Manifiesto adoptado por la Tercer Conferencia Internacional del Comité de Organización Por la Reconstitución de la Cuarta Internacional (CORCI) (8, 9 y 10 de noviembre de 2020)
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A las trabajadoras, trabajadores, jóvenes, militantes obreros del mundo entero
Y a todos aquellos que quieren terminar con la explotación capitalista
Nuestra III Conferencia del Comité de Organización por la Reconstitución de la IV Internacional tiene lugar en un contexto muy particular. En nombre de la lucha contra la pandemia, los gobiernos del mundo entero han tomado medidas de excepción haciendo imposible la libre circulación y cuestionando, en la mayor parte de los países, las libertades de organización, de expresión que son la única arma de los trabajadores en su lucha contra la explotación capitalista. Confrontados a estas circunstancias excepcionales, determinados, a pesar de todo, a reagrupar las fuerzas de los que combaten por reconstituir la IV Internacional sobre la base de su programa y de sus principios, hemos reunido la III Conferencia del CORCI recurriendo a las nuevas tecnologías de comunicación. Ella fue preparada a través de una amplia discusión internacional, con la publicación de cinco boletines interiores internacionales reproduciendo las contribuciones de compañeros de dieciséis organizaciones nacionales. Al cabo de tres sesiones de cinco horas cada una durante las cuales la discusión más libre fue realizada, hemos decidido llamar esta III Conferencia del CORCI “Conferencia de Alarma”. Adoptamos este Manifiesto.
1/ La IV Internacional fue fundada en 1938 sobre un programa cuya base es la siguiente: Las condiciones objetivas de la revolución proletaria “no sólo están maduras, sino que han empezado a podrirse”. Pero “Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe”. La Cuarta Internacional afirmaba en ese programa que su creación era el resultado “de grandes acontecimientos; de las más grandes derrotas que el proletariado en la historia provocadas por la traición de los dirigentes socialdemócratas y estalinistas: “La Tercera Internacional, después de la Segunda, ha muerto para la revolución.
¡Viva la Cuarta Internacional»!
Porque, continua el programa, “La situación política mundial en su conjunto, se caracteriza, ante todo, por la crisis de la dirección del proletariado”. Por lo cual la siguiente conclusión: “Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria”.
En el período inmediatamente posterior a su constitución, la IV Internacional tuvo que enfrentar el embate de la Segunda Guerra Mundial. Si bien sus militantes se vieron afectados por la represión en todas partes, ya que las condiciones de circulación entre trabajadores y militantes en todo el mundo se volvieron imposibles, la IV Internacional celebró, en 1940 una conferencia de emergencia que adoptó un “manifiesto de alarma”. Este proclamaba que, si la guerra imperialista traía consigo una terrible destrucción, se traduciría también en los más importantes levantamientos revolucionarios poniendo en tela de juicio la existencia del régimen capitalista de explotación tanto en los países imperialistas desestabilizados por la guerra como en los imperios coloniales dónde las masas oprimidas y explotadas se alzarían contra la dominación imperialista.

A diferencia de la de 1940, nuestra Conferencia de Alarma de 2020 tiene lugar en un contexto donde, en todo el mundo, a pesar de los obstáculos y restricciones a las libertades, los trabajadores y los pueblos se están levantando contra los gobiernos imperialistas y los gobiernos que son el relevo su política. Desde el verano de 2019, en Argelia, Chile, Líbano, Bielorrusia, China, Estados Unidos, Indonesia, Tailandia, Malí, Sudán, Nigeria, Guinea, Irak y en la India (donde el movimiento de la juventud se ha unido a sectores esenciales del movimiento obrero, enfrentándose al intento de dividir a la clase obrera y las masas explotadas discriminando a los hindúes de confesión musulmana), los trabajadores y los jóvenes se levantan, por sus reivindicaciones económicas, y también por sus reivindicaciones políticas y democráticas. No hay duda de que en las medidas tomadas por los gobiernos hay un cálculo: aprovechar las circunstancias para ahogar las libertades de organización, expresión y manifestación. Lo cierto es que este continuo desarrollo de estas luchas de resistencia y movilizaciones obreras constituye una clara indicación. Para el imperialismo, ha llegado el momento de desencadenar la barbarie, hija legítima de un sistema fallido que sólo puede llevar a la humanidad de una crisis a otra. Pero para la clase obrera, la perspectiva es muy diferente: la reconstrucción de la sociedad sobre otras bases, las de la apropiación de los medios de producción por parte del mayor número.
Ha llegado el momento de poner fin al fallido sistema capitalista. Ahora es el momento de combatir por el socialismo, por la emancipación obrera que requiere la socialización de los medios de producción y la transferencia del poder político a la clase obrera que toma el control de la economía.
2/ En este contexto, la celebración de nuestra Conferencia de Alarma adquiere un significado particular. Provenientes de China, Corea, Pakistán, Bangladesh, India, Afganistán, Rusia, Grecia, Alemania, Suiza, Bélgica, Gran Bretaña, Hungría , Italia, Portugal, Francia, Argelia, Marruecos, Túnez, Senegal, Togo, Costa de Marfil, Benín, Zimbabue, África del Sur, Burundi, Palestina, Perú, Brasil, México, Haití, Estados Unidos, Canadá, Rumania y Serbia, son 35 países (los compañeros de Turquía se vieron imposibilitados ya que fueron hospitalizados), nosotros, delegados, representantes de organizaciones, corrientes, grupos, que participan en el combate obrero en nuestros respectivos países, reagrupamos nuestras fuerzas en esta Conferencia de Alarma por la reconstitución de la IV Internacional (el 8, 9 y 10 de noviembre 2020).
Para muchos de nosotros, miembros de organizaciones que desde hace décadas han estado combatiendo por el programa de la IV Internacional fundada por León Trotsky en 1938; para otros trabajadores militantes de otras corrientes, afirmamos que, más que nunca, es necesario trabajar por la reconstitución de la IV Internacional. Reconstitución que se basa en la actualidad del programa histórico adoptado en la Conferencia fundacional de la IV Internacional en 1938 y en la continuidad de la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional que culminó con la Conferencia de reproclamación en 1993.
Superando los obstáculos, nos hemos dado los medios para llevar a cabo esta discusión en esta Conferencia de Alarma durante tres días, porque compartimos la convicción de que no hay salida, ningún futuro para la humanidad es posible en el marco de mantenimiento de este sistema capitalista basado en la propiedad privada de los medios de producción. Cualesquiera que sean las formas, las ilusiones sobre una posible mejora o humanización del sistema siempre se han hecho añicos sobre la realidad de un sistema capitalista que sólo conoce una ley: la ganancia basada en la explotación de la fuerza de trabajo asalariado, y que, para preservar sus márgenes de ganancia, no duda en destruir en masa las fuerzas productivas existentes, comenzando por la primera de ellas, la fuerza productiva del trabajador.
Nuestra experiencia en la lucha de clases en nuestros respectivos países nos lleva a considerar que millones y millones de trabajadores comprometidos en el combate de resistencia no sólo están motivados por el deseo de arrancar satisfacción a las reivindicaciones más inmediatas. A través de este combate la clase obrera plantea con fuerza la necesidad de una reorientación del curso de la humanidad, por ende de una ruptura con ese sistema capitalista. Es el combate por el socialismo lo que está la orden del día.
Esta reorientación requiere la construcción de auténticos partidos obreros en las formas propias de cada país, partidos obreros que sólo podrán asumir la tarea de la toma del poder por parte de la clase obrera con la condición de dotarse del programa revolucionario proletario de la IV Internacional.
Afirmar esto no es tener un enfoque ultimatista. Comprendemos que los procesos de reorganización del movimiento obrero sobre un nuevo eje son complejos, pasarán a través del necesario reagrupamiento de trabajadores y de militantes que tienen sus raíces en todas las corrientes que históricamente han vertebrado el movimiento obrero. Pero es nuestro deber, sobre la base de la experiencia histórica del movimiento obrero durante casi dos siglos y armado con la experiencia de la Primera, la Segunda, la Tercera Internacional y la larga historia plagada de crisis de la propia IV Internacional, para afirmar la necesidad de dotar a los partidos obreros revolucionarios, cuya construcción es fundamental, de la herramienta teórica, práctica y de intervención que constituye el programa concentrado de toda la experiencia del movimiento obrero: que de la IV Internacional. Esto se debe a que el objetivo no es simplemente la resistencia económica, indispensable a tal o cual reivindicación, sino el combate por el socialismo.
3/ El 24 de marzo pasado, cuando la epidemia del Covid-19 se transformó en catastrófica pandemia, afectando todos los continentes, las organizaciones miembros del CORCI adoptaron una declaración que lleva por título: ¡El sistema capitalista en bancarrota y los gobiernos a su servicio: responsables y culpables de la expansión de la epidemia de coronavirus!
Nosotros afirmamos en particular que: Al momento de escribir esto, nadie puede predecir el fin, forzosamente catastrófico de la pandemia de coronavirus, que hoy amenaza la vida de cientos de millones de mujeres y hombres y niños en todo el mundo. Por el contrario, las condiciones que permitieron y permiten que esta pandemia tome estas proporciones catastróficas, las condiciones que permiten su rápida extensión rápida a toda la superficie del globo, son conocidas por los trabajadores y los pueblos de todo el mundo. Porque todas provienen de decisiones políticas tomadas y aplicadas desde hace décadas por los gobiernos de las grandes potencias capitalistas, por gobiernos de diversos países “en vía de desarrollo” en todos los continentes unos y otros guiados únicamente por la defensa de los intereses de las grandes multinacionales, los grandes bancos y la especulación. Decisiones políticas derivadas de la subordinación de toda la civilización humana a la ley del beneficio capitalista. Son las decisiones políticas de estos gobiernos, ya sean de “izquierda”, “progresistas”, de derecha al servicio de los capitalistas que desmantelan los sistemas de protección social, que los trabajadores habían arrancado a través de su lucha de clase. Son las decisiones políticas que estos gobiernos han adoptado y adoptan para desmantelar y privatizar los sistemas de salud pública, cancelar cientos de miles de empleos de médicos y trabajadores de hospitales, cientos de miles de camas de hospital y miles de hospitales, servicios médicos, dispensarios Son las decisiones políticas de estos gobiernos las que estrangulan financieramente la investigación científica pública básica, impidiendo a los científicos realizar su investigación sobre los virus emergentes. Son las decisiones políticas de estos gobiernos que permiten que los trust farmacéuticos acumular gigantescas ganancias al producir al «costo laboral» más bajo, provocando la escasez actual de productos tan simples como las máscaras, las pruebas de detección de la enfermedad o productos desinfectantes. Son las decisiones políticas de estos gobiernos de las potencias económicas capitalistas, como Estados Unidos, de Gran Bretaña de Alemania, de Francia o de Canadá, etc., las que organizan el saqueo de las naciones de África, América Latina y Asia. Saqueo que da como resultado que, según UNICEF, 3 000 millones de seres humanos (40% de la población mundial) no tienen acceso ni a jabón ni al agua corriente y, por lo tanto, no pueden lavarse las manos varias veces día para limitar la transmisión del virus. Sin hablar de los miles de millones de seres humanos que sólo pueden alimentarse una vez al día. A las dramáticas consecuencias de estas decisiones ahora se agregan las consecuencias sociales del nuevo colapso financiero, que estaba anunciado desde hace meses en la continuidad de la crisis de 2008-2009 y que la pandemia ha acelerado su estallido., Lo que se traduce desde ahora con el anuncio de los gigantescos planes de despido en los sectores del automóvil, de la aeronáutica, de los bancos, del comercio, de servicios, del sector de hilado y textil”.
4/ Han pasado casi ocho meses desde el 24 de marzo. Esta declaración sigue siendo totalmente de actualidad. La humanidad se enfrenta a la segunda ola de la pandemia, que probablemente sea aún más devastadora. Algunos gobiernos capitalistas (entre los que más han fracasado ante la crisis) pronostican que después de la segunda ola podría surgir una tercera.
Expertos del capital financiero norteamericano ya han denominado el período que comenzó a principios de año «La Otra Gran Depresión», refiriéndose explícitamente a la crisis de 1929-1933. Expertos del capital financiero más poderoso del mundo basan esta evaluación primero en el estado del mercado del trabajo en los propios Estados Unidos. La fuerza laboral ha sufrido un impacto sin precedentes. En abril de 2020, el 50% de la fuerza laboral total, 80 millones de los 160 millones de trabajadores estadounidenses, estuvieron desempleados durante por lo menos dos meses. En octubre de 2020, esta tasa de desempleo todavía supera el 25%. Este colapso del mercado laboral no es coyuntural. La mayoría de las ramas de la industria han anunciado planes para decenas de miles de despidos definitivos, a los que hay que añadir los recortes de empleo del gobierno federal (más de un millón), los millones de pequeñas y medianas empresas en quiebra. El exsecretario de Estado en Finanzas, Lawrence Summers, declara que la pandemia en curso representa «la mayor amenaza para la prosperidad que Estados Unidos ha enfrentado desde la Gran Depresión». En base a estudios, este dirigente político del imperialismo estadounidense estima las pérdidas causadas hasta ahora a la economía capitalista estadounidense por esta primera ola de Covid-19 a 16 billones de dólares, casi el equivalente al PIB anual de la primera potencia capitalista del mundo.
Tal es la realidad, en los Estados Unidos y en el mundo entero, no de las consecuencias económicas de la epidemia como tal, sino del colapso del sistema capitalista basado en la propiedad privada de los medios de producción. Colapso que, madurando en la fase que precede a la epidemia, se precipitó en esta ocasión. La destrucción masiva de empleos industriales —más generalmente de las fuerzas productivas— en la principal potencia imperialista del mundo obviamente tiene su corolario en todos los países y en todos los continentes. Según la Organización Internacional del Trabajo, únicamente en los dos trimestres de 2020 el equivalente de 400 millones de empleos a tiempo completo se han perdido. Los trabajadores y las empresas de “la economía informal”, son las más afectadas. La OIT estima en mil seiscientos millones la cantidad de trabajadores de la economía informal (es decir el 76% del trabajo informal a escala mundial), gravemente impactados por las medidas de cierre de empresas, la juventud estando en primera línea. Las pérdidas de salarios para estos trabajadores, particularmente vulnerables, son considerables y provocan una progresión fulgurante de la tasa de pobreza.
5/ En todo el mundo, la situación está marcada por esta destrucción masiva de las fuerzas productivas y especialmente de la fuerza productiva del proletariado. Se han destruido cientos de millones de puestos de trabajo en unos cuantos de meses. Los sectores más vulnerables de la clase obrera son los primeros afectados. Los empleos precarios, empleos del sector llamado informal, contratos a duración determinada, pequeños trabajos que permiten a los estudiantes sobrevivir, son trabajos que se liquidan generalmente sin previo aviso, sin garantía, sin compensación. Cientos de millones de proletarios y sus familias se ven así precipitados en la indigencia total. Las mujeres y los jóvenes a menudo constituyen la mayoría de los trabajadores privados repentinamente de empleo, al igual que los dalits en la India, los trabajadores negros y latinoamericanos en los Estados Unidos y las minorías discriminadas en todas partes. Más allá de estas capas las más vulnerables, las más sobreexplotados, está toda la clase obrera, incluidos las capas más calificadas, los trabajadores que disponen de contratos permanentes y estatutos, que hoy se ven empujados en el camino de la precariedad.
6/ La crisis profunda que se manifiesta en el propio corazón de los Estados Unidos, la mayor potencia imperialista, piedra angular del sistema capitalista mundial, tiene su origen en la creciente resistencia de trabajadores y jóvenes en Estados Unidos, a la vanguardia de la cual se encuentra el movimiento «Black Lives Matter. Este movimiento expresa la intervención en el escenario político de las capas más explotadas y oprimidas de la clase obrera: la clase obrera negra. Pone de relieve la cuestión democrática de la igualdad efectiva de los derechos para todos los ciudadanos. Al hacerlo, ataca los cimientos mismos del sistema político mediante el cual la clase capitalista ejerce su dominio en los Estados Unidos.
La población negra, inicialmente entregada a la esclavitud utilizada como medio de acumulación capitalista en los Estados Unidos, desde siempre ha sido mantenida dentro de un marco institucional que le niega sus derechos más elementales. La rebelión que se exacerba y que se afirma en las manifestaciones en todas las grandes ciudades contra los asesinatos y la brutalidad policial apunta a las mismas instituciones del Estado que asegura las condiciones para la explotación capitalista.
La voluntad de los trabajadores y de los jóvenes negros de organizarse para luchar, para forjar sus propias organizaciones, constituye un llamado a todos los trabajadores, a todos los oprimidos a romper las cadenas de los dos partidos imperialistas, el Partido Republicano y el Partido Demócrata, para que abran paso al partido de todos los trabajadores, un Labor Party al cual la lucha por un partido obrero negro le está íntimamente vinculada.
7/ Esta destrucción masiva del proletariado (que también adopta la forma de cuestionar las garantías que, arrancadas por la lucha de clase durante dos siglos, limitan y frustran la explotación) va acompañada del otro polo de la sociedad de considerable enriquecimiento, de una verdadera explosión de beneficios capitalistas. Un informe publicado el pasado mes de septiembre, indica que los 643 multimillonarios más ricos de Estados Unidos ya habían ganado 845 miles de millones de dólares en seis meses. Los mercados bursátiles mundiales se ven sacudidos por convulsiones que se originan por la avalancha de liquidez vertida por los bancos centrales. Destinados, oficialmente, a «reactivar» la economía y el empleo en realidad, ayudan a las multinacionales a reestructurarse, es decir a deshacerse de decenas de millones de puestos de trabajo que estas consideran «improductivos» o insuficientemente productivos. Pero —y esta es la contradicción— estas montañas de liquidez deben encontrar, a toda costa, los medios para valorizarse. Esto a pesar de la ausencia de reactivación del consumo.
Aquí se expresa la contradicción fundamental del sistema capitalista en su fase de decadencia imperialista: por un lado, la tendencia al desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas capaces de producir más de lo que la humanidad necesita para vivir en condiciones convenientes; y por otro lado, la búsqueda de ganancias que implica constantemente la destrucción de las fuerzas productivas, reduciendo aún más la capacidad del mercado para absorber lo que sería posible producir.
Esta crisis será sin duda, en toda la historia del capitalismo, como la de la destrucción más gigantesca de las fuerzas productivas a escala mundial (sin contar las dos guerras mundiales del siglo XX). Pero al mismo tiempo, porque es necesario generar beneficios a toda costa, el brote de la actividad económica parasitaria está experimentando un nuevo auge, ya sea en la especulación, en la economía de la deuda, de la automatización destructiva de los puestos de trabajo o incluso la economía de armamentos.
8/ En medio de la crisis de Covid, las cinco multinacionales de la economía digital (Google, Amazon, Apple, Facebook, Microsoft) registraron ganancias récord. Su capitalización de mercado está ahora valorada en 7 billones de dólares, (es decir el equivalente al PIB de Alemania y Francia juntos). Al encontrarse todos en una situación de casi monopolio en sus mercados, se han beneficiado enormemente de la pandemia con el desarrollo del teletrabajo, la digitalización de los procesos productivos. La afirmación por todos los gobiernos de su voluntad de continuar por este camino los conforta. Han visto aumentar su volumen de negocio en un 40% desde el período anterior a la pandemia. En cuanto a la fortuna de los Patrones de estos grupos, ha llegado a nuevas alturas, superando los 500 mil millones de dólares.
Estos monstruosos récords adquieren mayor significación a medida que, al mismo tiempo, se derrumban los sectores más antiguos del petróleo, la aeronáutica y el automotriz. También colapsan los llamados sectores de servicios a los que hace unos años se les aseguró que salvarían puestos de trabajo y que, hoy, están liquidando puestos de trabajo por millones.
9/ Aquí se verifica a una escala sin precedentes el análisis de Marx según el cual “en una determinada etapa de su desarrollo las fuerzas productivas se transforman en fuerzas destructivas,” fuerzas destructivas que en el primer rango de las cuales Marx clasificó “maquinaria y dinero». La maquinaria que reemplazó a su vez el trabajo vivo (humano, productivo de plusvalía) por trabajo muerto (la máquina que transfiere una parte de su valor sin crear nuevo valor por sí misma) ha cedido su lugar a un “súper maquinaria” que cumple la misma función, en una escala un millón de veces superior.
Como para todos los progresos técnicos y científicos, uno se podría imaginar que, liberados de la imposición de la producción teniendo como único propósito la ganancia, y puestas al servicio de un desarrollo harmonioso de las fuerzas productivas, las nuevas tecnologías permitirían poner fin a la degradación física y moral del trabajador, disminuir el tiempo de trabajo necesario de cada uno, y liberar el tiempo libre para la realización personal y las aficiones. Pero en esta sociedad capitalista, es mortal la ilusión de que el recurso a nuevas tecnologías mejora la suerte de la clase obrera. La realidad es lo inverso. La economía digital actúa principalmente como una fuerza de destrucción masiva del trabajo humano: cientos de millones de puestos de trabajo destruidos o amenazados de destrucción masiva, las garantías colectivas arrancadas por la clase obrera destruidas en el altar del trabajo a distancia, la individualización, la subcontratación, la contratación, el autoempleo.
Todas las necesidades humanas más elementales están sometidas a esta lógica de búsqueda de ganancia. Así, la lucha encarnizada sobre quién desarrollará primero las vacunas [contra el Covid-19 —ndlt]no es una lucha sobre quién salvará a la humanidad de la pandemia, es una lucha entre Estados, entre multinacionales cuyos únicos motores son el acaparamiento de nuevas vías de ganancia.
Lo mismo ocurre con la deuda. Según una proyección de la agencia calificadora Standard and Poor’s, la deuda global a escala mundial (deuda pública, deuda personal, deuda de las empresas) habría tenido una progresión del 10% únicamente en 2020. Esta alcanzaría el astronómico total de 200 billones de dólares, o más de dos años y medio del PIB mundial de la producción de mercancías. Esta deuda de magnitud sin precedentes en la historia, la fabrican los gobernantes capitalistas inundando los mercados con billones de dólares ficticios. Está destinada a inflar inmediatamente la especulación. Pero, más allá de esto, si el régimen capitalista no es derribado primero, el reembolso la deuda será utilizada durante décadas para aplastar a las clases obreras, desmantelar todos sus derechos colectivos, y a las naciones dominadas.
El edificio de la deuda mundial solo se puede sostener sobre la base de la potencia militar hegemónica del imperialismo estadounidense. La deuda es de esta manera también un motor de la economía de armamento, otra fuerza destructora. En octubre de 2020, un comunicado de prensa de la OTAN informó sobre el aumento del gasto militar de los 30 países que integran esta alianza bajo la dirección de los Estados Unidos. En pleno periodo de una recesión, el gasto militar aumentó un 4,3% en promedio en los países miembros de la OTAN, desde ahora dedican más de 1 billón de dólares. El objetivo (que antes parecía difícil de alcanzar) (2% del PIB comprometido en gasto militar para cada país miembro de la OTAN) hoy es superado por los Estados Unidos, Grecia, el Reino Unido, Estonia, Lituania Letonia, Francia. Y esto no solamente debido a la contracción del PIB sino por el aumento de los gastos de armamento.
Este incremento general de los presupuestos de armamento, está también en relación con el papel de eje impulsor parasitario de una economía capitalista en bancarrota. Pero fuerza destructora por excelencia, la industria de armamento, también se le debe poner en relación con las guerras que se multiplican, dislocan, descuartizan los Estados-nación.
La nación fue constituida por la burguesía en su fase ascendente, como marco en el cual podían desarrollarse las fuerzas productivas y la conquista del mercado mundial. El imperialismo putrefacto cuestiona la existencia de las naciones impulsando una política de dislocación y de descuartizamiento. Eso toma formas diversas como, por ejemplo, en la región de Sahel, la combinación entre grupos terroristas e intervenciones militares imperialistas (en particular la francesa). El pueblo palestino se ve negar el derecho a la nación.
La bandera del combate por la soberanía de las naciones ha pasado, definitivamente, a las manos dele proletariado.
La multiplicación de conflictos armados prepara la posibilidad de guerras a otro nivel. Los trabajadores no olvidan que en 1945 el imperialismo estadounidense no dudó en destruir Hiroshima y Nagasaki con el fuego nuclear para afirmar su posición preeminente a escala mundial. Hoy, cualesquiera que sean los riesgos que esto entraña para la estabilidad de la dominación capitalista, el recurso a la guerra generalizada puede, en algún momento, afirmarse como el único medio de intentar imponer una solución a la crisis que estrangula el sistema capitalista
10/ Otra expresión de la barbarie capitalista se puede constatar cotidianamente con las decenas de millones de hombres, mujeres y niños expulsados a las rutas del exilio. Esto porque sus naciones han sido destruidas por los estragos de guerras fomentadas por el imperialismo a través de los planes de ajuste estructural del FMI y del Banco mundial, por las políticas dichas de libre-cambio de las multinacionales. Son imágenes dan escalofrío: decenas de miles de personas que vienen de toda África ahogados en el Mediterráneo, los Rohingas masacrados y echados de su país, jóvenes y trabajadores hechos prisioneros en la frontera entre México y los Estados Unidos, cientos de niños encerrados en jaulas, separados de sus familias, torrente incalculable de refugiados que vienen de Siria y del Medio Oriente, encerrados detrás de alambradas en Europa. Según los informes de la Naciones Unidas, casi 80 millones de personas en el mundo se han visto forzadas a dejar su tierra mientras que el número total de refugiados se duplicó y más en la última década.
11/ En un plano diferente, las mismas amenazas se multiplican en lo que concierne a la relación entre la humanidad y su medio ambiente. Nosotros, participantes a la Conferencia de Alarma, compartimos plenamente el documento de la fundación de la Alianza Internacional de Jóvenes por el Socialismo (septiembre de 2019) que afirma: “El socialismo no es una utopía, es simplemente la única vía posible para proteger al género humano y a su medio ambiente y para abrir de nuevo el camino del progreso”. La sobrevivencia del sistema capitalista, tiene consecuencias destructivas sin límite en un número considerable de aspectos. Hoy en día, la existencia misma del género humano está amenazada. Estas dos cuestiones están íntimamente entrelazadas.
Rechazamos todo intento de considerar la amenaza sobre el medio ambiente como algo en sí, separada de las fuerzas destructivas de la humanidad que comienzan por la destrucción de la fuerza de trabajo humano. Una distinción así conduce inevitablemente a posiciones como el del movimiento por el “decrecimiento,” el cual condena a la “sociedad industrial” y el “sobreconsumo”, y no el capitalismo, como responsable de la destrucción del medio ambiente de la humanidad.
Esta posición conduce en nombre del combate contra el recalentamiento climático a la Unión sagrada con la clase capitalista quien es en realidad la única responsable de la proliferación de las fuerzas destructoras de la humanidad y de la naturaleza.
El régimen capitalista está organizado sobre un principio fundamental, el derecho inalienable para realizar ganancias a través de la explotación a la vez de la fuerza de trabajo de los trabajadores y de la naturaleza. Esta lógica solamente tiene en la mira el interés a corto plazo. El desarrollo totalmente anárquico de la producción capitalista ha producido consecuencias devastadoras sobre el plano del medio ambiente. Desde los barrios aledaños a las grandes urbes de América Latina, donde la población vive en medio de inconcebibles amontonamientos de desechos tóxicos, hasta el desastre de la empresa química de Bohpal en India, pasando por la contaminación de los recursos del agua en Flint en Michigan (EE.UU), la destrucción del Amazonas y otras selvas esenciales que juegan un papel mayor para preservar la capa de ozono —todo esto expresa el hecho que lo único que importa es la ganancia a corto plazo.
No obstante, es posible imaginar una sociedad capaz de tomar en cuenta no solamente las necesidades a corto plazo del género humano, si no también sus necesidades históricas a largo plazo. Una sociedad así no puede estar basada en la búsqueda de la ganancia para unos cuantos. Debe estar basada en la búsqueda de la satisfacción de necesidades humanas y del desarrollo de la humanidad en una relación totalmente diferente y harmoniosa con su medio ambiente. Eso supone poner fin al sistema de la propiedad privada de los medios de producción. Exige poner en la orden del día la socialización de los medios de producción, su apropiación colectiva y eso plantea la necesidad de un gobierno de la clase obrera, de un gobierno de consejos obreros. Eso plantea también la necesidad de una revolución obrera cuestionando el régimen de explotación
12/ Padeciendo terribles golpes contra sus condiciones de existencia, amenazados en su carne y en su vida, los trabajadores también se enfrentan a medidas antidemocráticas contra la libertad de expresión y de organización tomadas por los gobiernos so pretexto de la pandemia. La represión más brutal recae sobre sus movilizaciones, ya sea en Argelia, Bielorrusia, Rusia, Mali, China y Hong Kong, o en Cataluña, en el Estado español. Y también, de manera espectacular en los Estados Unidos con la situación de cuasi guerra civil que alienta el capital financiero contra el levantamiento de trabajadores y jóvenes contra el asesinato de negros víctimas del racismo institucional.
Este despliegue de represión policial y judicial se generaliza también en una serie de países imperialistas con reputación de democráticos. En una gran cantidad de regímenes políticos sometidos al imperialismo, la tendencia general es acentuar los abusos antidemocráticos, semidictatoriales (si no totalmente dictatoriales). En todas partes, estas medidas se combinan con ataques contra las medidas que los trabajadores han impuesto durante décadas de combate que limitan el libre juego de la explotación. En todas partes, las leyes que protegen a los trabajadores se ven amenazadas o derogadas, o anuladas por una desreglamentación generalizada. Entonces, para dar solamente un ejemplo, en India el gobierno de Modi, usando la situación creada por la epidemia, declaró caducas las leyes y reglamentos que se oponían a los despidos.
13/ En otro nivel, los últimos meses han estado marcados por el intento del imperialismo estadounidense y del Estado de Israel de poner fin a la revolución palestina para siempre, en nombre del “acuerdo del siglo” Trump-Netanyahu, con la ahora pretendida complicidad de los regímenes árabes reaccionarios. Paradójicamente, este impulso por la expulsión ilimitada del pueblo palestino hizo que se esfumara todo el humo sobre la llamada «solución de dos Estados», haciendo que la perspectiva de un único Estado laico y democrático sea la única salida democrática posible.
14/ Pero es un hecho: la terrible destrucción y devastación que imponen los gobiernos alegando sobre la pandemia únicamente aviva el viento de revuelta contra los gobiernos en vigor. En los últimos meses tales vientos barrieron el planeta —desde las manifestaciones de protesta contra el asesinato de George Floyd y el racismo institucional en los Estados Unidos, hasta las manifestaciones masivas en Bielorrusia pasando por las manifestaciones en el extremo oriente de Rusia, las huelgas obreras en Brasil, las protestas en Argelia conocidas como el Hirak argelino, la multiplicación de las huelgas en los Estados Unidos y en Francia, el levantamiento en el Líbano… La incapacidad de los gobiernos capitalistas para ir hasta el final de su política de unión sagrada resulta, en gran medida, de este rechazo por parte de la clase obrera y los pueblos por esta política de destrucción y su búsqueda instintiva, a veces confusa, de vías de organización y acción independientes.
Por un lado, la quiebra del capitalismo aparece a la luz del día. Por otro, millones de trabajadores y jóvenes son cada día más conscientes de que lo que está en juego es el propio sistema capitalista. Millones y millones se sienten así animados, impulsados por las circunstancias, a ampliar el combate de resistencia contra a los golpes que reciben. Esta contradicción da el carácter tan frágil a la situación de los gobiernos. Porque ambos deben dar los golpes más destructivos y al mismo tiempo evitar una gran desestabilización política mediante la cual las masas tratarán de expulsarlos. Las consignas ¡“Fuera el gobierno”!, ¡“Abajo el sistema” resonaron en Beirut el pasado mes de agosto; finalmente están dando la vuelta al planeta. En particular, encajan en la profundidad de la crisis que azota al imperialismo más poderoso, los Estados Unidos. Se manifiestan en la dislocación acrecentada en Europa, en el curso de la cual todos los regímenes imperialistas europeos, en una situación crítica, se encuentran hundidos en nuevas contradicciones entre ellos y en su relación con el imperialismo estadounidense.
En todo el mundo, el sistema capitalista se tambalea sobre sus cimientos, atrapado entre el yunque de su propia crisis de descomposición y el martillo del movimiento de masas. Es por esto que es necesario hacer todo, tanto desde el punto de vista de los gobiernos imperialistas y sus partidarios directos como desde el punto de vista de los aparatos surgidos de las viejas organizaciones del movimiento obrero, para ocultar que de lo qué se trata es de una guerra de clase. Deben intentar acreditar la idea de que la pandemia sería una especie de catástrofe a la que todos, patrones y trabajadores, ricos y pobres estarían enfrentados en igualdad de condiciones y que, en consecuencia, es necesario mantenerse unidos en apoyo a los planes de emergencia que distribuyen miles de millones a los capitalistas para que se puedan encontrar soluciones. Esta es la justificación que avanza la mayoría de los aparatos de la cúpula de las organizaciones obreras para justificar su adhesión a la unión sagrada, lo que es válido incluso para los renegados de la IV Internacional que rompieron con ella en la crisis de 2015 y que, en el lapso de pocos meses, mostraron su apoyo al corrupto régimen bonapartista y abucheado por las masas por las masas (en Argelia, tanto el de Bouteflika, como la monarquía franquista contra la República Catalana), dieron su apoyo de facto a la candidatura de Biden al Partido Demócrata en los Estados Unidos, o que en Francia apoyan la coorganización entre el gobierno y ciertos aparatos sindicales de los golpes dados a los asalariados.
15/ Ayudar a la clase obrera a abrir el camino a la emancipación requiere luchar contra la unión sagrada. En la declaración del 24 de marzo escribíamos: “A pesar de sus atronadoras declaraciones y sus promesas hoy, todos estos gobiernos capitalistas son responsables y culpables de la barbarie revelada por la pandemia. En estas condiciones, ¿no es una vergüenza ver, en muchos países del mundo, a los responsables de las organizaciones políticas que hablan en nombre de los trabajadores reunidos en la «unión sagrada» con los gobiernos capitalistas? ¿No es una vergüenza ver los partidos que hablan en nombre de los trabajadores que apoyan a los gobiernos capitalistas vigentes, precisamente en el momento en que estos hacen votar, en los distintos Parlamentos, las medidas de “Estado de emergencia”? ¿Qué agravan la ofensiva de los gobiernos capitalistas contra las conquistas sociales y las libertades democráticas? Aunque saben que son necesarias las medidas sanitarias para frenar la epidemia, sin embargo, los trabajadores no llegan a la conclusión de que deben caer en la trampa que se les tiende de la «unión sagrada« con los explotadores y sus gobiernos. Los trabajadores tienen derecho a exigir que todas las organizaciones que hablan en su nombre rompan inmediatamente con la «unión sagrada« que sus líderes sellaron con los gobiernos capitalistas”.
Nada de lo que está sucediendo hoy sería posible sin esta unión sagrada de facto sellada a escala internacional y en cada país. La unión sagrada de 2020 no siempre adopta la misma forma que la unión sagrada de 1914-1918 (aunque a veces sí lo hace). No implica necesariamente participación en gobiernos imperialistas (aunque en muchos países esta es la situación). La unión sagrada de facto sellada hoy por los dirigentes del movimiento obrero oficial en la mayoría de los países se basa en su sumisión al régimen de propiedad privada de los medios de producción. Pero, precisamente la fuente de la mayor crisis que enfrenta la humanidad es este régimen. El hecho de que los aparatos dirigentes del movimiento obrero acepten quedar bajo su control crea el marco que permite la aplicación de estas desastrosas políticas.
¿Es una exageración de nuestra parte? En todas las latitudes, hemos visto a los dirigentes de los principales partidos que se reclaman, directa o indirectamente, de los trabajadores apoyar los planes de rescate del capital y los bancos. En Francia, fue por unanimidad que los diputados del Partido Socialista, el Partido Comunista Francés y La France Insoumise votaron el 19 de marzo en la Asamblea Nacional el plan propuesto por Macron que ofrece 343 mil millones de euros (¡que después fue de 560 mil millones!) a bancos y a los capitalistas. En Gran Bretaña, no solamente los diputados del Labour Party (incluida el ala «izquierda “del partido) participaron activamente en el consenso para aprobar algo parecido a un plan de rescate , sin contar siquiera con el voto del parlamento, sino además la dirección de los TUC (con el aval de la dirección del Labour votaron un «plan de rescate» similar, sino que la dirección del TUC (con el respaldo de la dirección laborista) propuso al gobierno conservador la constitución de un «comité nacional de recuperación» que solamente tiene un fin: encadenar a los sindicatos obreros con la patronal y el gobierno. En Bélgica, los líderes del PS votan «poderes especiales» para el gobierno burgués. En Alemania, la dirección del SPD lleva mucho tiempo atrapada en la «gran coalición» con los partidos burgueses. En el Estado español, es el gobierno del partido «socialista» PSOE, con Podemos y los restos del Partido Comunista los que controlan directamente el Estado para salvar a los capitalistas en detrimento de los trabajadores, al igual que en Portugal bajo la dirección de un gobierno del PS que acaba de decretar el Estado de urgencia y ha prohibido las huelgas en nombre de la lucha contra la pandemia. ¿Y qué hay del voto, en Brasil, de los parlamentarios del Partido de los Trabajadores, del Partido Comunista de Brasil y el PSOL a favor de las medidas del gobierno de Bolsonaro-Mourao para congelar los sueldos de los funcionarios públicos, bajar los sueldos del sector privado y 1 200 miles de millones de reales como regalo a bancos y capitalistas? Y podríamos tomar muchos otros ejemplos.
16/ Depende de quien quiera permanecer fiel a la lucha histórica de la clase obrera afirmar en toda circunstancia la perspectiva del socialismo y, por tanto, del gobierno obrero que procederá a la socialización de los medios de producción. Lo que integra de inmediato, para asegurar el futuro del género humano la necesidad de un plan de emergencia para salvaguardar a los trabajadores. Los revolucionarios proletarios son los únicos capaces de plantear esta cuestión en toda su dimensión. Por ejemplo, tal plan partiendo de las necesidades de la humanidad y no de la ganancia, plantea obligatoriamente la necesidad de la prohibición de los despidos, es decir el principio de que la economía debe tener como zoclo de base el mantenimiento de puestos de trabajo. Ha llegado el momento de plantear la consigna del Programa de Transición: «Reparto del trabajo disponible entre todas las manos sin reducción de los salarios», aunque signifique confiscar las ganancias capitalistas y los miles de millones que les son distribuidos por los gobiernos, y a plantear la cuestión de la “nacionalización sin indemnización ni adquisición”, es decir, la expropiación.
El período en el que hemos entrado obliga a los partidarios de la reconstitución de la IV Internacional a implementar el método del Programa de Transición, partiendo de la necesidad de reorganizar el conjunto de la producción y de la sociedad sobre la base de los derechos del pueblo trabajador para vivir. El plan de reconstrucción proletaria anticipa el desarrollo de la investigación científica, liberada de la demanda de rentabilidad y beneficio, y la construcción de una industria nacionalizada para la producción de vacunas (tan pronto como estén en la plaza pública), producción de mascarillas y pruebas de detección, producción de camas hospitalarias, formación de enfermeras, auxiliares de enfermería, cuidadores, médicos como prioridad nacional. Por lo tanto, construyamos hospitales, volvamos a abrir los que estén cerrados, reactivemos la producción, el funcionamiento de medios de transporte indispensables, contratemos profesores, construyamos escuelas que permitan cursos en pequeños grupos respetando la sana distancia física. Ahora es el momento de construir, construir más trenes donde estos fueron eliminados, construir computadoras para que cada niño forzado por los gobiernos a la educación a distancia pueda tener una computadora, etc.
Desde el Líbano a los Estados Unidos, desde Bielorrusia a Francia, en cada movilización de las masas resuena la palabra «revolución”. Millones expresan así su exigencia de expulsar a los regímenes vigentes y romper con las instituciones existentes. Muchos de estos procesos subrayan toda la actualidad de la teoría marxista de la revolución permanente: la más mínima reivindicación democrática, la más mínima reivindicación a favor de la soberanía nacional de los pueblos oprimidos, se topa con el imperialismo en descomposición, y hace de la clase obrera la única fuerza social en condiciones de ponerse a la cabeza del combate por la democracia y la soberanía, ligando estas tareas con las de la lucha por el socialismo.
Un abismo separa la naturaleza objetivamente proletaria de una serie de procesos revolucionarios en curso y la conciencia de sus actores. Esta división expresa cuánto exige la crisis de la humanidad para que se resuelva, que sea resuelta la crisis de la dirección de la clase obrera. Como lo afirma el Programa de Transición: » superar la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la inmadurez del proletariado y su vanguardia» constituye la razón de ser de la IV Internacional. Esta tarea es más urgente que nunca”. Esto es lo que está en juego en el combate por la reconstitución de la IV Internacional.
17/ En las primeras semanas de la Segunda Guerra imperialista, Trotsky, en un texto titulado “La URSS en la guerra« (25 de septiembre de 1939) formula el siguiente pronóstico: «Si esta guerra provoca, como creemos firmemente, la revolución proletaria, conducirá inevitablemente al derrocamiento de la burocracia en la URSS y a la resurrección de la democracia soviética, sobre bases económicas y culturales infinitamente más altas que en 1918 (…) Si consideramos, por el contrario, que la guerra actual no traerá la revolución sino la caída del proletariado, entonces sólo queda otra salida: la posterior descomposición del capitalismo monopolista, su posterior fusión con el Estado y la desaparición de la democracia, donde está haya continuado, a favor de un régimen totalitario. La incapacidad del proletariado para asumir la dirección de la sociedad podría conducir al surgimiento de una nueva clase explotadora de la democracia bonapartista y fascista. Con toda probabilidad, sería un régimen de decadencia, que significaría el ocaso de la civilización. Llegaríamos a un resultado similar también en el caso en el que el proletariado de los países capitalistas avanzados, habiendo conquistado el poder, aparecería incapaz de conservarlo y lo abandonaría, como en la URSS, a una burocracia privilegiada. Entonces nos veríamos obligados a admitir que la recaída burocrática no se debió al atraso del país y al cerco capitalista, sino a la incapacidad orgánica del proletariado para convertirse en una clase dominante. Entonces será necesario restaurar retrospectivamente que, en sus rasgos fundamentales, la actual URSS es la precursora de un nuevo régimen de explotación a escala internacional”.
Retomando este mismo pronóstico alternativo en forma diferente, Trotsky especifica: «
“Si, contrariamente a todas las probabilidades, la Revolución de Octubre no encuentra, durante la presente guerra, o inmediatamente después, su continuación en uno u otro de los países avanzados; y si, por el contrario, el proletariado es rechazado en todas partes y en todos los frentes, entonces ciertamente tendríamos que plantearnos la cuestión de una revisión de nuestra concepción de la época actual y de sus fuerzas impulsoras, no es necesario No se trataría de saber qué etiqueta ponerle a la URSS o a la camarilla estalinista, sino de una reevaluación de las perspectivas mundiales para las décadas, si no los siglos, por venir: ¿hemos entrado en la época de la revolución social y de la sociedad socialista, o por el contrario en la era de la sociedad decadente de la burocracia totalitaria?
Este pronóstico alternativo obviamente no se hizo realidad en la forma en que lo expresó Trotsky. Esta cuestión, quedó más o menos abierta hasta que se resolvió el destino de la URSS, resurgió con cierta fuerza después de 1989-1991, cuando quedó claro que, a pesar de los indiscutibles levantamientos obreros, la clase obrera de la ex Unión Soviética no logró una revolución política derrocando a la burocracia y restaurando la democracia de los soviets. El pronóstico de Trotsky no se cumplió en la forma en que lo había indicado, ya que la revolución proletaria no emergió victoriosa después de la Segunda Guerra Mundial, como tampoco la revolución política en la ex URSS: ¿entonces se debía concluir que la perspectiva de una revolución proletaria ya no estaba a la orden del día? ¿Debía concluirse que la IV Internacional ya no tenía razón de existir?
Este pronóstico alternativo de Trotsky merece ser reconsiderado. Pero, sobre todo, recordemos a los que ironizaran sobre el error del pronóstico de Trotsky, lo que precisamente este último escribió sobre los pronósticos: “El pronóstico histórico es siempre condicional, y cuanto más concreto es, es más condicional. No es una factura de la que se pueda exigir el pago en un día específico. El pronóstico solamente pone a la luz del día ciertas tendencias en el desarrollo, pero al mismo tiempo opera fuerzas y tendencias de diferente orden que, en un momento dado, pasan a un primer plano. Cualquiera que desee obtener una predicción precisa de los acontecimientos concretos debe acudir a los astrólogos. El pronóstico marxista solamente ayuda a orientarse”. (Balance de la experiencia finlandesa, 25 de abril de 1940).
Ciertamente, la primera rama de la alternativa (la de una victoria de la revolución proletaria después de la Segunda Guerra Mundial) no se materializó. Pero está claro que tampoco se ha materializado la segunda rama de la alternativa: no ha habido ni la fusión del capitalismo monopolista con el Estado, ni desaparición de la democracia a favor de un régimen totalitario (mismo si los elementos de la democracia política a escala internacional son cada vez más débiles y los elementos del gobierno totalitario cada vez más acentuados en todos los países capitalistas desarrollados). Tampoco ha habido ni emergencia ni hegemonía de una burocracia privilegiada en esta etapa. La burocracia como tal se desmoronó después de 1989-1991 y se convirtió en tantas bandas mafiosas, más o menos interconectadas y sobre todo subordinadas al imperialismo mundial. Tampoco es exacto que el proletariado después de la Segunda Guerra Mundial haya sido rechazado en todas partes y en todos los frentes. Partiendo de los hechos del proceso histórico tal como se desarrolló, debemos analizar por qué el pronóstico de Trotsky no se cumplió y, por otro lado, establecer con rigor el curso de los hechos y sus consecuencias hoy día.
Efectivamente, hubo un proceso revolucionario proletario a escala mundial al final de la Segunda Guerra Mundial: explosiones revolucionarias, la constitución de órganos obreros en casi todo el continente europeo, la independencia de India abriendo todo un ciclo de descolonización, victoria del proceso revolucionario en China (ciertamente con un poder político inmediatamente confiscado por la burocracia resultante del aparato del estalinismo pero procediendo sin embargo a la expropiación de las relaciones de propiedad capitalistas en el país más poblado del mundo). La expropiación del capital por medios burocrático-militares también se ha afianzado en la mitad oriental de Europa y en otras formas, se han producido procesos similares a los de China en el norte de Corea y Vietnam.
En los propios países capitalistas, se desarrolló una poderosa ola revolucionaria proletaria que amenazó la dominación capitalista en Francia e Italia. Fue necesaria toda la cooperación contrarrevolucionaria entre el imperialismo y la burocracia estalinista, por otro lado, para imponer el orden contrarrevolucionario por la división de Europa y el mundo en un área de influencia. En los países capitalistas desarrollados, los aparatos y especialmente el aparato estalinista coronado por la victoria contra el nazismo (en el que los pueblos de la Unión Soviética habían desempeñado un papel importante) ocuparon, por tanto, un papel mayor en el restablecimiento del orden burgués. Pero esto se hizo a un cierto precio, fue necesario que la burguesía concediera a la clase obrera considerables conquistas. Fue el precio a pagar por restablecer el régimen de explotación capitalista. Pero este precio ha reforzado, contradictoriamente, de una manera dialéctica, considerablemente, el peso social y político del proletariado permitiéndole apoyarse en conquistas que, setenta años después, están lejos de ser completamente desmanteladas (aunque han sufrido grandes golpes desde su creación). Este proceso tuvo como efecto constituir a través de las conquistas salariales y otras de los trabajadores un mercado de consumidor en los países desarrollados que alimentaría un impulso de la producción durante un cierto tiempo. A escala internacional, el hecho de que casi la mitad de la población mundial viviera, en los años 1940-1950 en países dónde se habían expropiado las relaciones de propiedad capitalistas, también constituyó un punto de apoyo para el movimiento de clase obrera, pero contradictoriamente esto tuvo también como efecto el de fortalecer el aparato contrarrevolucionario del estalinismo y más en general los aparatos contrarrevolucionarios en el seno del movimiento obrero, dándole una mayor capacidad para contener y luego revertir las olas revolucionarias.
Hasta finales de la década de 1980, el imperialismo aprovechó a continuación todas las oportunidades para realizar una ofensiva dirigida al restablecimiento del capitalismo en todos los países dónde había sido expropiado, mientras cultivaba una alianza contrarrevolucionaria con la burocracia estalinista (porque ese era el precio de mantener el orden mundial contra la clase obrera).
Sin embargo, sabemos que la burocracia estalinista, cuyo destino dependía del mantenimiento de la propiedad estatal en la ex URSS, se reveló (y aquí, conformemente al pronóstico de Trotsky) incapaz de defenderla. Frente al proceso de revolución política en Hungría, en Polonia, en Checoslovaquia, el desarrollo del movimiento proletario cada vez más poderoso incluso en la ex URSS, finalmente recibió un golpe mortal por el desarrollo del proceso revolucionario en Alemania que, en 1989, impuso la unidad de la clase obrera alemana contra la santa alianza forjada entre el imperialismo y la burocracia.
Al mismo tiempo, debido a ;a ausencia de un partido revolucionario de la IV Internacional luchando por la unidad socialista de Alemania, los aparatos lograron contener el movimiento revolucionario del proletariado alemán que impuso la unidad de Alemania. Pero el imperialismo y los aparatos actuaron para que esta unidad se enmarque en la extensión a toda Alemania del régimen de propiedad privada de los medios de producción (y no de extensión de la propiedad estatal). Como resultado, el desmantelamiento de la propiedad estatal y la privatización dieron como resultado una destrucción aterradora.
Sin embargo, es necesario constatar, que de este proceso no surgió una casta burocrática extendiendo sus tentáculos a escala mundial, ni el capitalismo ha tenido un nuevo resurgimiento. Por el contrario, fue (como se analizó durante la Conferencia de reproclamación de la IV Internacional) el punto de partida de un proceso de descomposición acelerada del capitalismo. Las mafias de la ex burocracia presagiaron una «mafiosización» general de la economía mundial. La economía parasitaria y de saqueo se ha convertido en la norma.
Durante los últimos treinta años, frente a estos procesos de descomposición, la lucha de clase ha emergido más que nunca como el motor de la historia. El régimen social vigente sigue siendo el de explotación, de la fuerza de trabajo, de extorsión de plusvalía bajo condiciones cada vez más difíciles de valorización del capital. Y, más que nunca, este régimen de explotación alimenta la resistencia a la explotación. Las leyes del capital se ejercen en condiciones cada vez más difíciles, enfatizando cada vez más el callejón sin salida de un capitalismo sin futuro que conduce a la barbarie conformemente al pronóstico de Trotsky.
Pero la barbarie aún no es cosa hecha. Y más que nunca, el socialismo basado en la socialización de los medios de producción, aparece como la única alternativa. Menos que nunca es aconsejable abandonar el terreno del proletariado. Esos que provocaron la escisión de 2015 se han unido al reformismo de la peor especie, el que acompaña las contrarreformas y de destrucción. Se agregaron en torno a Bouteflika, al Partido Demócrata en Estados Unidos, a Lula en Brasil y contra el movimiento obrero en movimientos como los chalecos amarillos en Francia. Pero el movimiento de la clase obrera sigue buscando la única salida alternativa a la situación. Esto presupone dar toda su importancia a la ayuda que se debe dar a la recomposición del movimiento obrero sobre un nuevo eje, el de la independencia de clase. Es el papel particular de los militantes que combaten por la IV Internacional y contribuyen sobre la base del marxismo.
18/ Las relaciones entre China y Estados Unidos estuvieron marcadas por una escalada creciente en el período previo al estallido de la pandemia. Las raíces de esta escalada remontan a la propia naturaleza del Estado chino. La República Popular China nació de un proceso revolucionario que en 1949 provocó el derrocamiento revolucionario del poder de la burguesía. Su peculiaridad es que tan pronto como la burguesía fue derrocada, el poder político fue confiscado por una capa social sustraída de todo control del pueblo trabajador: la burocracia que emergió del aparato del estalinismo.
Es indiscutible que esta burocracia, especialmente en las últimas décadas, ha trabajado sistemáticamente en la dirección de la apertura de la economía china fundada desde 1949 en el monopolio de la propiedad del Estado, para abrirla a la penetración imperialista y especialmente a las multinacionales estadounidenses.
La especificidad de la propiedad de Estado se expresa en la misma forma en que la dirección china ha abordado la pandemia. Obligada a movilizar los inmensos recursos de la propiedad estatal, la dirección del Partido Comunista Chino, es un hecho, ha construido hospitales en pocos días (lo que no fue el caso en ninguna de las potencias capitalistas de Europa y de los Estados Unidos). Pero después de haber movilizado estos gigantescos medios (lo que fue posible por el hecho de que la burocracia centraliza el poder del Estado y que el propio Estado todavía centraliza la propiedad de grandes sectores de las fuerzas productivas), la burocracia china se apresuró para hacer que la clase obrera pague las consecuencias de la situación. Los trabajadores no debían verla como un estímulo para actuar en su propio terreno. De ninguna manera la clase obrera china debía poder aprovechar la oportunidad para intervenir. De ahí las medidas particularmente brutales contra los trabajadores y los jóvenes en Hong Kong que tienen como objetivo aterrorizar no solamente a esta parte del pueblo chino, sino a través de ella a todos los sectores del proletariado.
Tanto más que contrariamente a toda la retórica de propaganda egoísta que durante años ha presentado a China como un nuevo El Dorado del capitalismo, la brutalidad de la crisis ha provocado la destrucción de 200 millones de puestos de trabajo en China. Este es todo el aspecto contradictorio de la situación. La burocracia china, que suministró mano de obra privada sin derechos a las multinacionales de todo el mundo, creó las condiciones para una concentración rápida y considerable de las fuerzas productivas (a costa de la destrucción de las fuerzas productivas en otros países). Razón por la cual ha aumentado su dependencia del mercado mundial y precisamente su dependencia del capital financiero estadounidense. Cuando llegó la crisis, la destrucción masiva de las fuerzas productivas se proyectó directamente sobre China, cuyas mercancías (a diferencia de la fase precedente) ya no eran bienvenidas en todo el mundo y cuya mano de obra ya no era necesaria. Ella ha padecido directamente la dislocación de la economía mundial.
Esta situación resuelve el problema que periódicamente plantea la prensa capitalista, es decir: ¿la «competencia china» puede poner en peligro el liderazgo estadounidense en la economía mundial? No, de ninguna manera. Desde la llegada del estadio supremo del capitalismo, las potencias imperialistas ya no toleran el desarrollo de la industrialización autónoma de los países “emergentes” cuya economía no debería ser en los sucesivo más que una pieza de la división internacional del trabajo controlada por el imperialismo internacional. La violencia de Trump y su administración contra China a lo largo de los años atestigua que no es aceptable para el imperialismo estadounidense que cualquier desarrollo económico pueda tener lugar, mas aun en un país donde el resultado de la revolución de 1949 la economía se asienta en la base social de la expropiación del capital.
El hecho es que hoy China, con sus 350 a 400 millones de proletarios, está directamente impactada por la crisis global. China, en la etapa anterior, jugó un papel estabilizador esencial para el imperialismo, proporcionándole una fuerza de trabajo sobre-explotable, controlada por el aparato burocrático y su arsenal de represión. No obstante, esta compleja interdependencia entre China y Estados Unidos aún no ha destruido la base social que se concentra en la propiedad estatal.
Los planes de recuperación de China ante la crisis se topan con el hecho de que el aumento de la producción implicaría una oferta en el mercado mundial. La economía china depende demasiado del mercado mundial como para que un plan de reactivación se base principal o incluso fundamentalmente en una reactivación del consumo interno. El sector de las exportaciones es una fuerza impulsora fundamental, primordial, del funcionamiento de la economía en su conjunto. En este contexto, el imperialismo ha sido y es llevado a incrementar las amenazas, incluso militares, contra China, con el objetivo de destruir los obstáculos a la libre circulación de mercancías y de capitales que por el momento impiden aún el colapso definitivo de la propiedad del Estado. No es tolerable para el imperialismo que esta economía de enormes dimensiones pueda ser controlada por otra cosa que no sea la necesidad de beneficios y, por tanto, por las necesidades del propio imperialismo estadounidense.
Para la IV Internacional, está claro que el objetivo de la ofensiva del imperialismo estadounidense es seguir adelante con el desmantelamiento de la propiedad estatal en China, como lo hizo anteriormente con respecto a La Unión Soviética. Si lo logra, sería un enorme golpe no solamente para el proletariado chino, sino también para el proletariado mundial. Es por eso que la IV Internacional ha tomado posición a favor de la defensa incondicional de China contra el imperialismo estadounidense. Incondicional quiere decir sin ninguna «condición» dirigida a la burocracia. Porque en este apoyo no hay ilusión de que se atribuya a la burocracia una misión históricamente progresista.
La resistencia de la clase obrera china pone en el centro la exigencia de democracia. Es por ello que la IV Internacional, incondicionalmente a favor de la defensa de la propiedad estatal en China, no concede ninguna misión histórica a la burocracia y considera que la forma más segura de preservar las conquistas de la revolución de 1949, es el combate para que la clase obrera china, con todos sus componentes, pueda imponer su derecho a organizarse, a construir sus organizaciones independientes. Es en el terreno de su independencia (incluso respecto del aparato estatal burocrático) que la clase obrera china preservará las conquistas. Para la IV Internacional, el futuro del pueblo trabajador chino no puede ser disociado de la lucha de clases internacional.
19/ Nuestra Conferencia de Alarma del CORCI se reúne días después de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Dado el lugar preeminente del imperialismo estadounidense en el mundo, esta elección es en sí misma un evento internacional.
La consigna de Trump, “America First” [Estados Unidos Primero] ha guiado toda la política exterior de los Estados Unidos. Esta política no ha sido orientada hacia el establecimiento de un “orden mundial”. Ha sido dirigida hacia la afirmación de la hegemonía capitalista americana por todos los medios y bajo todas las formas. Con ese fin, Trump le dio la espalda a toda una serie de instituciones multilaterales internacionales: la ONU, el FMI, la OMS, la OIT, etc. Biden, sucesor de Trump, no va a dar marcha atrás en cuanto a la afirmación y la voluntad de expansión del poder económico del capital financiero de los Estados Unidos. Pero es un hecho que durante su campaña electoral dijo que actuaría en ese sentido restableciendo la presencia de los Estados Unidos en muchas de las instituciones multilaterales del viejo “orden mundial”, con el objetivo de proveer de algo de legitimidad a esa búsqueda permanente de expansión por el imperialismo estadounidense. De la misma manera que Biden va a intentar la unión sagrada con el objeto de cooptar en el plano interno a los dirigentes sindicales para que acepten y acompañen la destrucción de empleos y de servicios públicos en los Estados Unidos, de esa misma manera Biden declaró que renovaría las alianzas sobre el plano internacional, de manera a proporcionar una cobertura a la ofensiva cada vez mayor del imperialismo contra los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo entero.
También anunció que reintegraría los acuerdos de Paris sobre el cambio climático, que restablecería el papel de los EEUU en la OTAN, que se acercaría a la Asociación Transpacífico. Esta política, dijo, tendría como meta restablecer la posición de los Estados Unidos en tanto que Global Leadership y también, precisó, para alejar las amenazas cada vez mayores “contra nuestra seguridad nacional”.
¿En realidad Biden va a poner en práctica ese programa? ¿O va a continuar más o menos en la vía abierta por Trump? La respuesta a estas preguntas será dada ulteriormente en relación con la necesidad del presidente nuevamente electo de defender por todos los medios necesarios los intereses específicos del capitalismo en los Estados Unidos.
Palestina es una de las cuestiones que están en juego. Trump rechazó toda solución llamada de los dos Estados y traspasó su embajada a Jerusalén. Dio carta blanca a los ataques cada vez más incesantes contra el pueblo palestino por el Estado de Israel. Aceleró el reconocimiento del Estado sionista por los Estados árabes, política que es la misma de Biden. ¿Biden va a hacer revivir el proyecto de la pretendida solución de los dos Estados continuando al mismo tiempo que promueve el estrangulamiento de Gaza y la extensión de las colonias israelitas que crean en realidad bantustanes cada vez más minúsculos y echan a los palestinos de sus tierras? ¿O bien va a aceptar más o menos lo que Trump ha hecho como un acto definitivo y renunciar, por ejemplo, de llevar a su embajada de Jerusalén a Tel Aviv? Eso lo sabremos pronto.
En todo caso y, en una palabra, Biden va a buscar imponer la hegemonía imperialista estadounidense por todos los medios necesarios.
20/ Es en estas condiciones que la ayuda para la reconstrucción del movimiento obrero sobre el eje de la independencia debe realizarse solamente pueden realizarse partiendo de entrada de la situación internacional de la clase obrera. La pertinencia de las consignas del Programa de Transición cuando trata de las reivindicaciones inmediatas para conducir invariablemente a la necesidad para la clase obrera de tomar el poder en sus manos es hoy más crucial que nunca. De ahí surge la necesidad de trabajar por la reconstrucción de la representación política de la clase obrera.
Avanzar hacia la reconstitución de la IV Internacional es inseparable de la ayuda al proceso mediante el cual corrientes, militantes, grupos, organizaciones surgidas de la experiencia de la clase obrera en diferentes países y continentes son conducidas a plantear el problema de la construcción de partidos obreros independientes. Los militantes que se reagrupan en torno al programa de la IV Internacional no pretenden dictar sus opiniones, pero ellos ambicionan formar parte de este proceso en un diálogo fraterno y en acción común en el marco del del Comité Obrero Internacional (COI) por la Internacional Obrera, al mismo tiempo que conservan su independencia de expresión y propaganda a favor de las posiciones de la IV Internacional. Las organizaciones del CORCI contribuirán con militantes de todas las tendencias a la realización de la encuesta internacional iniciada por el COI para preparar la Segunda Conferencia Internacional contra la guerra y la explotación a partir de las consecuencias de la pandemia para la clase obrera y los pueblos del mundo entero, encuesta que contribuirá a establecer, sobre la base de los hechos, la responsabilidad de los gobiernos capitalistas y de todos que se doblegan ante ellos.
21/ Lo hemos establecido, la situación está marcada por el hecho de que en todos los países y en todos los continentes, las direcciones de organizaciones que históricamente fueron constituidas por la clase obrera, partidos y sindicatos, están comprometidas con la unión sagrada con los gobiernos burgueses.
Afirmar esto no significa, sin embargo, que los trabajadores hayan renunciado a utilizar estos instrumentos históricamente resultantes de su lucha de clase para defender sus intereses. Las situaciones son diferentes de un país a otro dependiendo de las tradiciones nacionales de la lucha de clase. Pero es un hecho: aunque todos forman parte de la unión sagrada de una forma u otra, los partidos y los sindicatos no ocupan el mismo lugar. Los sindicatos generalmente mantienen con la clase obrera, de la que constituyen «la forma elemental del frente único» (Trotsky), una relación diferente a la de los partidos. Tanto si permanecen en varios países vinculados orgánicamente a los partidos obreros como si en otros no es así, el hecho es que el poder de la lucha de clase lleva a los trabajadores a apoderarse de sí mismos “en la base” de los instrumentos que son, en particular, los sindicatos. El aparato «obrero-burgués» de la mayoría de las organizaciones sindicales tradicionales es cada vez más burgués (es decir, subordinado al Estado) a medida que se asciende a su cima; sigue siendo cada vez más obrero, es decir vinculado a las reivindicaciones de la clase obrera y a su movimiento cuando descendemos «abajo». (Lo que no quiere decir que incluso abajo, no sea subordinado al aparato burgués. La independencia, respecto del Estado y de la clase capitalista solamente es posible cuando los sindicatos son dirigidos por militantes comprometidos conscientemente con el camino de la revolución proletaria y, por tanto, con el programa de la IV Internacional).
El movimiento de la clase obrera busca apoderarse de los sindicatos en todos los países a través de huelgas y las movilizaciones, incluso para los combates políticos, en muchos casos obliga a las cumbres a no ir al final de la integración corporatista. Es este movimiento de la clase obrera el que preserva el aspecto de clase trabajadora en lo que concierne a los sindicatos. Por esto más que nunca es fundamental cumplir con la recomendación del Programa de Transición sobre los sindicatos. Recordemos lo que escribió Trotsky en el último texto que escribió antes de ser asesinado: “Toda organización que adopta una posición ultimatista hacia los sindicatos, de hecho, da la espalda a la clase obrera porque sus organizaciones no lo satisfacen”. Se debe recordar la forma en que Trotsky aborda este problema” “Los sindicatos en Francia, en Gran Bretaña o en Estados Unidos, en otros países apoyan plenamente las políticas contrarrevolucionarias de su burguesía. Esto no nos impide llamar sindicatos a estos sindicatos, apoyando cada paso progresista que puedan dar y defendiéndolos de la burguesía». Por tanto, un sindicato puede ser dirigido por un aparato contrarrevolucionario que defiende a la burguesía y dar pasos progresistas que nos lleven a defenderla contra la burguesía. No es contradictorio. Y Trotsky continúa: “Desde nuestro punto de vista, el sindicato debe ser una organización de lucha de clase. ¿Qué actitud adoptar frente a la American Federation of Labor (la organización sindical estadounidense de extrema derecha)? Sus dirigentes son notorios agentes de la burguesía, en todas las cuestiones fundamentales, llevan una política contradictoria a los intereses del proletariado. Este aparato se ha convertido en un factor reaccionario. Pero de ninguna manera esto quiere decir que la AFL deje de ser una organización sindical». Y Trotsky especifica: “El carácter de clase del Estado se define por su relación con las formas de propiedad de los medios de producción. Lo que define a una organización de trabajadores como un sindicato es su relación con la distribución del ingreso nacional».
En otras palabras, el sindicato que solo defiende —incluso defiende— la parte que le arrebata la clase obrera de la renta nacional es un factor de defensa de la clase obrera, aunque para el resto se adapta completamente al gobierno. Y añade Trotsky: “Para no romper con su base, la dirección de la AFL está constreñida dentro de ciertos límites (todo está por supuesto en esta fórmula) para liderar la lucha de los trabajadores por el aumento de los salarios o en todo caso contra la reducción de la parte reservada para ellos en la renta nacional. Esta señal objetiva es suficiente para permitirnos en todas las ocasiones importantes trazar una línea divisoria entre los sindicatos más reaccionarios y las organizaciones amarillas y por eso nos vemos obligados a defender a la AFL”.
Esto, porque la clase obrera no es nada sin la organización.
En el último período hay corrientes, las mismas que abandonan la lucha para acabar con el sistema capitalista, que llaman a abandonar toda forma de organización del movimiento obrero (sindicatos y partidos) para disolverse en movimientos informales negando todo carácter de clase. La IV Internacional rechaza inequívocamente todos los intentos de negar la necesidad de construir organizaciones de clase.
22/ «¡Abran paso a la juventud!, ¡Abran paso a las mujeres trabajadoras!»
Este llamamiento lanzado en las páginas de conclusión del programa de fundación de la IV Internacional encuentra su traducción en la actividad de las organizaciones CORCI.
La defensa de los derechos específicos de las trabajadoras, en la situación actual, es de especial importancia. Son las primeras víctimas de la política gubernamental. La situación de los últimos meses lo confirma: en primera línea durante la crisis de Covid por los puestos de trabajo ocupados (en los sectores de ayuda a domicilio, hospitales, supermercados, limpieza, etc.), también tuvieron que afrontar, debido al confinamiento implantado en muchos países, las dificultades que genera la escolarización a distancia por la ausencia o falta de material de buena calidad, de computadoras, o lo exiguo de las viviendas…
En varios países, en los últimos años, las organizaciones del CORCI han tomado iniciativas para combatir esta doble explotación específica y esta doble opresión y así responder a las preocupaciones de las trabajadoras, y en particular con motivo del 8 de marzo en Pakistán, en Francia, en los Estados Unidos, en Italia… En México, la campaña contra los asesinatos de mujeres trabajadoras está ligada a la lucha contra la explotación capitalista, al origen de esta barbarie.
A la luz de estos logros, las organizaciones del CORCI deciden darle la mayor importancia a esta lucha y reflexionar sobre las iniciativas a tomar, así como el establecimiento de una campaña a nivel internacional en dirección de las mujeres trabajadoras.
Así también, las organizaciones del CORCI prestan la mayor atención a la generación más joven. Es significativo que la juventud se haya encontrado a la vanguardia de las luchas de clase y los levantamientos populares en el último período, porque es el sector más golpeado por la barbarie capitalista. De la revuelta de los estudiantes de secundaria chilenos contra el aumento del precio de los boletos del metro al lugar especial que jugó en Malí en agosto pasado mientras todas las fuerzas políticas pedían una tregua en el enfrentamiento contra el régimen de Ibrahim Boubacar Keita, de los levantamientos en Irak a las movilizaciones de masa en Hong-Kong, en diversas formas, una nueva generación de combatientes está haciendo su experiencia en el enfrentamiento contra el régimen capitalista, junto a la clase obrera y sus organizaciones.
La III Conferencia Internacional del CORCI saluda la constitución de la Alianza Internacional de la Juventud por el Socialismo (AIJS) que reunió en agosto de 2019 en la región de París a 63 jóvenes de Argelia, Azania/ África del Sur, Bélgica, Brasil, Estados Unidos, Francia, Marruecos, México, Palestina y Rusia. Es particularmente positivo que su Comité de Enlace se reúna todos los meses, en el que participan jóvenes que no necesariamente son militantes del CORCI, y que es un marco de discusión y acción, para la elaboración de notas de prensa, folletos, artículos y campañas internacionales permanentes.
Así, a pesar de los múltiples intentos tratando de desviar a la juventud del combate por el socialismo y de limitar a cuestiones específicas separadas del movimiento de la clase obrera, la juventud resiste y combate. Afirma su derecho a un futuro. Jóvenes en todo el mundo, reúnanse en las filas dl partido mundial de la revolución socialista.
23/ Determinados a reconstituir la IV Internacional sobre la base de su programa histórico, no ignoramos que la lucha de clase, si es internacional en su contenido, sigue siendo nacional en su forma. Creemos, sin embargo, que, en todos los países, la cuestión de la lucha por un gobierno de los trabajadores de la ciudad y del campo debe plantearse ante el fracaso de todos los actuales gobiernos impotentes para contrarrestar la pandemia, sean gobiernos capitalistas “clásicos” o gobiernos en los que participan los viejos partidos del movimiento obrero o incluso formados principalmente por ellos.
Con el Programa de Transición afirmamos: “La tarea central de la IV Internacional es liberar al proletariado de la vieja dirección, cuyo conservadurismo se encuentra en total contradicción con la catastrófica situación del capitalismo en su declive y constituye el principal obstáculo para su progreso histórico. La acusación capital que lanza la IV Internacional contra las organizaciones tradicionales del proletariado es que no quieren separarse del medio cadáver político de la burguesía”.
Con el Programa de Transición afirmamos: «De todos los partidos y organizaciones que se apoyan en los obreros y los campesinos y hablan en su nombre, les exigimos que rompan políticamente con la burguesía y se adentren en el camino de la lucha por el gobierno obrero y campesino”.
24/ Es por eso que en nuestra declaración del 24 de marzo escribíamos: ¿Cuáles serían las medidas, a la altura de la situación, que tomaría un gobierno preocupado por proteger la salud de la gran mayoría?
Tal gobierno pondría bajo el control del Estado todo el aparato productivo para dirigirlo inmediatamente hacia la producción de los bienes esenciales para frenar la epidemia: máscaras, pruebas de detección, desinfectantes, medicinas, etc. Organizaría las pruebas de detección sistemáticas de toda la población. No dudaría en requisar las grandes empresas (empezando por los trust farmacéuticos) y los activos de los bancos. Dicho gobierno reabriría de inmediato todas las estructuras hospitalarias cerradas, requeriría todos los locales disponibles necesarios para establecer allí, lo más rápido posible, las estructuras hospitalarias y los servicios de reanimación esenciales para satisfacer las necesidades. Dicho gobierno tomaría los miles de millones ahí donde están, para garantizar la atención médica gratuita para todos y la financiación de todo el personal médico y el equipo necesario para el buen funcionamiento de los hospitales.
Dicho gobierno organizaría el confinamiento de toda la población, en particular obligando a las empresas a pagar los salarios de todos los trabajadores confinados. Y en los países dominados, donde la inmensa mayoría de la mano de obra corresponde al “sector informal”, sin salario regular ni garantías, un tal gobierno garantizaría a cada trabajador una remuneración permitiéndole vivir en periodo de confinamiento. Organizaría la distribución de los alimentos y productos de subsistencia de base necesarios a la población.
Un tal gobierno nacionalizaría o renacionalizaría la investigación científica fundamental y atribuiría a los equipos científicos los medios necesarios a la investigación sobre los virus emergentes y otras enfermedades.
Tal gobierno requeriría de inmediato edificios de viviendas para albergar a todos los desamparados, mal alojados, para quienes las medidas anunciadas de «confinamiento» no significan nada hasta que dispongan de alojamiento.
Tal gobierno decretaría el fin inmediato de las expulsiones, declararía una moratoria en el pago de alquileres y servicios, y decidiría la prohibición inmediata de los despidos. Un al gobierno decretaría un control de los precios de los bienes de primera necesidad y de medicamentos, considerando que las grandes cadenas de farmacia y supermercados, en todas partes aumentan los precios aprovechándose de la pandemia y de la crisis económica.
Tal gobierno requisicionaría en particular para esto los presupuestos militares de las grandes potencias que continúan hoy financiando las intervenciones militares imperialistas contra los pueblos. Más generalmente y cualesquiera que sean los países, reorientaría el conjunto de los créditos militares hacia las necesidades de los hospitales.
Tal gobierno cesaría de inmediato el pago de la deuda, interna como externa. Confiscaría los miles de millones de la especulación (¡y en particular las especulaciones en curso de los grandes grupos sobre la caída de sus propias acciones!), para ponerlos al servicio de la salud de la inmensa mayoría.
Porque un gobierno que tomara estas medidas necesarias para la supervivencia de la población trabajadora, medidas contradictorias con las exigencias de la clase capitalista, no dudaría en romper con ella.
Por nuestra parte, organizadas en CORCI, combatiendo por la reconstitución de la IV Internacional, en cada uno de nuestros países nos pronunciamos, para que dichos gobiernos se constituyan, exclusivamente al servicio de la inmensa mayoría, y apoyaríamos todo paso hacia adelante de las organizaciones obreras que vaya en este sentido. Gobiernos que no dudarán en requisar los trusts farmacéuticos, grandes empresas y los inmensos haberes de los bancos para financiar medidas de preservación de los trabajadores, de los campesinos y de la juventud.
25/ Han pasado ocho meses, no tenemos nada que suprimir en esta declaración. Hoy nos es preciso lanzar un grito de alarma. Durante ocho meses, todos los gobiernos “de izquierda” como de derecha se han mostrado impotentes para combatir la epidemia. En ocho meses, hubieran tenido el tiempo de contratar a médicos y enfermeras y abrir camas de cuidados intensivos suplementarios. No solo no lo han hecho, sino que en algunos países han continuado incluso a cerrar camas, servicios y hospitales enteros.
Tenían ocho meses para construir escuelas, crear aulas de clase, contratar más profesores permitiendo tener menos alumnos por clase. Nada de eso fue hecho. Mientras que los gobiernos y sus especialistas anuncian cotidianamente la responsabilidad personal a cada individuo, los autobuses, los trenes y los metros están repletos de gentes que no pueden en absoluto respetar la distancia sanitaria.
Han pasado ocho meses desde la primera aparición de la epidemia sin que se hayan previsto nuevos autobuses y vagones del metro, sin que se hayan contratado masivamente conductores y técnicos para utilizar los recursos existentes y aumentar la cadencia.
La constatación es clara: el principio del capitalismo que reposa sobre la ganancia no es en ningún caso capaz de proteger a los hombres y a las mujeres y sus familias de la pandemia. Las medidas de todos los gobiernos están marcadas por la represión contra la mayoría. Sirven de pretexto para tomar medidas contra los trabajadores y los derechos que los protegen, como la jornada de ocho horas, el derecho de huelga, las garantías contra los despidos para poner en entredicho las conquistas de los jóvenes, el derecho a la instrucción y al trabajo, la libre expresión, el derecho a manifestar y a organizarse.
Los derechos más elementales, la salud, solamente pueden ser defendidos si los gobiernos burgueses son echados. Solamente los gobiernos de los trabajadores, de la mayoría de la población, pueden defender los intereses de la mayoría. Para eso, es necesaria la unidad de los trabajadores y de sus organizaciones. Los militantes de la IV Internacional se comprometen a intervenir en todos lados por la unidad de los trabajadores y de sus organizaciones alrededor de las reivindicaciones de emergencia.
Las calles de todas las ciudades de los Estados Unidos han resonado con la consigna: “Black Lives Matter”: la vida de los negros cuenta. Sí, la vida de los negros, de los trabajadores, la vida de los jóvenes y de los pueblos oprimidos de todo el mundo cuenta. Pero para que cuente, es necesario que pueda liberarse de la explotación capitalista.
Trabajadores, jóvenes, mujeres trabajadoras, para liberar a la humanidad de las cadenas de explotación y de opresión, para aplastar la horrible barbarie que un capitalismo acorralado nos ofrece como único futuro.
¡Únanse al combate por el socialismo libertador! ¡Únanse al combate por la IV Internacional!
Afganistán Delegación de militantes afganos del CORCI; Alemania Julius Monath, Günter Rex y Max Schumacher, miembros de la sección alemana del CORCI; Argelia Comité de Organización de Socialistas Internacionalistas de Argelia (COSI); Azania/África del Sur Sección Azaniana de la IV Internacional (AS-FI); Bangladesh Sección de Bangladesh de la IV Internacional; Bélgica Organización Socialista Internacionalista (OSI) Sección belga del CORCI; Benín Comité de Enlace de Trotskistas de Benín (CLTB); Brasil Organización Comunista Internacionalista (CORCI); Burundi Sección Burundesa de la IV Internacional; Canadá Comité de Enlace de Trotskistas de Canadá (CLTC); China Invitado de China; Corea La delegación a la 3a Conferencia internacional del CORCI, Sikhwa Jung, militante coreano ; Costa de Marfil Prof. Ouattara Mamadou, vicepresidente del comité de dirección de la Reunificación de las fracciones del sindicato de la Enseñanza Superior de Costa de Marfil (CNEC); Estados Unidos Socialist Organizer; Francia Tendencia Comunista Internacionalista, Sección francesa de la IV Internacional; Gran-Bretaña Los partidarios británicos del CORCI; Grecia Andreas Guhl, editor de Ergatika Nea ; Haití Berthony Dupont, Haïti Liberté; Hungría Les partidarios de la IV Internacional; India Grupo Spark; Italia Dario Granaglia, Monica Grilli y Lorenzo Varaldo por la Organización Socialista Internacionalista (OSI-CORCI); Marruecos Grupo de partidarios marroquíes del CORCI; México Liga Comunista Internacionalista (LCI-CORCI) ; Pakistán Sección pakistaní de la IV Internacional; Palestina Invitado de Palestina; Perú Grupo Socialista Internacionalista (GSI); Portugal Grupo A Internacional: Rumania Grupo trotskista rumano y simpatizantes; Rusia Grupo de los partidarios del CORCI en Rusia; Senegal Grupo senegalés de estudios revolucionarios (GSER); Serbia Jacim Milunovic, militante obrero; Suiza Por la delegación suiza, Wolfgang Eichenberger; Togo Lawson Drackey Messan, militante de la Cuarta Internacional (CORCI); Túnez L., militante tunecino; Turquía; Sosyalizm; Zimbabwe Chimurenga Vanguard (CORCI)