Israel al borde de la implosión

Hanoch Milvitsky, nombrado a fines de julio presidente de la comisión de Finanzas de la Knéset (a pesar de varias acusaciones de violación), lanzó una advertencia el 17 de agosto:
«¡Han comenzado los disturbios en favor de Hamás!»

¿De quién hablaba? ¿De los palestinos? No, apuntaba a «judíos, israelíes que están incendiando el país para impedir la destrucción de Hamás. Ya los hemos tenido en nuestro pueblo a lo largo de la historia. Los vencimos entonces. Lo mismo ocurrirá ahora». Este lenguaje de guerra civil, pronunciado por un diputado del partido de Netanyahu, indica el nivel alcanzado por la crisis del Estado de Israel desde el inicio de la ofensiva total en Gaza.

Esos judíos israelíes a quienes Milvitsky acusa de «incendiar el país» en favor de Hamás son en realidad los cientos de miles de manifestantes que respondieron al llamado del Foro de Familias de los israelíes retenidos en Gaza. El Foro convocó a una «huelga general» el 17 de agosto, «por la liberación de los rehenes y contra la ofensiva en Gaza». Esto fue inmediatamente condenado por la Histadrut, la central sindical sionista integrada al Estado.

El medio proisraelí i24NEWS habló de un millón de manifestantes, en «una de las movilizaciones más grandes desde el inicio de la guerra». Es cierto, solo una pequeña minoría se manifestaba en solidaridad con el pueblo palestino. La mayoría estaba allí por los rehenes retenidos en Gaza… pero eso los llevó a enfrentarse violentamente contra Netanyahu. El padre de uno de los israelíes retenidos en Gaza declaró sobre el gobierno de Netanyahu:


«Vivimos bajo el yugo de una organización terrorista que se niega a devolvernos a nuestros hijos por razones políticas».

Odiado en las calles, Netanyahu también está debilitado en su propia coalición. Su ministro de Finanzas, el fascista Smotrich, declaró el 10 de agosto haber «perdido la confianza» en su capacidad de destruir Gaza.
Además, se enfrentan partidarios y opositores al servicio militar obligatorio de los haredim (judíos ultraortodoxos exentos del mismo).

El líder espiritual del partido Shas, de los religiosos sefardíes —judíos provenientes de países árabes—, acusó a Netanyahu de «traición». Y añadió:

«Están arrestando a jóvenes (que rechazan el servicio militar), principalmente sefardíes».

Como si descubriera que el Estado sionista siempre ha despreciado a los judíos orientales, salvo cuando se trata de fanatizarlos contra el pueblo palestino.

Entre religiosos que se niegan a servir y reservistas que ya no responden a las convocatorias, se estima que faltan 12,000 soldados en el ejército genocida.
Por ello, este «estudia la posibilidad de recurrir a las comunidades judías en el extranjero para alentar a sus jóvenes a alistarse» (radio del ejército, 18 de agosto), particularmente en Estados Unidos y Francia.

Este balance de fracaso llevó a la jurista Monique Chemillier-Gendreau —partidaria de la supuesta «solución» de los dos Estados— a afirmar:
«Netanyahu ha cavado la tumba del sionismo».
O más bien: llevando hasta el final la lógica del sionismo, Netanyahu ha colocado al Estado de Israel al borde de la implosión.

Jean Alain

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