Francia: Después de las elecciones del 10 de abril

EDITORIAL de Tribuna de los Trabajadores #335, Semanario del Partido Obrero Independiente Democrático

Por Daniel Gluckstein

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Una vez concluida la primera vuelta de la elección presidencial, Le Monde escribe: “Macron-Le Pen, un duelo sobre un campo en ruinas”. El campo en ruinas, es el régimen de una Va. República salpicada de los restos de las representaciones políticas inscritas tradicionalmente.

Solamente se podrá entender esta situación abordándola desde el ángulo de la lucha de clases que la caracteriza.

La Va República reposa sobre un principio: todos los poderes están en las manos del presidente. Piedra angular de las instituciones, puede tomar él solo todas las decisiones esenciales. Bonaparte pretendidamente por encima de las clases, está siempre en realidad al servicio de la clase capitalista.

El 10 de abril del 2022, este principio bonapartista se volvió su contrario: el rechazo a Macron lo dominó todo. En primer lugar, ese rechazo se expresó en la abstención. Sobre las doce elecciones precedentes de la Va República, la abstención del 2022 ocupa el segundo lugar: más del 26% (el récord histórico de 2002 se explicaba por el hecho de que los dos principales candidatos habían practicado cinco años de cohabitación, Chirac como presidente y Jospin como primer ministro).

La abstención es mayoría entre la juventud, involucrando a un joven de cada dos. Domina también en las zonas obraras y populares. En cuanto a los electores que fueron a las urnas, su elección estaba muchas veces dominada por un cuestionamiento: ¿Cuál de los candidatos, a derecha o izquierda estará mejor colocado para deshacernos de Macron?

A lo que se le llamó el “voto útil” no expresa un acuerdo con el programa de esos candidatos, sino una aspiración profunda por “deshacerse del Bonaparte”. En un régimen bonapartista, cuando la elección se concentra en quién de los contendientes “expulsará al Bonaparte”, es el edificio mismo de las instituciones de lo que estamos hablando.

Recordemos que ya en el 2017 Macron no era el candidato de la clase capitalista. Se hizo elegir, según sus propios términos, “por la fuerza”, sacando provecho de una combinación de circunstancias extraordinarias (particularmente por el debilitamiento del candidato gaullista). Su llagada a la cabeza en la primera vuelta forzó a la burguesía a unirse bajo su nombre en la segunda vuelta. Hoy en día, con mayor razón, Macron -que sólo ha obtenido el voto de un elector de cinco posibles- es el candidato de la burguesía por default. La clase capitalista conoce su fragilidad: no ha sido capaz de ir hasta el final en la reforma a las pensiones y hasta el final en toda una serie de ataques, a pesar de que los había incluido en su programa en el 2017.

Esto, al grado de que una parte de la burguesía juega abiertamente la carta de la extrema derecha: Bolloré con Zammour, y otros con Le Pen. El banco Natixis (en su nota del día después de la primera vuelta) se inquieta: “¿Marie Le Pen puede ganar? La respuesta es sí. ¿Cuál es la probabilidad? Un poco menos del 50%, mero no mucha. Una victoria como esa no es deseable, estima el Banco, porque llevaría a “una baja en las acciones y un sub-rendimiento de las acciones europeas”. Pero, continúa, “la extrema derecha (…) nunca ha estado tan cerca de ganar las presidenciales francesas”. Inquietud que conduce a las altas finanzas a querer antes que nada salvar a la Va República para salvar la dominación capitalista.

En cuanto a los Republicanos, -herederos del partido histórico pilar de la Va República reagrupando a redes oscuras y servicios paralelos implicados en la cumbre del Estado- casi desaparecieron en esta elección.

Sectores enteros del aparato de Estado se enfrentaron públicamente a Macron, en el ejército, la policía y la justicia.

Del lado de la patronal, el comité ejecutivo del Medef (agrupación patronal francesa, ndlt) declara que “el programa de Emmanuel Macron es el más favorable (…) aún si contiene lagunas”. El Medef no quiere marcar a Macron como el candidato de la clase capitalista, por temor a conducir a una radicalización social en su contra. El editorial de Les Echos (patronal, ndlt) del 12 de abril intitula por otra parte: “Macron, el pánico del voto de clase”.

Anne Hidalgo (PS), Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa), Yannick Jadot (Verdes) et Fabien Roussel (PC)

¿Y desde el punto de vista de la clase obrera? Durante los seis últimos meses, una ola de huelgas sin precedente produce, en algunas empresas, que los trabajadores formulen reivindicaciones con sus sindicatos, sin esperar la autorización de sus cúpulas. Este movimiento de rechazo que se enfrenta al gobierno y a su política se expresó a su manera el 10 de abril, en parte por el voto por Mélenchon, más poderoso de lo que se preveía en las encuestas, aun cuando una gran parte de los electores de Melenchon interrogados se dicen en desacuerdo con él y con su programa.

Los trabajadores en parte utilizaron el voto a La France Insumise (LFI) para expresar su voluntad de terminar con Macron y su política. Esa voluntad no pudo llegar hasta el final. Se enfrentó a la división. Quatennens[1], de La France Insumise, tuvo a bien repetir: “Es la falta del Partido Comunista Francés”, sus diversos aliados han tenido a bien injuriar a aquellos que no llamaron a votar Melanchon, en realidad, este 10 de abril del 2022 marca la derrota de las estrategias fundadas en la división. En primer lugar de las cuales la estrategia del mismo Melanchon que no dejaba de recalcar: “Solo tenemos que llevar las discusiones a nivel de lo alto, la unidad se impondrá desde abajo, y barrerá con todo”.

La aspiración a la unidad se expresó desde abajo, es verdad. Pero chocó con la división en lo alto. La paradoja, es que los dirigentes de LFI, del PS y del PCF gestionan en común a cientos de colectividades territoriales (alineándose totalmente con la política de Macron). Estaban de acuerdo el 17 de marzo del 2020 cuando Macron les pidió votar por los 343 mil millones de euros para los capitalistas. Están de acuerdo de nuevo estas últimas semanas cuando en el Parlamento Europeo votan por el aumento vertiginoso de los créditos de guerra comprometiéndose a aceptar y a hacer aceptar los sacrificios al pueblo que la guerra le impone. Pero en la elección presidencial, se rehusaron a toda forma de unidad. Y ahora, se encuentran de nuevo alrededor de Macron, sea para llamar abiertamente a votar por él, (como lo hacen los dirigentes del PS, PCF y Verdes), sea como Adrien Quatennens a nombrar al LFI como reivindicación para la constitución de un gobierno de cohabitación con Macron.

¿Y ahora? Los partidos pilares de la Va República desaparecieron en gran medida. Es muy fuerte el riesgo que en la segunda vuelta Marine Le Pen aparezca como un recurso. Es por eso que Macron busca aliados en la izquierda. Bruscamente, descubre que su proyecto de contra-reforma alargando la edad de la jubilación a 65 años (contra 62 hoy en día, ndlt) podría ser negociado. ¿Quién puede creerle? Y, sin embargo, Ian Brossat, director de campaña del candidato del PCF Fabien Roussel, desea que Macron “escuche la cólera popular”. Quatennens por su parte estima que “La responsabilidad total de lo que va a pasar en la segunda vuelta incumbe al principal protagonista, Emmanuel Macron, y es a él a quien hay que reprochárselo” Quatennens va más lejos porque espera que la izquierda al mando de La France Insumise gane las elecciones legislativas de junio para abrir un período de cohabitación. ¿Una cohabitación con Macron como presidente y Quatennens (u otro) como Primer ministro? Francia ha vivido períodos parecidos de cohabitación entre Mitterrand, presidente “socialista”, y Chirac, Primer ministro de derecha; o aún entre Chirac, presidente de derecha, y Jospin, Primer ministro “socialista”. Esos gobiernos de cohabitación han puesto en práctica políticas dictadas por la clase capitalista y contra-reformas brutales contra la clase obrera.

Los intentos de parcheo de unos y de otros no podrán cambiar este hecho: la Va República y su principio fundamental, el bonapartismo, no están ya en condiciones de contener las contradicciones de clase. Le Figaro (derecha, ndlt) se inquieta: “El paisaje político devastado en el cual Macron podría iniciar su segundo mandato es muy preocupante. La frustración nacida del sentimiento de la imposible alternancia corre el riesgo de endurecer un poco más la tensión que atraviesa nuestro país. La tentación será grande, en esta partición sociológica, de despertar “la guerra de clase contra clase”, de los que nada tienen contra los que tienen todo” (Tocqueville). El jefe del Estado lo entendió, y promete nuevas formas de gobierno. En realidad, es todo el ejercicio democrático que será necesario, de urgencia, restaurar.”

¿” Restaurar el ejercicio democrático”? Hacerlo, es permitir a la mayoría imponer la satisfacción de sus exigencias más fundamentales, no solamente bajo la forma de la democracia, sino también en su contenido social. Solamente un gobierno al servicio de la inmensa mayoría, aquella que únicamente tiene su trabajo para vivir, un gobierno que no vacile en enfrentar los privilegios (y a los cientos de miles de millones) de la pequeña minoría de explotadores y de especuladores, solamente un gobierno obrero estará en condiciones de restaurar la democracia liquidando a la Va República. Para ello, convocará a la Asamblea Constituyente Soberana apoyándose en el movimiento de millones y de millones combatiendo por sus derechos movilizándose sobre un terreno de clase. Es al servicio de esta perspectiva que construimos el Partido Obrero Independiente Democrático.


[1] Xoordinador de Francia Insumisa desde junio de 2019

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