Los billonarios desaparecen… o la utopía sin lucha

Por Juan Carlos Vargas

“El capitalismo no desaparecerá por voluntad moral, sino por la acción consciente de la clase trabajadora.”

Hace algunas semanas escuché, en el programa Nerdología (de Radio IPN, disponible en iVoox), una entrevista con la escritora mexicana Sabina Berman, quien recientemente publicó la novela Los billonarios desaparecen… (Grijalbo, 2025). El diálogo me motivó a comprar el libro y leerlo, pues planteaba la necesidad de acabar con los billonarios para “hacer de este un mundo mejor” y “repartir la riqueza para que haya una sociedad más equitativa”.

Me atrapó especialmente la metáfora de las abejas, y en particular un elemento en el que no había reparado. Berman menciona:

“A esa abeja que es diez veces más grande le llaman la reina, pero ese nombre se lo pusieron los naturalistas griegos porque no podían ver el interior del panal. Vieron que era la más grande, que permanecía en el panal y parecía no trabajar, y supusieron que era la reina. Pero esto no es cierto: la llamada reina no ejerce ningún poder sobre el resto del panal; las abejas trabajadoras no siguen ningún plan impuesto, no hay un mapa organizador del panal.”

En el panal no hay jerarquías ni mando, no hay policías ni soldados, no existen fuerzas represivas. Sí hay un plan general que se establece colectivamente: tienen un banco común de miel que reparten entre todas.

Sabina señaló en la entrevista que la forma en que imaginamos a los animales que viven en colmena o en hormiguero proviene de la visión con la que los pensadores de los siglos XVIII y XIX trataban de explicarlos. El ejemplo de la “reina” me pareció excelente porque refleja cómo las clases dominantes proyectan su visión del mundo incluso sobre la naturaleza, imponiéndonos conceptos ajenos a la realidad orgánica de esos colectivos.

Con esta reflexión en mente compré el libro, y ahora quiero compartir con los camaradas de la LCI y con las y los lectores de Tribuna de los Trabajadores algunas ideas, recomendándoles tanto la novela como la entrevista en Radio IPN.

Una sátira política ambientada en Davos

La novela es una sátira política situada en Davos, santuario del capital financiero global. Parte de una premisa provocadora: los hombres y mujeres más ricos del planeta desaparecen misteriosamente, dejando a la humanidad ante la posibilidad de empezar de nuevo.

El relato mezcla humor, ciencia ficción y fábula política. Sigue a un académico economista desencantado del neoliberalismo y del sistema que convence a un grupo de jóvenes trabajadores de Starbucks para llevar adelante un plan para reestablecer una armonía perdida. En el corazón del texto, las abejas se erigen como símbolo de una sociedad cooperativa y solidaria frente al egoísmo extremo de los multimillonarios. La colmena aparece como imagen de una comunidad laboriosa y justa, en contraste con el caos del capitalismo en su etapa de imperialismo senil.

La novela es, sin duda, un producto honesto de su tiempo: expresa el desconcierto de una intelectual liberal que percibe la barbarie del sistema capitalista, que vivimos a diario, pero que no alcanza a imaginar la lucha de clases como salida histórica.

Entre la crítica y la ilusión

Berman escribe un texto entretenido que denuncia la desigualdad obscena del capitalismo actual. Su fuerza reside en la metáfora: las abejas, como modelo de trabajo común, representan una alternativa moral al individualismo feroz del mercado. La autora, refleja la descomposición social de la clase dominante y el colapso ideológico de las élites intelectuales que promueven las políticas neoliberales.

Sin embargo, desde una lectura marxista, la novela revela con claridad los límites del pensamiento progresista contemporáneo. En el mundo de Berman, los billonarios desaparecen por arte de magia, no por acción colectiva. No hay huelgas, sindicatos, ni revolución: el capitalismo se disuelve por decisión ética, no por lucha de clases.

El lector se encuentra ante una utopía sin sujeto histórico, un sueño de redención sin proletariado.

El dinero, la máquina y el imperialismo senil

En sus mejores momentos, la novela roza una conclusión que el trotskismo formula con precisión: el sistema ha entrado en una fase de agotamiento histórico. El dinero y la tecnología dejan de ser fuerzas de progreso y se convierten en mecanismos de destrucción.

En la ficción de Berman, el dinero es una fuerza caótica que desestabiliza países, devasta territorios y somete gobiernos. Desde la crítica marxista reconocemos aquí la figura del capital financiero en el imperialismo senil: el dinero deja de organizar la producción y pasa a parasitarla. No financia fábricas: las cierra. No crea riqueza social: la concentra. No ordena la economía: la hunde en la especulación y la deuda perpetua.

Algo similar ocurre con la tecnología. En vez de liberar energías humanas, el maquinismo se convierte en una herramienta de control, vigilancia y devastación ecológica. Berman lo presenta como una fuerza desbocada, mientras que desde el marxismo subrayamos que el problema no es la técnica en sí, sino su propiedad privada.

La máquina se vuelve destructiva porque está al servicio de la ganancia, no de las necesidades humanas.

La ausencia de la clase trabajadora

El mayor vacío de la novela es la ausencia total del pueblo trabajador. Berman denuncia la desigualdad, pero evita explorar su raíz: la propiedad privada de los medios de producción y la explotación del trabajo asalariado. Al sustituir la lucha por la moral, el texto se vuelve una utopía despolitizada.

los billonarios de Sabina Berman son como abejas en un ecosistema enfermo: desaparecen, pero su desaparición no repara el daño sistémico que los originó.

El simbolismo de la colmena es sugerente, pero diluye la contradicción entre capital y trabajo. La moral sustituye a la lucha política; la fábula reemplaza al programa. No hay sindicatos, no hay huelgas, no hay comités de fábrica, no hay organizaciones populares, no hay partido revolucionario.

Berman ofrece un consuelo estético, no una estrategia de emancipación.

Un espejo del pensamiento pequeño burgués liberal

Los billonarios desaparecen… tiene valor como documento cultural. Expresa la conciencia inquieta de una intelectual pequeño burguesa liberal que percibe el desastre del capitalismo pero teme la palabra revolución. Esa tensión recorre la obra y la vuelve útil para el debate: muestra hasta dónde llega la crítica cuando se rehúsa a cuestionar la raíz económica del poder.

Para esta visión liberal, el problema son los millonarios como individuos, no la lógica estructural del capital. La solución se imagina en términos de “cambiar de mentalidad”, “aprender de las abejas” o “hacer las cosas de otro modo”, pero nunca en términos de expropiación, control obrero o poder de clase.

Es el horizonte típico de un progresismo que quiere un mundo mejor… sin confrontación, sin huelga general, sin organización revolucionaria.

Leer para organizarse

Desde la Liga Comunista Internacionalista consideramos que el arte puede y debe contribuir a la toma de conciencia. Leer a Berman sirve para comprender los límites del reformismo moral y reafirmar que la única fuerza capaz de hacer desaparecer a los billonarios no es la culpa ni la magia narrativa, sino la organización de los trabajadores del mundo.

La novela de Sabina Berman señala honestamente el colapso, pero rehúye el conflicto. Denuncia la barbarie, pero no reconoce al sujeto capaz de detenerla. Ahí radica su límite y, al mismo tiempo, su utilidad: nos obliga a plantear lo que el texto calla.

La literatura puede anticipar el porvenir, pero solo la acción colectiva podrá realizarlo. Por eso invitamos a nuestras lectoras y lectores a discutir esta novela en los círculos obreros, en los comités estudiantiles y en los espacios de lucha.

Porque las abejas de Sabina Berman —trabajadoras, colectivas, indispensables— nos recuerdan, aunque la autora no lo diga, que sin organización no hay miel, ni justicia, ni socialismo.

Esbozo de articulo para La Tribuna de Trabajadores – Sección Cultura y Lucha de Clases

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