Los periódicos dirán que murió un hombre llamado Joaquín Lavado, y quizás esto no sea noticia, porque en los últimos tiempos ciertamente han muerto muchos Joaquines en el mundo, sin embargo, sucede que este Joaquín fue, en vida, el creador de una historita mundialmente famosa: Mafalda. Así las cosas cambian.
Escrita entre 1964 y 1973, Mafalda, ciertamente no murió, y es más, parece gozar de buena salud y, sobre todo, de muy buena intuición.
Una vez le preguntaron a Quino qué hubiera pasado si en lugar de dejarla cristalizada para siempre en su infancia, Mafalda hubiera crecido con los años, y el caricaturista respondió algo así:

Ella habría sido un adolescente en la dictadura y habría desaparecido con ella.
Quino fue, a través de Mafalda, el catalizador del pensamiento progresista de unos argentinos que tuvieron que atravesar los duros años 60 y 70, plagados de dictaduras militares y gobiernos formalmente democráticos y débiles, siempre barnizados, por una crisis económica implacable.
Mafalda fue la voz crítica de la política intervencionistas del imperialismo yanqui en América Latina, y la denuncia constante de un mundo que perdió sentido ante el infame espectáculo de conflictos bélicos como la guerra de Vietnam.

Con Mafalda, Quino representó la sublimación, en tiras cómicas, de la fuerza revolucionaria de la juventud de esa época, que en el contexto de Mafalda era poderosa, existencial y revolucionaria.
La posibilidad política que resonó en el mundo se tradujo en las viñetas como una cuestión de infancia, que se resolvió con resignación, por los límites de los adultos, la realidad inmutable, la escuela, los sueños rotos de padres sumisos, o la explotación del trabajo infantil de Manolito. Los soñadores: Felipe, Mafalda no desencantada desde el principio, el hermano pequeño Guille, Libertad, la más pequeña de la familia, fueron ridiculizados por el autor o caricaturizados en abstractos soñadores.
Los concretos, Susanita y Manolito, que definieron sus metas de vida y obedecieron al orden o al capital, prosperaron o sufrieron menos. El autor QUINO escondía en sus chistes la posibilidad de molestar al lector; metonimia de esto, la metáfora de sopa crítica para señalar a los militares y sus métodos para imponer castigos.
Prisionero de una de sus famosas frases, aquella en la que Mafalda dice:
«Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno.
en 2016 podemos ver a Quino dando declaraciones en una entrevista que implican un apoyo implícito a la candidatura de Mauricio Macri.
Pero más allá de eso, sigo pensando como Mafalda:
. Lo ideal seria… tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho, así… ¡¡¡Pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría!!

Ricardo Martinez
(traducción: Mônica Giovannetti)