El agua y la comida pasan de mano en mano. Una cadena humana de cientos de personas –jóvenes, niños, adultos, ancianos- ayuda a descargar los automóviles que llegan con víveres que serán destinados para los diferentes puntos de la ciudad que han sido afectados.

Adentro, en el estacionamiento del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, la mancha humana sigue ordenando los víveres, clasificándolos y enviándolos. Afuera, los taxistas aprovechan los viajes para llevar apoyo o dejan subir gente que va a centros de acopio, los presentes pasan cajas, se abarrotan bajo lonas, se organizan.
Vestidos de mezclilla, botas de casquillo, con cascos amarillos y chalecos verdes y anaranjados, se prepara la siguiente cuadrilla que saldrá pronto a apoyar en las labores de búsqueda. Muchos se acercan a sumarse, pero son rechazados debido a que no cuentan con botas de casquillo o indumentaria adecuada que podría ponerlos en riesgo al llegar a la zona. Faltan palas, picos, cierras para cortar cobre, casacas, guantes, pinzas y demás. Hay muchas manos, tantas que para muchos es imposible apoyar en el lugar y en el momento y podrían interferir tanto en las labores de búsqueda y rescate como de acopio.
El aprendizaje se muestra. El temblor del 85 dejó en la memoria formas de organización de las personas que se saltan al estado porque les estorba para salvar a los suyos, a los nuestros. Otros aguardan sentados, llenos de tierra y sudor, con la vista fija en el suelo y tristes. Las herramientas pasan de mano en mano, la cuadrilla ya se va.
Hay cientos de puntos para recepción de insumos y alimentos. Las medicinas y material de curación escasean en las farmacias. Los estudiantes de las distintas escuelas y trabajadores se han unidos y han formado centros de acopio en las colonias, en puntos estratégicos, afuera de las estaciones del metro, etcétera. Colectivos han iniciado la preparación de comida en colonias para llevarlo a las cuadrillas y mantener las fuerzas de la gente.

La Roma, Narvarte y Condesa sufrieron grandes daños. La delegación Cuauhtémoc presenta muchos edificios siniestrados. Lindavista, al norte de la ciudad, lucha por sacar a sus familias ante la ineptitud gubernamental. En Coapa la tensión es tal que los puños arriba piden silencio para poder escuchar a los niños sepultados en el Colegio Rébsamen.
Xochimilco necesita ayuda. Nadie le puso atención. Hasta que el problema sonó –y gracias a periodistas comprometidos como el equipo de Aristegui– la gente volteó, no por desinterés, sino por la gran cantidad de sitios en riesgo y de derrumbe en los que están apoyando. Las casas colapsaron, no hay acceso a maquinaria pesada. Una brigada de 50 ciclistas, casi todos estudiantes, que a primera vista no es su primer viaje del día, inicia su camino del estadio hacia Xochimilco con víveres a la espalda y la noche a unas horas de llegar. Los camiones llegan cargados de gente y víveres. La ayuda está llegando desde abajo. Hay que ayudar, ésa es la consigna.
Horas después del simulacro en memoria del sismo de 7.9 grados Richter de 1985 que trastocó al país provocando la muerte de más de 40 mil personas y dejó en evidencia los contratos a modo y el desinterés del gobierno para atender a la población–, un sismo de 7.1 grados azotó a la nación provocando daños severos, edificios y casas colapsadas, pueblos en escombros y una estela de muerta, al momento 69 defunciones en Morelos, 43 en Puebla, 104 en la Ciudad de México, 13 en el Estado de México, 4 en Guerrero y 1 en Oaxaca.
Como en 1985, la población ha sido la encargada de la labores de rescate, atención y acopio de víveres para la gente que ha sido afectada. Ante la lenta respuesta de las autoridades la población a poco de haber pasado el sismo comenzó las labores de rescate. Miles de personas se han volcado a las calles con palas, picos, carretillas, cascos, botas, casacas para formar parte de las cuadrillas.
Tan solo el 7 de septiembre un sismo de 8.2 grados Richter, el de mayor intensidad registrado por México, sacudió el sureste y centro del país. La atención primordial recayó en un primer instante en la Ciudad de México y el Edomex. Tras conocer su epicentro, los medios de comunicación volcaron su mirada hacia Juchitán, Oaxaca, ciudad que quedó devastada tras el fenómeno. De acuerdo a cifras oficiales, fueron 2.3 millones de afectados y 200 mil casos en Chiapas y 100 mil en Oaxaca cuyas viviendas sufrieron daños totales o parciales. Hasta el 18 de septiembre, los medios informaban un total de 98 muertos en la región de Oaxaca, Chiapas y Tabasco, siendo Juchitán el de más casos.
La respuesta de Peña Nieto fue tardía, tan solo dos días después decidió recorrer la zona para observar daños. Tuvo que cancelar la ayuda brindada al gobierno estadounidense tras el paso del Huracán Harvey por Texas, acción tomada para limar asperezas en el marco de la renegociación del TLCAN. La cancelación de la ayuda fue obligada para evitar críticas y viéndose atado a redirigir recursos y esfuerzos.
La tragedias se suman: el 9 de septiembre Katia golpeó Veracruz y dejó 2 muertos, más de 25 mil viviendas destruidas así como más de 100 mil damnificados; mientras, el 14 de septiembre el huracán Max tocó Guerrero, dando como resultado 3 mil damnificados y daños en 25 municipios del estado.

Ahora, el gobierno de Peña Nieto enfrenta la catástrofe generada por una ola de desastres naturales, la pésima planificación urbana, la especulación de suelo, el desarrollo inmobiliario sin regulación real, una política de atención y prevención que se ha quedado corta, la falta de un plan real para el resarcimiento del daño a las víctimas, la falta de médicos y paramédicos provocada por los recortes a salud y a los servicios de bomberos y Cruz Roja, así como la falta de voluntad de las fuerzas políticas oficialistas para desviar recursos destinados a la vida electoral (exigencia que crece entre la población). Todo apunta a que la solución del ejecutivo federal será el endeudamiento a base de préstamos, sin apretar las arcas de los partidos que cuentan con recursos millonarios y de los utilizados en actividades e insumos nimios en la operación diaria de la administración de la nación y los estados.
En este tenor, el gobernador del estado de Morelos, Graco Ramírez, ha hecho el llamado a iniciar la fase de reconstrucción del estado dejando con ello de lado las labores de búsqueda y rescate así como de atención prioritaria a las víctimas, que en los hechos se traduce en dejar morir a las personas sepultadas.
Además, la Embajada de Suiza en México informó que el gobierno mexicano “declinó agradeciendo la oferta” para el envío de ingenieros con el fin de que detecten estructuras dañadas, a pesar de ser una de las principales solicitudes del gobierno capitalino y de protección civil pues si bien han sido unos 44 inmuebles colapsados, hay una treintena que se encuentran a punto de caer y miles de casas y edificios dañadas y requieren de evaluación. Horas después, el gobierno mexicano tuvo que deshacerse de sus declaraciones y aceptar la ayuda.
De igual forma, parte de las brigadas de rescatistas que se enviaron de Baja California deberán regresar ya que según las autoridades federales y estatales no es requerido el apoyo, privilegiando a las brigadas internacionales que viene de Japón, Israel y Estados Unidos gestionadas por Videgaray Caso, el aprendiz de Relaciones Exteriores. También han llegado equipos de apoyo de Zacatecas, Colima y otros estados; a nivel internacional, Panamá, El Salvador y Venezuela también han mandado a rescatistas y personas especializadas en las labores para apoyar.
Las redes sociales han sido fundamentales para la denuncia y el envío de apoyo. A través de éstas, han señalado el actuar del ejército en varios puntos el cual busca meter maquinaria pesada para sacar el cascajo lo que implicaría sacar cadáveres y dejar morir a las personas que aún permanecen sepultadas, impidiendo la labor de los “topos” para buscar vida debajo de los escombros.
Señalado lo anterior, en el CORCI nos sumamos a las labores de apoyo en este sismo a la vez que denunciamos el actuar del gobierno y el ejército y decimos NO al cese en la búsqueda de vidas. Consideramos que la exigencia de aplicar el presupuesto de 6.7 mil millones de pesos a partidos e independientes rescataría gran parte de lo dañado, pero sumado a esto el Estado mexicano debe hacerse cargo de todas y cada una de las familias que perdieron a sus seres queridos y su patrimonio, por lo que llamamos al pueblo de México a exigir que se restauren las viviendas de todos los damnificados por los sismos y las catástrofes naturales en lo inmediato. Exigimos que no se niegue la ayuda brindada por otros estados y naciones y no se entorpezcan las labores por cuerpos policiacos y del ejército.
¡Todo el apoyo al rescate! ¡Todo el apoyo para el Pueblo Mexicano! ¡NO al cese en la búsqueda de vidas! ¡Vida y vivienda para todas las víctimas!