
El 15 de noviembre, en una “mina ilegal” cerca de Kolwezi (al sur de la RDC), toneladas de tierra se derrumbaron en algunos segundos sobre miles de mujeres, de hombres y niños que extraían cobre y cobalto, resultando setenta personas muertas.
En esas minas, en donde la mano de obra trabaja a destajo en provecho de las grandes compañías mineras, las condiciones de seguridad no existen y tales “accidentes” son considerados banales. Y es que “todo el mundo cierra los ojos: el gobierno congolés que jamás se ha dado los medios de volver la explotación minera más digna y segura, cualquiera que sea el régimen; los grupos mineros, cualquiera que sea su nacionalidad, no quieren ser excluidos del pastel; y al fin las empresas que fabrican los objetos en cuestión: teléfonos celulares, computadoras, etc.” (France Inter del 19 de noviembre).
La explotación minera viene de finales del siglo XIX. La trata esclavista y los crímenes de la colonización belga había a tal grado despoblado la región de Kolwezi – en ese entonces llamada Katanga –, que los colonizadores hicieron un llamado a la mano de obra de las regiones vecinas, entregándola a la explotación de las compañías, entre ellas, a la Unión minera del Haut-Katanga.
Durante la independencia del Congo en 1960, las compañías occidentales incitaron a Katanga durante cinco años a separarse – con la ayuda de mercenarios, como el francés Bob Denard – para evitar la nacionalización que amenazaba con Patrice Lumumba. La CIA, los imperialistas belgas y sus subordinados “Katangueses” lo asesinarán en 1961.
En 1978, fueron los paracaidistas franceses y las tropas belgas y marroquíes quienes “saltan” sobre Kolwezi como respuesta a una petición del dictador Mobutu para “restablecer el orden”. El orden de las multinacionales mineras.
Esos mismos reinan hoy en día, financiando a grupos armados que aterrorizan a la población con el fin de imponer esas condiciones de sobreexplotación. Los setenta muertos de Kolwezi no son víctimas de un “accidente”, sino del saqueo de las multinacionales capitalistas.
Jean Alain

