
El TLCAN, firmado hace cerca de 30 años por los gobiernos de Estados Unidos, México y Canadá, ha sido un desastre para los trabajadores en los tres países, con pérdida masiva de empleos, desreglamentación, privatizaciones a montón y con pérdida de soberanía en México.
Andrés Manuel López Obrador en su conferencia de prensa en Washington al lado de Donald Trump, explicó que este nuevo tratado — el T-MEC — tiene una importante mejora, a saber, el capítulo 23 sobre derechos laborales y sobre todo el inciso 10, donde, se nos dice, hay tribunales donde puede ir cualquier trabajador con una queja para hacer respetar el Convenio 89 de la OIT.
Recientemente tuve el honor de participar en un foro patrocinado por la Nueva Central de Trabajadores, la NCT. Uno de los oradores fue el destacado organizador laboral Héctor de la Cueva, quien explicó que el futuro de México está siendo empeñado por el nuevo T-MEC. “Se presenta como la panacea para el desarrollo económico del país”, dijo, “cuando en realidad representa un candado enorme para el desarrollo económico de México”. El compañero de la Cueva luego caracterizó el capítulo sobre Derechos Laborales en el T-MEC como “un bello lunar en un cuerpo monstruoso”.
Estoy de acuerdo: El T-MEC es un cuerpo monstruoso, pero diría mas bien que el Capítulo Laboral es un recubrimiento azucarado en una píldora venenosa que nosotros, los trabajadores y los pueblos oprimidos, estamos llamados a tragar.
El capítulo laboral suena muy bien, pero la realidad es otra. Los ejemplos de violaciones muy serias a los derechos laborales hoy, más de dos años después de que se promulgó la nueva Reforma Laboral de México, son innumerables. Estas violaciones las conocen ustedes en carne propia.
Todo esto no es una casualidad; por su misma naturaleza el T-MEC es un acuerdo que beneficia a las corporaciones, las cuales buscan bajar los salarios, las prestaciones y el nivel de sindicalización, Es un acuerdo que busca destruir todas nuestras conquistas, empezando por las empresas y los servicios públicos, considerados como “barreras al libre comercio.”
En Estados Unidos, nos hemos pronunciado fuertemente contra la cláusula ISDS (sobre solución de controversias) que protege a los inversionistas y a las empresas estadounidenses petroleras, siendo el petróleo la columna vertebral de la soberanía de la nación mexicana. En el caso de que México decidiera re-reglamentar o re-nacionalizar el petróleo, la queja de los inversionistas se llevaría a un tribunal internacional y la renacionalización sería revertida por medio de la cláusula ISDS. El tratado está estructurado de tal forma que desvanece toda posibilidad de impedir que las corporaciones transnacionales petroleras impongan su ley.
La cláusula ISDS está en el centro, en el corazón mismo, del acuerdo.
El T-MEC no facilitará la organización de sindicatos independientes, a pesar de todas las afirmaciones de sus partidarios de que las nuevas disposiciones laborales son un paso adelante.
Sólo la lucha por los derechos laborales y por el sindicalismo independiente en ambos lados de las fronteras por los trabajadores y sus aliados asegurará nuestros derechos y nos permitirá conquistar nuevos logros.
Entonces, ¿qué hacemos? Afirmemos en voz alta NO al T-MEC. Movilicémonos, construyamos amplias alianzas transfronterizas – y preparemos el terreno para revocar el T-MEC y para echar abajo el infame Muro de la Vergüenza