La salida del fiscal y la descomposición del régimen: cuando el crimen organizado es parte del capitalismo

Por Tribuna de los Trabajadores

La renuncia de Alejandro Gertz Manero a la Fiscalía General de la República no es un simple cambio administrativo. Es la expresión de una crisis profunda del Estado mexicano, atrapado entre la descomposición interna, la presión creciente del imperialismo norteamericano y el dominio territorial del crimen organizado. Y sobre todo, confirma algo que desde la Liga Comunista Internacionalista hemos señalado por años: el crimen organizado no es un enemigo externo del capitalismo mexicano, sino uno de sus engranajes esenciales.

El gobierno ha presentado la salida del fiscal como un “reacomodo institucional”, incluso ofreciéndole una embajada como premio de retiro, en continuidad con la vieja práctica priista de refugiar, premiar y reciclar cuadros políticos útiles al régimen.
Pero las razones de fondo —como muestran las principales notas periodísticas— son más crudas:

  1. Desgaste político y crisis de seguridad.
    En medio de asesinatos de alto impacto, incremento del control territorial de los cárteles y un país rebasado por la violencia, mantener a un fiscal debilitado, confrontado internamente y con 86 años era insostenible.
  2. Evitar una ruptura institucional abierta.
    En vez de removerlo por “causa grave” —lo cual habría generado conflicto constitucional— el gobierno optó por la salida diplomática: ofrecerle una embajada, legitimarlo públicamente y mover discretamente las piezas.
  3. Presión del imperialismo estadounidense.
    Con congresistas republicanos y demócratas exigiendo declarar terroristas a los cárteles y amenazando con intervención directa, Washington necesitaba señales de “control” desde el Estado mexicano. Cambiar al fiscal fue una de ellas.

Su salida, pues, no responde a una renovación democrática, sino a un reacomodo de poder en un Estado que se hunde.

La narrativa dominante sostiene que el crimen organizado es una fuerza “externa”, un enemigo de la nación o un “parásito” del Estado.
Nosotros decimos lo contrario: los cárteles son empresas capitalistas armadas, integradas profundamente en la economía nacional y global.

Los cárteles:

  • controlan territorios para garantizar rutas comerciales;
  • imponen disciplina social allí donde el Estado se retira;
  • lavan capital en bancos legales y cadenas financieras internacionales;
  • negocian con corporaciones que necesitan acceso a recursos y territorios;
  • y mantienen vínculos estables con gobiernos locales, policías y fuerzas armadas.

No son una anomalía: son el capitalismo en su forma más brutal y directa.
Y mientras exista este sistema, existirán las condiciones para su reproducción.

Por eso, ningún fiscal puede resolver lo que es estructural.

La crisis mexicana es la excusa perfecta para avanzar la tutela imperial sobre el país. Washington exige “mano firme”, “control territorial” y “certeza para las inversiones”, y ya habla abiertamente de intervenir si México “no puede solo”.

No buscan proteger a la población: buscan proteger sus negocios, su frontera, sus cadenas de suministro y su hegemonía en Norteamérica.

Cambiar al fiscal, para ellos, es simplemente ajustar la maquinaria.

La reubicación de Gertz en una embajada es una práctica histórica del régimen:
cuando un funcionario se vuelve incómodo pero sigue siendo necesario para las redes de poder, se le envía al cuerpo diplomático como reconocimiento, premio y, al mismo tiempo, como forma de quitarlo de la escena sin fracturas.

La Secretaría de Relaciones Exteriores funciona así como el último refugio del viejo Estado.

La salida del fiscal no representa una solución. Representa el agotamiento de un modelo estatal que ya no puede administrarse a sí mismo.

Mientras el crimen organizado sea funcional al capitalismo,
mientras el imperialismo determine la agenda de seguridad,
mientras el régimen administre su crisis reciclando funcionarios,

la violencia seguirá siendo la forma de gobierno real en amplias zonas del país.

Desde la LCI afirmamos:

  • ninguna solución vendrá desde arriba;
  • la ruptura con el imperialismo y con el capitalismo es la única salida;
  • y la clase trabajadora debe construir su propia fuerza política, consciente y organizada.

El régimen cambia de piezas, pero no cambia de rumbo.
Esa tarea nos corresponde a quienes luchamos por una transformación obrera, socialista y revolucionaria.

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