Presentamos la editorial de La Tribune des travailleurs 328 (23 de Febrero, 2022)

En el momento en que se escriben estas líneas, nadie sabe a dónde va a llegar la escalada guerrera en el este de Europa. Todo es posible. Pero sabemos algunas cosas.
Sabemos que los pueblos no tienen interés alguno en esta confrontación. El trabajador ruso no es enemigo del trabajador ucraniano, que a su vez no es enemigo del trabajador ruso. El trabajador francés no es enemigo ni del trabajador ruso, ni del trabajador ucraniano, ni del trabajador de los Estados Unidos.
Sabemos que todos los gobiernos empujan a la escalada de guerra. En el punto de partida, se encuentra la voluntad de la administración americana de reforzar el cerco militar de Rusia empujando a la adhesión de Ucrania a la OTAN. Una adhesión considerada por el gobierno ruso como una amenaza, tratándose del más grande y más poblado de los países de Europa fronterizos con Rusia. Sobre esta base se ha iniciado una escalada, en la que Putin ha franqueado un paso con la entrada de las tropas rusas en el Donbass.
También sabemos que no se trata con ello de derecho de los pueblos. El imperialismo americano ha mostrado lo que significan para él los derechos de los pueblos, en Afganistán, en Irak, en Libia y en todas partes en las que sus intervenciones han despedazado las naciones, dislocado países enteros, permitido la masacre de las poblaciones civiles y empujado al exilio millones y millones de hombres, de mujeres, de niños.
El gobierno ruso no tiene nada que envidiarle y lo ha demostrado muchas veces. En particular hace un mes, cuando las tropas rusas intervinieron en Kazajistán para aplastar la revuelta obrera. Señalemos que ni Biden ni Macron, ni ninguna de las potencias capitalistas han protestado contra el aplastamiento sangriento de obreros sublevados contra las consecuencias de las privatizaciones. Es verdad que para hacer pasar las privatizaciones en Kazajistán, como en Rusia, en Francia o en los Estados Unidos, Biden, Putin y Macron están dispuestos a hacer causa común.
Para justificar la intervención de sus tropas, Putin denuncia la existencia de Ucrania como consecuencia de la revolución de 1917. Ironiza diciendo que debería ser rebautizada « Ucrania Vladimir Ilich Lenin ». Homenaje involuntario rendido por este antiguo nomenclaturista -agente de la policía política del estalinismo, reconvertido a los regocijos de la privatización mafiosa- a la revolución obrera en Rusia. Es en efecto la revolución obrera la que ha liberado las nacionalidades oprimidas del antiguo imperio zarista y abierto el paso a una Ucrania independiente. Recordándolo, Putin dice a las potencias capitalistas occidentales: “Estamos en el mismo campo, el de la opresión de los pueblos, el de los anticomunistas, no os equivoquéis de adversario”.
Sabemos que no se trata, no más, de defender la democracia y las libertades, ya que desde Arabia Saudita hasta Qatar, pasando por numerosas dictaduras, conocemos a los aliados de las “democracias occidentales”. En cuanto a Macron, que acaba de ser expulsado de Malí tras años de intervención sanguinaria y onerosa, sabemos qué es capaz, en el pequeño lugar que aún le reserva el imperialismo americano, de desempeñar su papel en la gran orquesta de las intervenciones militares contra los pueblos, en África, pero no solamente en África.
Sabemos en fin, que la escalada de guerra en el este de Europa es un buen negocio. Un buen negocio para la industria de armamento, que conoce un auge considerable en el mundo gracias a la expansión constante de los presupuestos militares, sobre todo en los Estados Unidos. Un buen negocio para las multinacionales americanas del gas y del petróleo, y su producción de gas de esquisto.
Por todas estas razones, cualquiera que pretenda situarse en el campo de la paz y de la democracia y defender los intereses de los trabajadores y de los pueblos, debe combatir resueltamente contra la escalada en curso y contra los que la organizan.
En Francia se ha formado, una vez más, una especie de unión sagrada detrás de Macron. Se hallan en ella, en la denuncia común de Putin, todos los partidos institucionales, de derecha y de izquierda, el PS y los Verdes, pero también Fabien Roussel, candidato del PCF, quien apoya la posición de Macron hasta el punto de declarar: “Considero que toma todas las iniciativas necesarias para fomentar el diálogo, para tener un diálogo franco, leal y directo con todas las partes interesadas.” Menos entusiasmado con Macron, Jean-Luc Mélenchon se une al consenso general al acusar a “Rusia [que] tiene la responsabilidad, hay que condenarla en nuestro interés propio”.
Hay que condenar solamente a Rusia, que tiene la responsabilidad de la situación, dice Mélenchon… Hay que apoyar de lleno a Macron, dice Roussel… Macron acaba de exigir que se tomen sanciones contra Rusia, siguiendo en esto, como de costumbre, las demandas de sus amos en Washington. ¿Sanciones? Sabemos lo que son las sanciones y sus terribles consecuencias, lo hemos visto en Cuba, Irán, Venezuela… ¿Es posible apoyar a Macron que exige sanciones y a la vez pretender defender los intereses de los trabajadores y de los pueblos?
En todas las circunstancias, Macron actúa al servicio de las multinacionales, en particular hoy las del armamento, petróleo y gas. Como lo ha hecho al servicio de los capitalistas durante dos años, ofreciéndoles 600 mil millones de euros que utilizan para despedir y especular. Y volvemos a encontrar en este mes de febrero de 2022, la misma combinación de unión sagrada que ha visto votar a todos los partidos, el 19 de marzo de 2020 en la Asamblea Nacional, el primer tramo de 343 mil millones de euros para los capitalistas.
El enemigo para la clase obrera francesa es ante todo su propio gobierno, el gobierno de Macron en guerra en el exterior contra los trabajadores y los pueblos del mundo, en guerra social en el interior contra los trabajadores y los jóvenes.
La única posición conforme con los intereses de la clase obrera y el internacionalismo es: ¡Ni un centavo para los belicistas, ni un centavo para las aventuras militares en Europa del Este, en Malí o en cualquier otro lugar! ¡Tropas francesas, fuera de Malí, Rumania y todos los teatros de operaciones exteriores! ¡Fuera Macron y su gobierno de guerra y explotación! ¡No a la unión sagrada!
Por la cooperación libre y fraternal entre los trabajadores del mundo entero, por la retirada de Francia de todas las alianzas militares y diplomáticas contra los intereses de los pueblos, por un gobierno al servicio exclusivo del pueblo trabajador y de la mayoría: únanse al Partido obrero independiente democrático, miembro del Comité Obrero Internacional contra la Guerra y la Explotación, por la Internacional Obrera.
Montreuil, 22 de febrero, 17 h.
Ucrania: algunos datos históricos
En vísperas del año 1000, se estableció en Kiev el primer Estado eslavo: este es el origen de Ucrania, pero también de Rusia. En los siglos siguientes, la actual Ucrania estuvo sometida a otras potencias: principados rusos, invasores mongoles y polacos, etc. En el siglo XVIII, Ucrania fue absorbida por el Imperio Ruso en el Este y por el Imperio Austrohúngaro en el Oeste. Ucrania es una nación con lengua y cultura propias, oprimida por dos imperios. Fue la Revolución de Octubre de 1917 y la política nacional de Lenin la que permitió a Ucrania constituirse por primera vez como nación en forma de República Soviética, asociada libremente y en igualdad con Rusia, algo que con mucho pesar Putin reconoció en su discurso del 21 de febrero: «Fue la política bolchevique la que dio nacimiento a la Ucrania soviética. (…) Lenin es el autor y el arquitecto”. A finales de los años 20, el estalinismo y la burocracia resucitarán la opresión nacional. Después del colapso de la URSS (1991), Ucrania se convirtió en un Estado jurídicamente independiente, cuyo poder se lo disputan grupos mafiosos, algunos vinculados a Rusia y otros a los Estados Unidos. Las legítimas aspiraciones del pueblo ucraniano a la autodeterminación no se harán realidad bajo la bota de la OTAN, como tampoco bajo la de Rusia.

¿Qué es la OTAN?
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza militar creada por los Estados Unidos en 1949 durante la Guerra Fría con la Unión Soviética. Incluye a los Estados Unidos, Canadá, la mayoría de los países de Europa Occidental (incluida Francia) y Turquía. Cuando la URSS se colapsó en 1991, el gobierno estadounidense mantuvo la alianza, pero prometió a los dirigentes rusos que no se extendería hacia el Este. Sucedió lo contrario: la OTAN absorbió uno a uno todos los países de Europa del Este (Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria) que rodeaban a Rusia. Además, la OTAN multiplica las intervenciones militares en una zona cada vez más amplia: en Serbia en 1999, en Afganistán de 2001 a 2021, en Irak de 2004 a 2011, en Libia en 2011, etc.