relativo con el medio, por un modelo mercantil y extractivo orientado a la ganancia y al comercio, germen de lo que siglos después sería el capitalismo dependiente.

Es cierto que en los pueblos indígenas no existía una sociedad “idílica”: había formas de lucha de clases internas, como la explotación de pueblos tributarios por imperios dominantes, y la historiografía reciente muestra que también se registraron desastres ecológicos previos —sequías prolongadas, sobreexplotación agrícola o deforestaciones— que en ocasiones forzaron migraciones masivas. Sin embargo, la conquista española radicalizó estas contradicciones al imponer un modelo urbano y productivo destructivo y centralizado, subordinado a la acumulación de riqueza para la metrópoli y más tarde para el capital mundial.

3. Urbanización capitalista, mafias inmobiliarias y corrupción multipartidista

En el México contemporáneo, las mafias inmobiliarias especulan con el suelo urbano y periurbano, transformando la vivienda y la tierra en activos financieros al servicio del capital especulativo y bancario. Este fenómeno ha devastado zonas de recarga de acuíferos como Xochimilco, Tlalpan y el Ajusco, sellando con concreto áreas que antes absorbían la lluvia.

El auge de urbanizaciones irregulares y megaproyectos —muchas veces tolerados o directamente impulsados por las autoridades— se disparó bajo los gobiernos del PRD en la capital. Pero el patrón se mantuvo intacto con las administraciones de MORENA, así como con los gobiernos locales del PRI y el PAN, que han favorecido al capital inmobiliario en alcaldías y municipios conurbados. Todos, sin excepción, han operado bajo la misma lógica: subordinar la planeación urbana al beneficio de constructoras y especuladores.

La corrupción ha permitido que se levanten torres y complejos de lujo en zonas donde antes había baja densidad de población, lo que ha desbordado la capacidad de los mantos acuíferos y del drenaje. Ejemplos claros son Santa Fe, construida sobre antiguos tiraderos y barrancas que funcionaban como vasos reguladores naturales; Polanco y Nuevo Polanco, donde la verticalización con complejos como Plaza Carso multiplicó la presión sobre el subsuelo; o la colonia Del Valle, donde el boom inmobiliario ha saturado la infraestructura de agua y drenaje.

A su vez, espacios naturales que servían como receptores del agua excedente han sido invadidos y reconvertidos en zonas industriales o comerciales. En Tláhuac y Valle de Chalco, los vasos reguladores han sido reducidos o rellenados para abrir paso a conjuntos habitacionales baratos, condenando a miles de familias a vivir en zonas de riesgo permanente. En el Estado de México, la construcción de parques industriales en Tlalnepantla, Cuautitlán y Tepotzotlán ha ocupado humedales y llanuras de inundación que antes absorbían los escurrimientos.

A todo esto se suma el hundimiento de la ciudad, provocado por la sobreexplotación del acuífero: Iztapalapa, Chalco y Ecatepec se hunden hasta 40 centímetros por año. Ese hundimiento genera nuevos cauces de agua que inundan colonias populares, mientras los desarrolladores siguen levantando megatorres en Reforma, Insurgentes y zonas de alto valor especulativo.

4. El colapso del sistema de drenaje y la falsa solución tecnocrática

A pesar de que en los últimos sexenios se han destinado miles de millones de pesos a obras hidráulicas, estas intervenciones tecnocráticas no logran resolver el problema de raíz. Sin planificación integral y vinculada a las necesidades sociales, las lluvias simplemente rebasan a la infraestructura, exponiendo su obsolescencia y el fracaso del modelo urbano mercantil.

Inversiones recientes y su alcance

2025: “Tlaloque Reforzado” — La jefa de Gobierno, Clara Brugada, anunció una inversión de 1 570 millones de pesos: 570 millones destinados a sustituir redes de drenaje y 1 000 millones para adquirir equipo y vehículos, incluyendo 40 camiones hidroneumáticos Vactor para desazolve y atención de encharcamientos

Siendo todavía 2025, Conagua planea ejercer 2 588 millones de pesos en 101 obras de agua potable y drenaje, beneficiando a más de 6.4 millones de personas en el Estado de México.

Desde 2025 anunciado que el total destinado a obras hidráulicas en el país superaría los 9 mil millones de pesos en tres años, como parte de un paquete para atender históricas fallas de agua y drenaje

En el sexenio anterior, la inversión en detección y reparación de fugas de agua mostró una tendencia decreciente:

Las obras de drenaje profundo se limitaron a pocas cantidades: 34 millones en 2019, 13.6 mdp en 2020, 22.7 mdp en 2021; sin inversión de 2022 a 2024

El sistema de drenaje profundo —que incluye el Túnel Emisor Central y el Túnel Emisor Oriente (TEO)— es el corazón de la infraestructura hidráulica de la CDMX: el TEO, inaugurado en 2019 tras 11 años de obra, costó alrededor de 33 800 millones de pesos, unas 3.5 veces más que el estimado inicial ; el sistema cubre más de 150 km de colectores a profundidades de hasta 220 metros.

Sin embargo, este sistema enfrenta obsolescencia y falta de mantenimiento, agravado por el hundimiento de la ciudad (debido a la sobreexplotación del acuífero), lo que ha deteriorado pendientes hidráulicas y vulnerado la efectividad del drenaje

Obra verde como excepción simbólica y limitada

  • En Iztapalapa funciona el Parque Hídrico La Quebradora (Utopía Atzintli), una iniciativa de acupuntura urbana* construida entre 2017 y 2021, con una inversión de 250 millones de pesos. Captura 60 000 m³ de agua pluvial al año, infiltra 38 470 m² al acuífero, y atiende a casi 38 500 habitantes.
  • Otro caso es el Parque Lineal Gran Canal, construido sobre el antiguo canal de desagüe, con dos etapas que sumaron inversiones por 184.8 millones de pesos (95.9 y 88.9 millones estimadas). Recupera espacios hundidos, incorpora jardines infiltrantes, suelos permeables, y sistemas de captación pluvial.

Las cifras revelan un desequilibrio doloroso: megaconstrucciones como el TEO significan miles de millones, mientras el mantenimiento regular se restringe a decenas de millones y desaparece en los últimos años.

Además, la inversión se concentra en obras de gran escala o respuesta urgente; apenas emergen proyectos urbanos que restauren la hidrología natural, pero son minoritarios y gestionados comunitariamente o desde abajo (como Quebradora).

Mientras tanto, el modelo urbano continúa favoreciendo al capital inmobiliario y financiero, sacrificando espacios ecológicos y canales de recarga y dejando al drenaje sin margen de maniobra.

Ni los túneles más gigantes, ni el equipo más moderno, podrán responder si la ciudad sigue creciendo sin control, sellando el suelo, invadiendo zonas de absorción vitales y sin una planificación que ponga las necesidades humanas por encima de la rentabilidad.

Solo un gobierno que priorice los intereses de la clase trabajadora y respete a las comunidades originarias, sus territorios y costumbres, puede garantizar que las obras hidráulicas estén al servicio de la mayoría y no de un puñado de desarrolladores.

5. La clase trabajadora como principal víctima

Las inundaciones no son simples eventos climáticos, sino expresiones concretas de un sistema urbano que expulsa sus crisis sobre quienes menos tienen.

Pérdidas materiales masivas sin seguros accesibles
Según estadísticas, solo el 26.5 % de las viviendas en México cuentan con alguna póliza que cubra daños por inundaciones, dejando al 73.5 % expuesto a perderlo todo sin respaldo

En esta última temporada, casi 400 viviendas fueron dañadas por las lluvias en alcaldías como Venustiano Carranza y Gustavo A. Madero. En colonias como Agrícola Pantitlán, el agua alcanzó alturas de hasta 1.20 metros, arrasando muebles, electrodomésticos y bienes esenciales

También se reportaron daños materiales, donde vecinos reclamaron la pérdida de electrodomésticos y muebles, mientras exigían drenaje digno

Transporte público colapsado y riesgo laboral

La lluvia más violenta de 2025 dejó la capital inhabilitada incluso en sus espacios más estratégicos: el Aeropuerto Internacional (AICM) colapsó durante horas, con más de 104 vuelos afectados y cerca de 15 000 pasajeros varados  En paralelo, líneas del Metro (Línea 2) y del Metrobús sufrieron cortocircuitos y retrasos generalizados, bloqueando el acceso masivo de trabajadores a sus empleos  

En barrios populares como Tláhuac y Magdalena Contreras, el colapso del sistema de drenaje dejó a las familias atrapadas dentro de sus casas y carreteras convertidas en ríos, poniendo en riesgo su trabajo diario, sin contar el peligro de despido o descuentos salariales.

Enfermedades y salud pública al límite
En muchas viviendas inundadas, el agua contaminada ingresó a cocinas, salas y habitaciones, exponiendo a las familias a enfermedades gastrointestinales y de la piel El colapso del sistema sanitario público, crónico incluso antes de las inundaciones, impide respuestas eficaces frente a epidemias de diarrea, leptospirosis o infecciones, especialmente entre las poblaciones más vulnerables.

Privilegios de las zonas de élite: infraestructura que salva vidas que el Estado negaba a la mayoría

Mientras las colonias populares se ahogan, las zonas residenciales de lujo cuentan con sistemas de bombeo privados, vialidades elevadas y obras anti-inundaciones financiadas con dinero público. Esta infraestructura funciona como segregación hidráulica: protege los bienes de los ricos, mientras los pobres asumen los costos de la catástrofe como parte de su cotidianidad.

6. Un problema estructural del capitalismo dependiente y el imperialismo senil

Las causas sociales de las inundaciones no pueden entenderse sin situarlas en la etapa actual del capitalismo mundial. El CORCI ha caracterizado esta fase como la del imperialismo senil: un capitalismo decadente que, lejos de expandir y desarrollar las fuerzas productivas como en sus primeras fases, hoy las destruye sistemáticamente.

La especulación inmobiliaria y financiera, la destrucción de zonas naturales y la conversión de la ciudad en un negocio para capitales transnacionales son expresiones de esa senilidad imperialista. En lugar de producir bienestar, el sistema produce catástrofes sociales y ecológicas: inundaciones, contaminación, colapso de servicios públicos, precariedad habitacional.

El imperialismo senil no solo agrava la dependencia de países como México, sometidos a las necesidades de los capitales inmobiliarios y financieros del norte global, sino que impide cualquier planificación racional de las ciudades. La centralización del poder en la CDMX es también parte de esa estructura: el Estado concentra recursos y decisiones en la capital, a la vez que entrega su territorio al gran capital, subordinando las comunidades originarias y condenando a la clase trabajadora a vivir en condiciones cada vez más precarias.

7. Una salida desde la lucha obrera y popular

Desde la LCI sostenemos que las soluciones reales requieren romper con la lógica del capital:

  • Planificación urbana bajo control obrero y comunitario con prioridad en zonas de recarga y áreas verdes.
  • Moratoria a la urbanización en zonas ecológicas y reversión de concesiones depredadoras.
  • Inversión pública masiva en drenaje y manejo integral del agua, financiada con impuestos progresivos al gran capital.
  • Respeto y fortalecimiento de comunidades originarias como guardianas históricas del territorio.
  • Comités populares de infraestructura y medio ambiente con poder de veto sobre proyectos destructivos.

La capital, nacida de una decisión colonial equivocada, sigue pagando las consecuencias de un modelo de dominación que combina despojo histórico, especulación contemporánea, corrupción y centralismo político. En la etapa del imperialismo senil, cuando el capitalismo ya no ofrece más que destrucción, la tarea estratégica de la clase trabajadora es construir su propia alternativa de poder.

*proyectos urbanos de intevención puntual para mejorar el medio ambiente, se hace metáfora de la técnica médica de origen chino.

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