Vacunas contra el COVID 19: ¿Por qué esta desconfianza a ellas en el país de Pasteur?

Los franceses son, según sondeos recientes, los campeones de la desconfianza frente a las vacunas contra el Covid-19, en particular las vacunas al ARN de Pfizer y de Moderna. ¿Por qué una tal desconfianza en el país de Pasteur?

En los tiempos de Pasteur y de sus sucesores, la vacunación, que es uno de los tratamientos que más han aumentado la esperanza de vida de la humanidad al lado de los antibióticos, se presentaba como una lucha pública contra la calamidad que representaban las enfermedades infecciosas. Desde ese entonces hemos pasado de una lógica de acción pública por la salud, a una lógica capitalista de búsqueda de ganancias. Las vacunas del Instituto Pasteur fueron compradas en 1985 por el laboratorio Mérieux, mismo que a su vez fue adquirido en 1994 por el trust farmacéutico Rhone-Poulenc quien se volvió, después de algunas fusiones, en lo que es ahora, Sanofi.

El gobierno de Macron ha demostrado ampliamente, desde el inicio los nueve meses que dura la pandemia, que estaba antes que nada interesado en la preservación de las ganancias de las multinacionales y de los bancos. La confianza sobre su capacidad de proteger a la población del Covid-19 se derrumbó. Ya nadie cree en él.

La opacidad de los laboratorios no ayuda a recuperar la confianza. Numerosas vacunas están en proceso de desarrollo en un clima de competición descontrolada y de voluntad a cualquier precio de conquistar un inmenso mercado de miles de millones de dosis de vacunas. Entre los más innovadores de entre ellos, la vacunas al ARN anunciados por los americanos Pfizer y Moderna (otros están en procesos de ensayo), se tiene solamente un informe de la prensa, después de que el informe de resultados por Pfizer hizo ascender vertiginosamente sus acciones en bolsa y permitió a sus dos principales dirigentes realizar fabulosas ganancias personales. Posteriormente, los resultados de los ensayos de la vacuna de Pfizer fueron publicados el 10 de diciembre en una revista médica americana (The New England Journal of Medicine), pero los datos del laboratorio no han podido ser todavía analizados y criticados.

Numerosas preguntas esenciales quedan sin respuesta: ¿Cuál es la eficacia real de la vacuna?, ¿Son eficaces en los pacientes de edad avanzada, en las mujeres embarazadas y en las personas que sufren enfermedades, quienes tienen un mayor riesgo de formas graves de covid-19? ¿Cuánto tiempo la inmunidad adquirida va a durar? ¿Cuál es la dosis adecuada?,¿De qué efectos secundarios no deseables podemos temer?, ¿Protegen de las formas graves de la enfermedad (protección individual), o de su transmisión (protección colectiva)? Aún si la respuesta completa solo podrá ser proporcionada con el paso del tiempo, la retención de datos científicos tiene de suyo por qué inquietarnos. Es lo que dice un especialista como el profesor Eric Caumes, entrevistado en France Info el 9 de diciembre, partidario de hacerse vacunar:

“No tengo la perspectiva necesaria, no he visto todavía una publicación científica que corresponda a esas vacunas. De esa manera, vacunarme con esos productos que no conozco, de los cuales solamente tengo informaciones que llegan de los comunicados de prensa de los laboratorios, es darles una confianza ciega y absoluta”

¿Por qué la opacidad sobre los datos científicos, y se trata estos como si fueran un secreto industrial?

Lo que es válido para esas dos vacunas al ERN vale poco más o menos para las once otras en vías de finalización de ensayos. ¿ Por qué la opacidad sobre los datos científicos, y se trata estos como si fueran un secreto industrial? ¿Cómo evitar no ver que eso impide el tener confianza en la vacunación?

Casos precedentes pesan mucho en la pérdida de confianza (ver más abajo).

Las vacunas son el mejor medio de lucha contra la pandemia, la alternativa es llegar a la inmunidad natural de la población, que se haría con incontables víctimas, o con un confinamiento sin fin. Pero para aceptar un tratamiento, es necesario sopesar el beneficio y el riesgo. Se requiere la verdad científica sobre la eficacia e inocuidad de las diferentes vacunas para recomendarlas.

La confusión que se mantiene alrededor de las vacunas contra el Covid-19 por los gobiernos y las agencias de salud, conjuntamente con los laboratorios que las fabrican, su carrera en la conquista a cualquier precio de partes de un mercado colosal, solamente puede provocar interrogaciones.

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Paul Robel

Dos precedentes

En 1998, el ministro de la salud Bernard Kouchner hizo detener la vacunación gratuita de los adolescentes contra la hepatitis B en las preparatorias, con declaraciones ambiguas, dejando entender que habría un riesgo de desencadenar una esclerosis en placa, al mismo tiempo que enviaba una carta a todos los médicos solicitándoles redoblar los esfuerzos para vacunarlos a todos. El mal estaba hecho.

En el 2009, en los momentos en que operaba la pandemia de gripe HINI, Roselyne Bachelot, desde el ministerio de salud, había decidido vacunar contra esta gripe no a las personas con riesgos, sino a todo el mundo en los “vacunódromos” creados para esta ocasión. Fracaso total: solo el 10% de la población fue vacunada, millones de dosis compradas por el Estado desperdiciadas, con la correspondiente pérdida de confianza en la vacunación.

Artículo extraído de Tribuna de los Trabajadores 269, 16 de diciembre de 2020

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