Crónica Internacional. Artículo extraído de Tribuna de los Trabajadores 343
¿Será que Ucrania se ha vuelto el nuevo terreno de experimentación de las armas de “último grito” salidas derechito de las cadenas de producción de las multinacionales de armamento? Tenemos el derecho de plantear esa pregunta.
Del lado francés, sabemos que “desde hace algunos días, el estruendo de los tiros del Caesar resuena en Ucrania. Francia, en efecto, ha entregado seis piezas de artillería producidas por Nexter. Ese cañón es considerado uno de los más eficaces del mundo.” (BFMTV del 31 de mayo). ¿Eficaz para qué? Para destruir.

Del lado norteamericano, Biden acaba de hacer entrega del lanza-cohetes múltiples M142 Himars: “Una entrega altamente esperada”. Mientras tanto, el ejército ruso acentúa la presión sobre el terreno en Donbass, con ayuda de una potente artillería. Los Estados Unidos anunciaron “proporcionar a los ucranianos sistemas de misiles más avanzados y municiones que les permitirán alcanzar con mayor precisión los objetivos claves” (Le Figaro del 1° de junio).
Del lado ruso, el 28 de mayo “el ejército ruso anunció haber efectuado con éxito un nuevo tiro de ensayo del misil de crucero hipersónico Zircon, en los momentos en que Moscú intensifica su ofensiva en Ucrania”, al igual que “los misiles balísticos hipersónicos Kinjal, los de crucero Zircon pertenecen a una nueva familia de armas”, calificados de “invencibles” (Le Point del 28 de mayo).
Los gobiernos de las grandes potencias encontraron, gracias a la guerra, la ocasión de derramar sumas astronómicas de dinero en los presupuestos militares, en beneficio de la industria del armamento.
Esto sucede mientras el gobierno de Macron cierra los servicios de urgencias de los hospitales uno tras otro; mientras que el de Biden se revela incapaz de enfrentar la penuria de leche en polvo para bebés que se sufre en los Estados Unidos; mientras y que el de Putin deja a millones de jubilados intentar sobrevivir por debajo del umbral de pobreza.
A fuerza de jugar con el fuego, Biden y la OTAN corren el riesgo de crear las condiciones donde la guerra de Ucrania se transforme en conflicto mundial entre potencias nucleares.
Esta inquietud se expresa ya en los círculos más autorizados en la cima del imperialismo norteamericano. Así, Henry Kissinger, quien fue durante muchos años un hombre clave de la política extranjera de los Estados Unidos, se inquietaba recientemente: “Dada la evolución de la tecnología y del enorme poder destructor de las armas que existen actualmente” cualquier resbalón es posible si los Estados Unidos van demasiado lejos en su conflicto con Putin. “¿Va a haber una escalada pasando por una categoría de armas que, en setenta años*, nunca han sido utilizadas?, se interroga. (Financial Times del 7 de mayo).
Los trabajadores de todos los países no tienen ningún interés en esta aventura. ¡Ningún apoyo a los gobiernos fabricantes de guerras! ¡Ni Putin, ni Biden y sus aliados de la OTAN! ¡Desmantelamiento de la OTAN! ¡Retiro de todas las tropas extranjeras de Ucrania, de África, de Yemen y de todas partes! ¡Requisición de los presupuestos militares para conducirlos hacia obras en beneficio de la humanidad!
Esas son las consignas de aquellos que rechazan la barbarie capitalista.
…………………………………………..
Dominique Ferré