La trampa perfecta: cómo las grandes cadenas manipulan la jornada de 40 horas

Por Hiram Vidal, redacción de Tribuna de los Trabajadores

Mérida, Yucatán.— Las grandes empresas siempre encuentran la forma de convertir los avances sociales en negocio. La reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, una conquista histórica de la clase trabajadora, debía ser una señal de justicia y dignidad. Pero bajo el control de Oxxo, Soriana, Bodega Aurrerá y otras cadenas, se está transformando en otra trampa del capitalismo corporativo: cumplir la ley en apariencia, pero traicionar su espíritu en los hechos.

En Mérida ya se ensaya el modelo. En lugar de reducir la jornada sin afectar salarios, las empresas reorganizan turnos con una “ingeniería perversa”. El turno nocturno —el más riesgoso y peor pagado— trabaja ahora una hora menos, pero gana exactamente lo mismo, sin mejora alguna en su calidad de vida. Lo presentan como beneficio, pero en realidad pagan igual por menos tiempo sin elevar los sueldos miserables. Los turnos diurnos siguen igual: sueldos bajos, cansancio y precariedad.

La reforma no es el problema. El problema es quién la manipula. Estas cadenas no son pequeñas empresas que luchan por sobrevivir: son gigantes con utilidades millonarias y expansión permanente, beneficiadas con permisos e incentivos estatales. Pero cuando se trata de dignificar el trabajo, aparecen los pretextos y los trucos contables.

Según datos oficiales, más de 156 mil trabajadores del sector minorista viven bajo el umbral de pobreza. Los sueldos promedios de cajeros, empacadores y auxiliares están muy por debajo de lo que el Coneval considera suficiente para una vida digna. En Oxxo, los turnos nocturnos apenas alcanzan los 1,700 pesos semanales, a cambio de inseguridad, agotamiento y vigilancia constante.

A esto se suma el hostigamiento cotidiano: rotación forzada de turnos, horas extra no pagadas, inventarios que prolongan las jornadas y supervisores que exigen “productividad” a costa de la salud. En muchas tiendas, ni siquiera hay sillas para descansar. Así, mientras los trabajadores se agotan, las utilidades baten récords.

La reducción a 40 horas no debe ser una concesión política, sino una victoria de la clase trabajadora. Es un paso hacia la justicia: para que la gente pueda descansar, convivir, estudiar y vivir mejor. Pero si permitimos que las empresas la interpreten a su conveniencia, la reforma se volverá humo. Por eso es urgente vigilar y denunciar cada intento de manipulación.

Los trabajadores no deben pagar otra vez los costos del “ajuste empresarial”. La reforma debe aplicarse con sus principios originales:

· Menos horas para todos.

· Mismo o mejor salario.

· Condiciones dignas.

· Protección real.

· Cero trampas disfrazadas de “reestructura interna”.

Cada trabajador que note irregularidades —recortes disfrazados, turnos alterados, cargas excesivas— debe denunciar ante la STPS, guardar comprobantes y hablar. El silencio es el arma del capital.

La jornada de 40 horas debe aprobarse sin dilaciones ni negociaciones con quienes lucran con la explotación. Si se permite que las empresas sigan presionando, torcerán la ley como siempre: para convertir la victoria obrera en otro negocio patronal.

México no puede avanzar mientras millones sobreviven con horarios criminales y salarios indignos. La reforma pertenece al pueblo trabajador, no a las corporaciones. La dignidad no se negocia. La explotación no se disfraza.

Menos horas, más vida, mismos derechos, mejores salarios.
Y que las empresas que intenten sabotearlo sientan la denuncia pública y la fuerza colectiva de un pueblo que ya no está dispuesto a agachar la cabeza

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