
Con 8.5 millones de votos (40.3% de los sufragios expresados), Gustavo Petro encabezó la primera vuelta de la elección presidencial el 29 de mayo. Se trata de un viejo miembro de la guerrilla, y la candidata a la vicepresidencia es una militante descendiente de esclavos negros: estamos sin duda frente a una expresión de las transformaciones habidas desde hace más de un año.
En abril-mayo del 2021, como parte de una movilización sindical contra la reforma fiscal del expresidente Iván Duque, un poderoso movimiento de millones de trabajadores, de campesinos y de jóvenes se enfrentó al gobierno de Duque y, más allá, contra las instituciones mismas del Estado. Un movimiento que empezó por constituir asambleas populares reuniendo a la población trabajadora y sus organizaciones alrededor de reivindicaciones de ruptura, abriendo la vía a una Asamblea Constituyente aún si, a falta de una verdadera dirección obrera capaz de ayudarlos a centralizarse, esas asambleas quedaron en un estado embrionario, antes de ser brutalmente reprimidas por el Estado quien, como de costumbre, hizo uso de los “escuadrones de la muerte”.
Esta revuelta encontró una expresión deformada en el terreno electoral. De esta manera, el candidato de la continuidad de los presidentes sucesivos Uribe y Duque (en el poder hace más de veinte años), fue eliminado desde la primera vuelta. Una fracción de la burguesía y de la pequeña burguesía ha preferido al millonario populista Hernández Suárez, autoproclamado campeón de la “lucha anticorrupción”.
Alcalde de Bogotá en tiempos pasados, Petro se presentaba en nombre de la coalición Pacto Histórico (reagrupando al Partido comunista, a la Unión Patriótica y formaciones burguesas “progresistas”). Multiplicando las declaraciones “contra el neoliberalismo”, prometió una reforma agraria, la eliminación de algunas privatizaciones -en particular en el sector de la salud-, el juicio a responsables de la represión y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela. Sin embargo, frente a los ataques de los sectores más reaccionarios, Petro se comprometió públicamente el 18 de abril a no proceder a “ninguna expropiación” (en partículas de tierras) precisando que en caso de elección su gobierno no afectaría a los “propietarios de sus riquezas y de sus activos”.
Que se hayan expresado votando por Petro o absteniéndose (45% de abstención en la primera vuelta), los trabajadores, campesinos y jóvenes no han renunciado a sus aspiraciones de terminar con el viejo Estado oligárquico, corrupto y subordinado al imperialismo norteamericano. La segunda vuelta tendrá lugar el 19 de junio. Una militante que participó en el movimiento de las asambleas populares nos aporta un resumen, en un documento transmitido a La Tribune des travailleurs, de lo que sería, según ella, un gobierno de ruptura con el viejo régimen:
“Para hacer prevalecer la soberanía de la nación, es necesario oponerse a todos los acuerdos imperialistas, como los del FMI, OCDE, la Banca Mundial y la OTAN. Es necesario decretar el no pago de la deuda externa, exigir el retiro de tropas norteamericanas de nuestro país, nacionalizar los bancos y los recursos naturales, abolir el acuerdo de libre comercio, garantizar la seguridad alimenticia, renacionalizar los servicios públicos privatizados, abrogar las 100 leyes anti-obras de los gobiernos precedentes, restablecer el financiamiento público de las escuelas y la universidad, imponer la reforma agraria, restablecer los derechos y libertades políticas, oponerse a todos los intentos de privatización del sistema jurídico, instaurar un impuesto progresivo sobre la renta, garantizar las subvenciones y el crédito barato para los pequeños y medianos campesinos, etc. Para ello, será necesario contar con nuestras propias fuerzas para abolir el régimen dictatorial e imperialista. Entonces, tendremos un mejor gobierno”.
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Jean Alain