Era el 10 de julio. Un millar de manifestantes estafados por los bancos locales manifestaron en Zhengzhou.

En la provincia de Henan (en el centro-este de China), 400,000 personas encontraron bloqueado el acceso a sus cuentas bancarias. Esto sucede desde el 15 de abril. Se trata de depósitos individuales que, en total, alcanzan una suma de ¡mil quinientos millones de euros!
Esta estafa es posible gracias a las ligas entre la red de mafiosos y los burócratas locales corruptos del Partido Comunista chino (PCC). Ambos se apoyan mutuamente y cuentan con la represión del aparato de Estado para intentar acallar todas las protestas.
Pero no es tan simple. Desde el 15 de abril, los desafortunados ciudadanos que ya no pueden retirar dinero se posicionan. Se organizan, a pesar del hostigamiento de los responsables locales del PCC, de empleadores amenazándolos de despido, y de sus agentes que los persiguen hasta sus domicilios, de ellos y de sus familias.
En junio incluso se utilizó el método del “código rojo”. Se trata de un código impuesto al ciudadano declarado positivo al Covid y que no tiene el derecho de circular. Con la intervención de los funcionarios corruptos, a los afectados se les atribuyó ese código rojo sin que ningún control sanitario haya existido de por medio. No tenían el derecho de salir de casa para manifestar.
Eso no impidió que un millar de personas llegadas de varias ciudades de provincia se reunieran con megáfonos y pancartas frente a la sucursal del Banco central de China, en Zhengzhou. En las pancartas se lee: “¡No a la corrupción y a la violencia del gobierno en Henan!, el sueño chino de 400,000 familias fue convertido en polvo”. La policía dispersó violentamente el sitio con la ayuda de misteriosos esbirros que molían a golpes a los protestatarios.
Algunos días más tarde, la administración financiera de la provincia tuvo que anunciar que haría recuperar el dinero para los más pequeños depósitos. Se anunciaron dos olas de arrestos de responsables locales de esos bancos. El principio de la investigación muestra que una red mafiosa operaba desde el 2011, y que transvasaba los fondos de esos bancos rurales. Diez años de malversaciones y de colusión de los círculos locales del poder aparecen como resultado de esta movilización popular. La burocracia se propone, por supuesto, utilizar la política del chivo expiatorio cargando la culpa sobre los rangos inferiores.
Pero eso puede encontrar sus límites, en los momentos en que el affaire interviene mientras que Xi Jinping, secretario general del PCC y presidente de la República acababa de congratularse de los resultados de su campaña de lucha contra la corrupción, iniciada hace diez años.
Recordemos que una de las consignas del gran movimiento popular de mayo-junio de 1989 que hizo tambalear al poder fue: “¡Tiemblen corruptos, el pueblo está en las calles!”
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Alain Denizo