
Para lanzar el asalto final sobre Gaza y expulsar a un millón de palestinos, hacen falta tropas frescas. Sesenta mil reservistas han sido convocados, de los cuales “la inmensa mayoría no irá a Gaza. Estos soldados reemplazarán en las próximas semanas a los reclutas (…) que, ellos sí, partirán a combatir en el enclave palestino” y “se preparan para enfrentamientos cuerpo a cuerpo y emboscadas en un terreno lleno de trampas, mientras crece el malestar en el país con cada vez más caras destrozadas, soldados heridos y traumatizados” (Radio France, 2 de septiembre).
En cuanto a la movilización de reservistas, esta “se ha topado con dificultades. Muy pocos reservistas estaban realmente dispuestos a presentarse” (Times of Israel, 2 de septiembre). Un puñado de ellos, burlando la censura militar, declaró públicamente: “Cada soldado que ustedes ven aquí es un cadáver andante. Ahora mismo, mi cuerpo está con ustedes. Les hablo, pero en realidad, mi espíritu está en Gaza. Me acuesto pensando en Gaza. Me levanto pensando en Gaza. Vivo con Gaza.”
Estas señales de descomposición del ejército, pilar del Estado sionista, inquietan al jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, que ve en la estrategia de Netanyahu una amenaza existencial. No es el único: altos responsables políticos se alarman por el futuro próximo, como el jefe de la oposición, Yair Lapid: “Si Netanyahu gana nuevamente las elecciones, será el fin del sionismo” (Times of Israel, 2 de septiembre).
Y es que Lapid no ignora que las decenas de miles de manifestantes, cada sábado en Tel Aviv y Jerusalén, también se radicalizan. El 6 de septiembre, Einav Zangauker, madre de un israelí retenido en Gaza, tomó la palabra por primera vez frente a una marea humana: “Me quedé callada durante tres meses porque nos dijeron que guardáramos silencio”, declaró, antes de calificar a Netanyahu como “el peor enemigo que el pueblo judío haya conocido jamás”, asociándolo “a la práctica nazi de separar a los miembros de una misma familia y enviar a algunos de ellos a una muerte segura”, según el Times of Israel (7 de septiembre).
J. A.

