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El terrible desastre ocurrido el martes 4 de agosto en Beirut, la capital del Líbano (una evaluación provisional reporta al menos 150 muertos, más de 6.000 heridos y 300.000 sin hogar) tiene una causa inmediata obvia. Con sorprendente cinismo, el primer ministro libanés Hassan Diab resume la situación:
«Es inaceptable que un cargamento de nitrato de amonio estimado en 2.750 toneladas haya estado presente en un almacén durante seis meses sin medidas de seguridad».
Es su gobierno, después de muchos otros, el responsable de esta situación.
Los libaneses no se equivocan. El sábado 8 y el domingo 9 de agosto decenas de miles se manifestaron en las calles de una ciudad devastada, frente a la violencia policial, gritando: «¡Cuelguen a todos!», «¡Revolución!», «¡Renuncia!», Exigiendo la salida de todos los que tienen el poder estatal. Por eso el pueblo no puede contentarse con la renuncia formal de un gobierno que establecido solo para atender los “asuntos actuales” lo que significa, sobre todo, represión.
La situación actual tiene causas profundas que se remontan a otros tiempos. Se deben al lugar que ocupa el Líbano en el mantenimiento del orden imperialista en toda la región. El «sistema» que todo el mundo denuncia hoy, fue creado por los distintos imperialismos, incluido el imperialismo estadounidense, aunque el imperialismo francés jugó un papel particular. La forma actual de este sistema es el aplastamiento sangriento de los refugiados palestinos al final de una guerra contrarrevolucionaria, librada con la intervención activa del Estado de Israel contra el pueblo libanés durante los años ochenta.
Es este sistema, y no el pueblo libanés, el que el presidente francés Macron rápidamente fue a rescatar. Él claramente lo confirmó en una conferencia internacional de «ayuda al Líbano» advirtiendo contra la «violencia y el caos», es decir, contra la expresión del pueblo libanés de su legítima ira. Según el titular de Le Figaro (10 de agosto): «Líbano: el mundo ofrece su ayuda condicional».

¿Que condiciones? La implementación de las demandas del imperialismo mundial como las plasmadas en los planes del FMI, como el deseo de aislar al pueblo palestino.
Macron dijo que para que la respuesta sea «efectiva, es necesario que todos estén con ustedes y también los estadounidenses» (Le Figaro, 7 de agosto). Si Donald Trump respondió a este llamado, es porque los intereses del imperialismo estadounidense implican un intento de salvar el sistema existente en el Líbano. Macron busca proteger los intereses específicos del capitalismo francés, pero actúa como portavoz de los intereses imperialistas globales. Su «gesto» anuncia nuevos desastres para el pueblo libanés.
La ayuda incondicional e inmediata al pueblo libanés comienza con la cancelación de la deuda, el abandono de todas las demandas del FMI y el cese de cualquier injerencia de las grandes potencias. El pueblo libanés es soberano, depende de él decidir, nadie puede reclamar el derecho a obstruir su voluntad de acabar con un régimen y un sistema corruptos.
François Forgue
Texto originalmente publicado en La Tribune des Travailleurs nº 251