En el menú del G7 como en el de la OTAN: la guerra.

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Los principales “amos del mundo”, jefes de Estado de los siete países imperialistas más poderosos (1) flanqueados por la Unión Europea, se reunieron en su cumbre del G7 en Alemania.

El presidente Biden expuso las necesidades de los capitalistas de los Estados Unidos. A los otros se les invitaba a alinearse detrás de él.

El G7 fue pues la ocasión para decretar nuevas sanciones contra Rusia -que, como las anteriores, golpearán a la población antes que a los oligarcas- y medidas cuyo objetivo es extender los intereses americanos contra China, que es el objetivo privilegiado de Wall Street.

El G7, como la Unión Europea antes, fue invitado por Biden a “permanecer unidos” con la OTAN, brazo armado del imperialismo americano, que reúne su cumbre esta semana en Madrid.

En el menú de la cumbre de la OTAN: la guerra. En particular, habrá que hacer retroceder al sultán de Turquía, Erdogan, quien expresa sus reticencias a la adhesión de Suecia y Finlandia (2). También habrá que exigir a todos los países de la OTAN nuevos aumentos en sus gastos militares con el fin de asegurar a la industria del armamento ganancias fenomenales. Es necesario, en fin, para Biden, proseguir la guerra contra Rusia, guerra que prepara, para mañana, la guerra contra China.

Incluso al interior de la burguesía hay voces que se inquietan por esta marcha a la guerra mundial. El exdiputado de los Republicanos, Pierre Lellouche, escribe en Le Monde: “Lo que era en un principio un conflicto local limitado a Ucrania, se ha vuelto una guerra por procuración, no declarada, entre la OTAN y Rusia”. (23 de junio).

Todo intento tímido de evocar una solución negociada es inmediatamente tirado al cesto de la basura por Biden y sus aliados más cercanos. Supimos así que en margen del G7 el Primer ministro británico Boris Johnson advirtió a Macron “contra todo intento” de avanzar hacia una solución negociada “por ahora” entre Ucrania Y Rusia. Macron hubiera querido darse ese gusto para calmar la crisis política en Francia, pero Johnson, obediente con Biden, lo puso en orden.

Desde entonces, son necesarias nuevas provocaciones para empujar a Putin y a los oligarcas hacia sus últimas trincheras. Decretado por el gobierno lituano, el bloqueo del enclave ruso de Kaliningrad (arrinconado entre el Mar Báltico, Lituania y Polonia) es una verdadera declaración de guerra que no pronuncia su nombre, a miles de kilómetros de Ucrania. Putin respondió que proporcionaría a la Bielorrusia vecina misiles capaces de transportar cargas nucleares.

Cuatro meses después de iniciada la guerra, las cifras dadas a conocer por la ONU (probablemente subestimadas) arrojan 10,000 víctimas civiles -muertos o heridos- en Ucrania, de 10,000 soldados ucranianos y de 15,000 a 20,000 soldados rusos caídos.

Los trabajadores y los pueblos no quieren la guerra y su cortejo de destrucciones. Ni en Ucrania, ni en África o Palestina, Afganistán o Yemen. Y es que esas guerras son conducidas exclusivamente “para servir a los intereses de los más ricos” como lo declaró el militante ruso Mikhaïl Lovanob frente a sus jueces.

Para que avance la causa de la paz entre los pueblos, es urgente que los dirigentes de los partidos y de las organizaciones que hablan en nombre de los trabajadores rompan con los gobiernos fabricantes de guerras y con la OTAN.

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Dominique Ferré

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(1) Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Canadá, Francia, Italia y Japón.

(2) Con el pretexto de que estos Estados no cazan a los militantes kurdos en sus territorios de manera suficientemente aceptable.

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