El ejército infantil de reserva del capital: el Estado, las trasnacionales y la esclavitud moderna en el campo mexicano.

Versión extensa del articulo publicado en Tribuna de Trabajadores #5 noviembre de 2025

Por Liliana Plumeda – Liga Comunista Internacionalista (CORCI)
Tribuna de los Trabajadores, noviembre de 2025

El reciente reportaje de La Jornada (31 de octubre de 2025)[i] revela un crimen estructural que atraviesa todo el campo mexicano: miles de niños y niñas jornaleros que son contratados por empresas agrícolas vinculadas a grandes trasnacionales exportadoras. El gobierno federal evita llamar las cosas por su nombre —niños, menores de edad, trabajadores forzados—, porque hacerlo sería reconocer la existencia de un sistema de esclavitud moderna, funcional al capital global y sostenido por las políticas del propio Estado.

1. El trabajo infantil como engranaje del capital global

Siguiendo el análisis de la maestra y camarada Mercedes Gema López Limón, el trabajo infantil jornalero no es un rezago del pasado ni un “problema cultural”. Es un producto directo de las políticas neoliberales, del libre comercio y de la desregulación laboral impuesta desde los ochenta por el FMI y el TLCAN, hoy reconfigurado como T-MEC.
López Limón demostró que la incorporación de la niñez campesina a los cultivos de exportación responde a la necesidad del capital de abaratar los costos de producción y mantener una reserva laboral dócil y barata, desplazando a trabajadores adultos y debilitando toda resistencia sindical.

La llamada “modernización agrícola” no es sino una reorganización del trabajo en función de la acumulación trasnacional: empresas estadounidenses como Dole, Driscoll’s, Boscovich o Campbell’s utilizan intermediarios mexicanos para evadir la ley y “no saber” que contratan menores. En realidad, como advierte López Limón, las compañías visitan y supervisan los campos; su ignorancia es fingida, su responsabilidad directa.

2. El papel del Estado: cómplice y garante de la explotación

El artículo de La Jornada confirma lo que López Limón señaló hace más de dos décadas: el Estado mexicano es cómplice estructural. No solo tolera la contratación de menores, sino que deforma la verdad jurídica al negar que sean niños. Les llama “ayudantes familiares” o “jóvenes trabajadores”, para evadir la tipificación de trata, trabajo forzoso y esclavitud.

El discurso oficial repite la vieja retórica de que el trabajo infantil es una “tradición cultural” o un “problema de pobreza”, cuando en realidad es una política deliberada de subsidio al capital: las familias campesinas son forzadas a vender la fuerza de trabajo de sus hijos para sobrevivir, en tanto los grandes exportadores acumulan plusvalía a costa del cuerpo infantil.
En palabras de López Limón, el trabajo infantil “representa la sobreexplotación de la familia jornalera, un subsidio directo al capital trasnacional”, donde el hambre sustituye a la política social.

3. Las trasnacionales y la globalización de la esclavitud

Las grandes corporaciones agroexportadoras actúan como señores feudales del siglo XXI, amparadas por contratos de subcontratación, outsourcing rural y mecanismos de certificación “verde” o “ética” que solo maquillan la barbarie.
Detrás de la etiqueta “producto orgánico” o “de exportación” se esconden niños de seis a doce años atando cebollas, cosechando uva o recogiendo fresa bajo el sol, sin acceso a escuela, salud ni descanso.
Esta infantilización de la fuerza de trabajo responde a una lógica precisa del capital: reemplazar trabajadores sindicalizados por una población sin derechos, sin contrato y sin voz.

López Limón lo anticipó: la globalización capitalista reproduce la estructura colonial del trabajo, donde México y América Latina fungen como reservas de fuerza de trabajo barata, y donde la niñez campesina constituye un “ejército infantil de reserva del capital”. En ese esquema, los niños no son víctimas accidentales, sino parte orgánica del modo de producción global.

4. La resistencia de los jornaleros

Frente a esta realidad, la lucha no ha sido inexistente. Desde 2015, en el valle de San Quintín, surgió el Sindicato Independiente Nacional Democrático de Jornaleros Agrícolas (SINDJA), que irrumpió en la escena nacional con paros, marchas y bloqueos carreteros contra los patrones agroexportadores.
El SINDJA demostró que los jornaleros no son mano de obra desechable, sino clase trabajadora consciente de su fuerza colectiva. Su demanda histórica —“¡Jornales justos, sin explotación ni esclavitud infantil!”— condensó el reclamo de miles de familias que entendieron que solo un salario digno para el adulto puede liberar al niño del campo de concentración agrícola.

Las victorias parciales del SINDJA —aumento de salarios, visibilización internacional, defensa de mujeres trabajadoras— fueron respondidas con represión, persecución y criminalización sindical. Pero su existencia representa un referente para toda la clase trabajadora agrícola, un ejemplo de que la organización independiente es el camino frente al abandono del Estado y la cooptación de las centrales oficiales.

5. La negación política: no nombrar para no responder

El gobierno de Claudia Sheinbaum, al igual que sus predecesores, se niega a reconocer públicamente que esto constituye un delito de trata y esclavitud. Admitirlo implicaría enfrentar la responsabilidad del Estado y los empresarios en violaciones masivas a los derechos humanos.
La simulación institucional —comisiones intersecretariales, programas asistenciales y mesas de diálogo con patronales— solo encubre una realidad inaceptable: el trabajo infantil es funcional al modelo de desarrollo exportador.

No se trata de “niños que ayudan”, sino de trabajadores explotados que garantizan la competitividad del agro mexicano frente a Estados Unidos, bajo las reglas impuestas por el libre comercio y la agroindustria trasnacional.

6. Por el derecho a una infancia libre, por un salario digno y una organización obrera independiente

Desde la Liga Comunista Internacionalista, afirmamos que el trabajo infantil es una expresión concentrada de la barbarie capitalista. No se erradicará con programas asistenciales, sino con la organización independiente de los trabajadores agrícolas, la lucha por salarios dignos, escuelas rurales, seguridad social y la abolición total del trabajo infantil.

La exigencia inmediata debe ser que el gobierno mexicano ratifique y aplique el Convenio 138 de la OIT, que prohíbe el trabajo infantil antes de los 15 años, y reconozca jurídicamente la situación actual como trata y esclavitud laboral.

Mientras las trasnacionales sigan lucrando con la miseria, y el Estado actúe como su cómplice, ningún niño será libre.
Solo la unidad de los trabajadores del campo y la ciudad, organizados en un partido obrero revolucionario, podrá poner fin a esta cadena de explotación y abrir paso a un sistema socialista donde la infancia deje de ser mercancía y vuelva a ser humanidad.

“¡Salario digno para el jornalero adulto, escuela y una infancia digna para sus hijos!
¡Ningún niño en el surco, ningún patrón sobre el trabajador!”

Pie de página: Homenaje a la camarada maestra Mercedes Gema López Limón

Mercedes Gema López Limón (1954–2022) fue una incansable luchadora social, investigadora y maestra universitaria en la UABC. Dedicó su vida a denunciar la explotación infantil y a dar voz a los niños y niñas jornaleros del valle de Mexicali y San Quintín. Desde su trabajo sintentizado en el libro:  El trabajo infantil: fruto amargo del capital hasta su militancia en foros obreros y campesinos, unió la rigurosidad científica con el compromiso revolucionario.
En las aulas, en las calles y en los tribunales populares contra el trabajo infantil, la maestra Gema fue ejemplo de coherencia entre pensamiento y acción: una intelectual del pueblo, una militante de la vida que jamás dejó de gritar con ternura y firmeza:
“¡Ni un niño más bajo el sol de la esclavitud capitalista!”


[i] Nota periódico La Jornada del 31 de octubre 2025: “Rescatan a 28 jóvenes antes de ser víctimas de explotación laboral” disponible en: https://www.jornada.com.mx/2025/10/31/politica/011n1pol

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