A continuación, presentamos las NOTAS EDITORIALES, del número 17 de la Revista La Internacional. Te invitamos a leerla y a comprar la revista.
En el momento de escribir este artículo, el 27 de febrero, muchos científicos creen que la epidemia de coronavirus se está convirtiendo en una pandemia que amenaza con extenderse por todo el planeta.
Tendremos mucho cuidado para no pretender dar una opinión científica sobre el virus, su origen, su grado de peligrosidad y las medidas necesarias para combatirlo. El marxismo es ajeno a cualquier forma de «ciencia oficial», «medicina oficial», así como rechaza el «arte oficial». En este momento, la única caracterización que es unánime entre los científicos es que se trata de un llamado virus emergente, es decir, desconocido hasta entonces en los humanos. Es responsable de infecciones respiratorias, cuya gravedad se debe a la virulencia específica de este germen. Se propaga como otras infecciones respiratorias. Actualmente no existe un tratamiento específico o vacuna. Tiene un gran potencial de mutación y podría volverse más fácilmente transmisible y más virulento, pero, muchos científicos, dicen que «nada es seguro».
En el plano político, es posible afirmar que surgió en la ciudad de Wuhan, en la República Popular de China, dónde la epidemia fue negada primero por las autoridades burocráticas, que en diciembre de 2019 llegaron hasta reprimir a aquellos que habían lanzado la alerta. Como dijeron los trabajadores chinos en ese momento: “Son lentos para manejar la crisis, pero rápidos para silenciar a la gente”. Cuando ya no se pudo negar la epidemia, las autoridades movilizaron todos los medios del Estado a través de medidas espectaculares (cuarentena de ciudades enteras, construcción rápida de hospitales). Pero demasiado tarde para detener la epidemia. Ya se convirtió en una: se está extendiendo en Asia, Medio Oriente, África del Norte y Europa …El continente americano seguirá. Los observadores están alarmados: ¿qué sucederá cuando llegue a países en los que décadas de «planes de ajuste estructural» dictados por instituciones financieras internacionales han arruinado el sistema de salud pública? ¿Y, en los países imperialistas, donde las políticas de los gobiernos capitalistas de todos los colores políticos han cuestionado la protección social y el sistema hospitalario? En Italia, en Francia, la prensa se interroga: «¿El hospital público está listo? Un militante sindical en Francia declaró: «El personal se movilizará, como siempre», pero agrega: «En un hospital al borde del colapso, cualquier sobrecarga de actividad tiene sus consecuencias”. ¿Y qué decir de los Estados Unidos, la principal potencia imperialista del mundo, donde 48 millones de ciudadanos no tienen seguro médico? Las epidemias no conocen fronteras, y no puede haber una lucha efectiva contra ellas sin la cooperación científica y médica internacional, liberada de toda restricción salvo las científicas. Ya sea el coronavirus o cualquier otra enfermedad, Epidemia o problema de salud pública, siempre se plantea el mismo problema: los «medios» que una sociedad decide otorgar, o no, a la salud y al bienestar de la gran mayoría. Problema que inevitablemente nos lleva a los temas fundamentales de la revolución proletaria: ¿qué clase social tiene los medios de producción?
La pandemia de coronavirus ya está causando cierto pánico en los círculos capitalistas. No porque miles de personas hayan muerto por el virus y decenas de miles más podrían morir. No, lo que inquieta a los «mercados bursátiles» internacionales, así como al Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, etc., es que las medidas tomadas aquí o allá podrían «frenar el crecimiento», desacelerar la economía. y, por lo tanto, ser la chispa que podría precipitar el estallido de la burbuja especulativa anunciada durante meses por los propios analistas de capital.
Marxistas, militantes de la revolución proletaria, publicamos en este número un artículo de análisis teórico: «¿Dónde está la economía mundial?» Demostramos que los últimos desarrollos en la economía capitalista mundial confirman una vez más la imperiosa necesidad de derrocar a este sistema desgastado por el tiempo. La única alternativa a la barbarie es el derrocamiento del sistema capitalista basado en la propiedad privada de os medios de producción. Esta es la tarea histórica de la clase obrera, única fuerza social capaz de incorporar a todos los estratos oprimidos de la sociedad para poner fin al dominio del capital.
Como leeremos en muchos artículos en este número, ya sea que se trate de Estados Unidos, India, Francia, África del Oeste, así como Argelia, Chile, México o el Líbano, la clase obrera no tiene otra opción salvo su lucha de clase frente a los planes de destrucción que surgen de la supervivencia del capital.
En situaciones nacionales muy diferentes de un país a otro, todas estas luchas de clase plantean, para la clase obrera, la necesidad de garantizar su independencia política, lo que incluye la necesidad de la ruptura de sus organizaciones obreras con la burguesía y el imperialismo.
La ruptura con el imperialismo y sus planes: esta necesidad se plantea de manera aguda en Palestina, donde el anuncio de Trump del 28 de enero sobre su «Componenda (Acuerdo) del siglo» no significa otra cosa sino una nueva etapa de expulsión del pueblo palestino de su tierra. En esta ocasión, se escuchó a algunos que se indignaron de que el plan de Trump «se opondría a la solución de dos Estados» (es decir, un hipotético «Estado palestino» al lado del Estado sionista). Otros se indignaron de que sería «la muerte de los Acuerdos de Oslo» (es decir, los acuerdos pasados en 1993 entre el Estado sionista y la dirección palestina, bajo los auspicios de la Estados Unidos, estableciendo «bantustanes» (1) palestinos en el 20% del territorio de Palestina). La verdad es totalmente diferente: el plan de Trump se inscribe en la continuidad. La de todas las pretendidas «soluciones» impuestas desde el exterior al pueblo palestino, desde la resolución del 29 de noviembre de 1947 de las Naciones Unidas (2) sobre la partición de Palestina, a través de los acuerdos de Camp David y luego los de Oslo. El plan de Trump, lo único que hace es ir un poco más lejos, pero en la misma dirección: la barbarie. No hay otra alternativa a esto salvo respetar el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino incluyendo todos sus componentes y, si decide, el establecimiento de una Palestina laica y democrática en todo el territorio de Palestina, reconociendo la igualdad en derechos de todos sus ciudadanos, independientemente de si tienen o no una religión.
Es por esta razón que las organizaciones CORCI están totalmente involucradas en el llamado de 407 militantes obreros de todas las tendencias de 52 países para convocar, el 5 y 6 de noviembre de 2020, en París, una conferencia mundial contra la guerra y la explotación, por la Internacional Obrera.
Formaremos parte de ella porque en la profunda crisis del movimiento obrero mundial, los militantes, grupos, tendencias, organizaciones, cuyas fuerzas combaten por la reconstitución de la IV Internacional, consideran que no es posible aceptar las exigencias del capital en descomposición, que tiene la responsabilidad, más allá de sus experiencias y sus orígenes, de unirse para abrir otra vía al movimiento obrero, el de la lucha contra la guerra y la explotación, por la Internacional Obrera
27 de febrero de 2020
(1) Bajo el régimen racista del apartheid en Sudáfrica, los bantustanes eran trocitos de territorios reservados a los negros, supuestamente «autónomos» y administrados por jefes locales.
(2) La resolución 181 de las Naciones Unidas (29 de noviembre de 1947), apoyada por los imperialistas estadounidenses, británicos y franceses, así como por la burocracia estalinista de la URSS, impone la división de Palestina entre un Estado «judío» y un Estado árabe, que nunca verá la luz del día.