En el parlamento, el Primer Ministro Draghi sostuvo el envío de armas a Ucrania, las sanciones contra Rusia y toda la política de la Unión Europea, añadiendo: “¡Debemos estar listos para pagar no importa el precio, y el precio, es la guerra! Por una casi-unanimidad, el Parlamento apoyó el discurso de Draghi.

Un pequeño grupo de diputados (originarios del Movimiento 5 estrellas que se unieron a Refundación Comunista y el “Poder al pueblo”) votaron una moción alternativa que rechaza el envío de armas y las sanciones, pero que convoca a la ONU y reivindica un papel más importante para la Unión Europea en las negociaciones.

Todos se rencontraron en una manifestación de unión nacional en Florencia, el 12 de marzo.

¿Y la principal central sindical, la CGIL? Sus dirigentes se arropan, también, bajo la Unión Europea y la ONU. Según ellos, la Unión Europea “ha subestimado el peligro que representa Putin”. Hay resoluciones (como la de la federación de los maestros) que piden -palabra por palabra como Draghi- que Italia adopte “energías alternativas” para eliminar su fuerte dependencia frente al gas ruso. El secretario general de la CGIL, Landini, afirma: “Se requiere de una salida diplomática, las sanciones no pueden ser la única solución” Son pues una “solución” como quiera: los dirigentes de la CGIL se cuelgan de nuevo al marco de la unión sagrada. Bajo la presión de la base, Landini se vio obligado, sin embargo, por el momento, a tomar posición contra el envío de armas.

“En la base”, las protestas comienzan contra las consecuencias de la guerra, en particular por el aumento del precio de los carburantes. Los conductores carreteros habían previsto detener el trabajo el 14 de marzo. Pero la respuesta del gobierno no se hizo esperar, rechazando la autorización a la huelga.

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Lorenzo Varaldo