
“Fuera Bolsonaro, por una vacuna en el brazo y alimentos sobre la mesa”, proclama una enorme manta roja en Maceió (Estado de Alagoas). Una consigna que ha retumbado, este sábado 19 de junio, en más de cuatrocientas manifestaciones y reuniones en todo Brasil (el doble de lo habido el 29 de mayo), donde cientos de miles de trabajadores, de jóvenes y de mujeres se reunieron bajo el llamado de las organizaciones obreras y juveniles. Solo el frío y las lluvias diluvianas en los Estados de Santa Catarina y de Paraná obstruyeron esas reuniones.
El país acaba de sobrepasar el límite siniestro de los 500,000 muertos debidos a la pandemia de Covid-19, volviéndose el país más golpeado después de los Estados Unidos. Y esto no ha terminado, según Ethel Marciel, epidemiólogo de la Universidad de Espíritu Santo: “La tercera ola está a punto de llegar, pero la vacunación, que podría hacer la diferencia, es todavía muy lenta.”
Y es que, como cientos de miles lo han manifestado en las calles este 19 de junio: es Bolsonaro y su gobierno al servicio del imperialismo y de los capitalistas quien carga con la responsabilidad de lo que los manifestantes llaman “genocidio”. Bolsonaro y su entorno han multiplicado las provocaciones, afirmando que el Covid es sólo una “pequeña gripe”, dudando después de la utilidad del cubrebocas y organizando grandes concentraciones sin respeto alguno a los protocolos sanitarios y sana distancia y, por último, se rehusó deliberadamente a encargar vacunas en número suficiente. Muchos manifestantes habían confeccionado afiches como el de esta trabajadora: “Bolsonaro mató a mi marido, quien murió el 11 de mayo del 2021. No hubiera tenido que luchar por respirar si Bolsonaro hubiera pedido las vacunas necesarias.”
Detrás de las gesticulaciones y proclamaciones propias de la edad media tan del estilo Bolsonaro, están los intereses de la clase capitalista y de su subordinación a los intereses del imperialismo, situación agravada por el desmantelamiento del servicio público de salud (SUS) y la aceleración de la política de destrucción en general. Nada mejor que un mal clima para hacer pasar la contra-reforma de la administración que va en contra de las conquistas de los funcionarios, la privatización de las grandes empresas públicas como Electrobras o Correos, sin hablar de las olas de despidos, en particular en la industria automotriz.
Así, del 15 al 17 de junio, los electricistas de la compañía pública Electrobras habían llamado a 72 horas de huelga contra la privatización, señalando que “incluso el consejo legislativo del Senado acaba de declarar anticonstitucional la medida provisional 1031 de Bolsonaro que abre la vía a la privatización. ¡Sí a Electrobras como empresa pública, fuera Bolsonaro!
En las manifestaciones de masas, como en las huelgas, “Fuera Bolsonaro” es la consigna que está concentrando a todas las demás. Es ella la que enarbola tanto el obrero que rechaza los despidos como el campesino sin tierra, por los habitantes de las favelas diezmados por el virus como por los representantes de los pueblos indígenas del Amazonas que llegaron numerosos a Brasilia el 19 de junio.
Pero esta consigna plantea un problema: ¿qué deben hacer aquellos que hablan en nombre del pueblo trabajador, y en particular los dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) y de la Central Única de Trabajadores (CUT)?
En su visita a Curitiba (Paraná), el presidente del PT, Gleisi Hoffmann, declaró: “Bolsonaro es la encarnación de la crisis. Mientras esté en la presidencia de la República, no habrá salida alguna para el país. No hay otro medio para superar la regresión que conocemos que no sea la movilización y la organización popular con el pueblo en las calles.” Perfectamente exacto, pero el pueblo estaba precisamente en las calles tanto el 19 como el 29 de mayo mostrando que, para los trabajadores, los campesinos y los jóvenes poner “fuera a Bolsonaro” no es una perspectiva lejana, sino una exigencia inmediata.

Sobre una avenida paulista llena de gente, y roja por las miles de banderas de la CUT y del PT, en Sao Paulo, el excandidato del PT a la presidencial del 2017, Fernando Haddad, declaró: “¡Solamente la destitución por vía parlamentaria (impeachment) de Bolsonaro puede salvar al país!” Pero el procedimiento de impeachment supone necesitar de las viejas instituciones infectadas y corruptas nacidas de la dictadura militar. Hasta el día de hoy, son la burguesía brasileña (y la embajada de los Estados Unidos) los que han podido, gracias al impeachment en 2016, deshacerse de la presidenta Dilma Rousseff (PT).
En cuanto a Lula, al cual millones de brasileños ven como aquel a quien se le ha prohibido presentarse en el 2017 frente a Bolsonaro, no estaba presente en la calle el 19 de junio. El sitio oficial del PT explica: “El presidente Lula expresó su apoyo a las manifestaciones vía las redes sociales. En el curso de la semana, declaró que no debería aparecer con el fin de que sectores de los medios de comunicación no transformen una manifestación de la sociedad brasileña en una manifestación político-electoral. Muchos piensan, al contrario, que la presencia de Lula potenciaría la fuerza de las manifestaciones.
El 18 de junio sindicalistas, mayoritariamente afiliados a la CUT, organizaron asambleas en sus lugares de trabajo. En el periódico Tribuna Metalúrgica, del Sindicato de Metalurgistas del ABC (la “cintura roja” de Sao Paulo), el presidente nacional de la CUT, Sergio Nobre, declara: “Si queremos un país con más empleos, con desarrollo, sin privatizaciones, un país en el cual los trabajadores tengan derechos, tengan derecho a la vacuna y a una ayuda de urgencia digna…debemos echar a Bolsonaro del poder.”
Entonces, es responsabilidad de la dirección nacional de la CUT proponer a las otras centrales sindicales y a las organizaciones que hicieron el llamado a las manifestaciones “Fora Bolsonaro” de unir a todos los trabajadores, los jóvenes y la población en una huelga general nacional que terminará con este gobierno de la muerte, del hambre, del desempleo y de la miseria para el pueblo brasileño.
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Anisio Garcez Homem