La “marcha de la Generación Z”: descontento juvenil Y social legítimo, desviado hacia la agenda de la derecha

La llamada “marcha de la Generación Z” ha sido presentada como un despertar juvenil frente a la violencia, la inseguridad y la sensación generalizada de colapso institucional. No hay duda de que miles de jóvenes en todo el país viven día a día la precariedad, el miedo, la falta de futuro y la absoluta indiferencia del Estado ante sus necesidades. Su descontento es legítimo, y su decisión de salir a las calles expresa una búsqueda real de respuestas.

Pero desde la perspectiva del marxismo, es fundamental distinguir entre el contenido social de esta rabia y la dirección política concreta que intentó capitalizarla. La derecha —los mismos partidos, empresarios y grupos de poder que han sumido al país en la violencia estructural que ahora denuncian— tomó la iniciativa de convocar, orientar y “administrar” la marcha. Al hacerlo, intentan convertir un malestar auténtico en un instrumento para recomponer su fuerza en el régimen político.

No es casual que en diversas ciudades las iglesias y organizaciones ultraconservadoras se sumaran activamente, con discursos abiertamente anticomunistas, antiderechos y profundamente reaccionarios. Estos sectores buscan convertir la inquietud de la juventud en una herramienta para reforzar la moral conservadora, atacar las luchas feministas y LGBTI+, y promover un proyecto político que nada tiene que ver con las necesidades de los jóvenes trabajadores, estudiantes o desempleados.

De forma aún más contradictoria, la derecha intentó “adornar” su convocatoria con imágenes de One Piece, una obra cuyo autor ha expresado simpatías por el marxismo y cuya narrativa central es una metáfora de la lucha contra la oligarquía mundial, la esclavitud moderna, el totalitarismo militar y el imperialismo. Pretender manipular a la juventud utilizando símbolos que representan la rebelión contra el poder oligárquico es un ejercicio grotesco: intentan apropiarse de una imagen profundamente ligada a la resistencia popular, mientras en la práctica representan los intereses materiales de la clase dominante contra la cual esa obra se levanta simbólicamente.

Lo que esta marcha expresó, entonces, no fue una irrupción independiente de la juventud, sino una protesta despolitizada, atrapada dentro del marco ideológico de quienes hoy buscan administrar la crisis del país sin tocar los intereses del capital. Lo que faltó —y lo que sigue faltando— es una perspectiva de clase, una orientación política que apunte no a sustituir a un gobernante por otro, sino a cuestionar las bases mismas del régimen capitalista.

En Mexicali, la marcha mostró algo que debe ser analizado con seriedad: existe un profundo malestar social hacia el gobierno estatal y, en particular, hacia la gobernadora Marina del Pilar. La corrupción, la escalada de violencia, los feminicidios, la descomposición policial y el clima de inseguridad cotidiana empujaron a cientos a manifestarse.

Muchos de quienes marcharon son activistas honestos y combativos, provenientes de las resistencias locales: luchadores por el agua, defensores de derechos humanos, colectivos feministas y familiares de víctimas. Personas que han enfrentado represión, amenazas, criminalización y un desgaste enorme por buscar justicia social. Su participación demuestra que el descontento en Mexicali es real, profundo y políticamente cargado.

Pero el hecho de integrarse a una convocatoria nacional hegemonizada por la derecha genera un problema político serio: las resistencias, al no contar con una orientación de clase propia, terminan diluyendo su independencia y la legitimidad que han construido con años de lucha. Su prestigio, ganado con sangre, cárcel y organización, se coloca involuntariamente al servicio de una agenda ajena, que no busca transformar la raíz de los problemas sino capitalizar electoralmente el descontento.

En Mexicali también participaron iglesias y grupos conservadores, que aprovecharon el espacio para difundir mensajes anticomunistas, antifeministas y antiderechos, intentando arrastrar el descontento hacia posiciones reaccionarias. Es revelador: mientras la juventud busca respuestas, estos grupos intentan imponer una moral regresiva que no toca los intereses del capital ni cuestiona a los responsables estructurales de la violencia.

Lo que se expresó fue un malestar profundo hacia la gobernadora. Pero si no se plantea una perspectiva de clase, el peligro es evidente: se quita a Marina… y se pone a otro capataz de la misma clase dominante, dispuesto a continuar la misma política de subordinación al capital, militarización y abandono social.

Sin un programa independiente, sin un partido revolucionario que dispute la dirección del movimiento, la rabia social queda disponible para ser instrumentalizada por cualquiera… excepto por quienes la producen día a día: las y los trabajadora.

Lo que se necesita: independencia política y organización revolucionaria

La experiencia de esta marcha debe servir como una lección estratégica para la juventud y las resistencias:

No basta con protestar.

No basta con indignarse.

No basta con marchar bajo quien “ponga la fecha” en redes sociales.

La clase trabajadora y la juventud necesitan un instrumento propio, no una convocatoria prestada por la derecha, por las iglesias conservadoras ni por operadores políticos del régimen.

La lucha contra la violencia, la precariedad y la miseria solo puede avanzar si se impulsa con una orientación de clase, con independencia total del Estado y los partidos burgueses, y con un proyecto político que proponga disputar el poder, no simplemente cambiar al administrador del mismo sistema.

La tarea estratégica es construir el partido revolucionario que agrupe a estos sectores, unifique las luchas y abra la perspectiva de un gobierno de los trabajadores.

Solo así la rabia que hoy se expresa en las calles podrá transformarse en fuerza histórica capaz de romper con el régimen capitalista y abrir paso a una salida verdaderamente emancipadora.

ESTE TEXTO ES UN ESBOZO INICIAL PARA UN ARTICULO DEL PERIODICO La Tribuna de Trabajadores

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