Editorial de LA TRIBUNE DES TRAVAILLEURS #515 12 de noviembre de 2025

EDITORIAL Por Daniel Gluckstein
¡” La situación de 1939”!
“Vivimos la situación de 1939. (…) Los enemigos se juntan y las amenazas se intensifican.” Así habló este 7 de noviembre Pete Hegseth, secretario (ministro) de la Guerra de Trump, al dirigirse a los industriales del armamento y a su propia administración.
1939: inicio de una guerra mundial que va a dejar 60 millones de muertos y una devastación sobre continentes enteros. Pero en la boca del ministro trumpista lo que se abre es el siguiente futuro: “Los cientos de miles de dólares generados cada año por las ventas militares al extranjero y las ventas comerciales de defensa para los sistemas de armas fabricadas por los Estados Unidos proporcionarán a nuestras empresas los medios para invertir en nuevas fábricas, contratar ingenieros y aprovisionarse de compuestos y materiales de miles de subcontratistas y de proveedores.”
Y es que Hegseth conoce a su público: “Entendemos vuestra necesidad de realizar ganancias como capitalistas. (…) El ministerio de Guerra respaldará por supuesto las ganancias. Después de todo, nosotros también somos capitalistas.”
Pero interpone una condición: “Debemos (…) entrar en una verdadera sociedad con ustedes (…). Nosotros nos comprometemos a hacer lo que nos toca, pero la industria debe igualmente estar dispuesta a invertir sus propios fondos.”
Los industriales del armamento deben entonces prometer invertir una gran parte de sus ganancias en sus propias empresas. Representará con ello un menor costo para el Estado el hecho de la industria de guerra juegue su papel de correa de transmisión parasitario del capitalismo.
Se dibuja así la constitución de un complejo militar-industrial fundado por una sociedad Estado-empresas privadas bajo control del Estado. Esta ultra-militarización de la economía se inscribe en una visión de conjunto: “Estamos determinados en dominar los campos de la batalla moderna. Este dominio comienza por una base industrial en tiempos de guerra cuyo eje es la ejecución y el éxito operacional”. Visión de conjunto, visión total que, más allá de los presentes, tiene como vocación englobar “a todos aquellos que estén listos para pasar a la velocidad de la guerra”.
Visión total… y aún más: la integración recíproca de la industria y los engranajes del Estado en un complejo militar e industrial bajo el control del Estado siempre ha sido propio de los regímenes totalitarios.
Afortunadamente, del primer paso al segundo hay una gran distancia: trabajadores y el movimiento obrero y democrático, en los Estados Unidos y en el mundo entero no han dicho su última palabra. Pero el peligro subsiste.
Dos conclusiones se imponen. La primera: estamos frente a una sola y única guerra imperialista global. Hegseth no se molesta en nombrar a tal o cual adversario. Para él, hay que aplastar a fuego y a fierro a cualquiera que se enfrente a la pretensión de la hidra imperialista de controlar al mundo entero.
La segunda: guerra y capitalismo están inextricablemente ligados. Para quien no quiere que la guerra crezca ahora y continúe creciendo sobre el terreno de la explotación, no hay otra opción que la de organizarse para desterrar al capitalismo fundado en la propiedad privada de los medios de producción.

