Dominique Ferré
Artículo Extraído de Tribuna de los Trabajadores 270 diciembre de 2020

A casi un año del inicio de la pandemia de Covid-19, nuevas inquietudes se acumulan. Se anuncia en Rusia que “47,000 muertes suplementarias sin explicación se dieron en el mes de octubre, o sea 30% más que en el mismo mes del año precedente.” (The Moscu times del 11 de diciembre), mientras que Brasil registra “un récord cotidiano de contaminación” (Reuters, 17 de diciembre). En África del Sur, la “segunda ola” golpea “sobre todo a los pacientes más jóvenes” (AFP del 19 de diciembre). Los gobiernos multiplican los anuncios, como: prohibición de reuniones de más de cuatro personas en Corea; cierre de escuelas en Mali; confinamiento de dos semanas en Cisjordania… En Europa, Austria, Italia, Alemania y Polonia vuelven al confinamiento…pero es de Gran Bretaña de donde provienen las noticias más inquietantes: volviendo al confinamiento en Londres, el Primer Ministro ha informado de “una nueva variante del coronavirus que puede propagarse más rápidamente” (AFR, 19 de diciembre). Casos de contaminación de esta nueva cepa han sido detectadas ya en Dinamarca, en Holanda e incluso hasta en Australia. Los científicos sudafricanos afirman también haber identificado una cepa mutante “que ataca mejor a las células humanas”. (Ouest.France, 21 de diciembre).
Responsables y culpables: todos los gobiernos capitalistas
Que se trate de la primera o de la tercera ola, de la primera o de la nueva cepa, hay que constatar la incapacidad de todos los gobiernos capitalistas para proteger a la población de la pandemia. Desde hace un año, todos los gobiernos (comenzando por los de las grandes potencias de América del Norte, de Europa y de Japón) invirtieron miles de millones de dólares o de euros para el rescate de las grandes empresas capitalistas, para sus accionarios y para sus bancos. Mientras eso pasaba, los hospitales y la investigación pública continúan siendo estranguladas. En Japón, la Asociación de Médicos de Tokio lanza este grito de alarma: “Los servicios médicos han agotado todos los recursos disponibles” (17 de diciembre). En Francia -donde el gobierno ha otorgado 560,000 millones de euros a los patrones y a los banqueros- el flujo de enfermos con coronavirus en los hospitales ha llevado a la desprogramación, desde el mes de marzo, de 2 millones de actos médicos, según la Federación hospitalaria francesa, quien indica: “Numerosos cánceres tardaron en ser diagnosticados” ¿Cuántos enfermos, decenas de miles, lo pagarán con su vida? Y no hablemos de las medidas tomadas por los gobiernos quienes, en nombre de la lucha contra la pandemia, han agravado considerablemente su expansión. En India, según lo reporta el New York Times, “El confinamiento decretado por el Primer Ministro Modi ha forzado a los trabajadores migrantes a huir de las grandes ciudades. Para llevarlos a su lugar de origen, el gobierno ofreció trenes especiales, propagando el virus a través del país.” (15 de diciembre). Entonces, en el mundo entero, los trabajadores (empezando por quienes trabajan en el hospital) multiplican huelgas y acciones de clase para exigir ser protegidos. Podríamos citar numerosos ejemplos, como el de la huelga del 7 de diciembre de 20,000 enfermeras en los hospitales de Kenia, que exigían una cobertura médica y “el pago de indemnizaciones a sus familiares en caso de fallecimiento”.
La pandemia expone a la luz del día la barbarie capitalista.
El banco mundial, institución que ahorca a los pueblos, pretende en un informe que “La pandemia que impera desde hace un año ha golpeado directamente a las poblaciones ya pobres y vulnerables, amenazando de incorporar a la pobreza a millones de individuos suplementarios” (14 de diciembre). En realidad, no es ni la pandemia ni el virus por ellos solos los responsables de la catástrofe, sino el sistema capitalista fundado en la propiedad privada de los medios de producción. Un sistema que sacrifica todo por la realización de la ganancia por un puñado de explotadores, cualesquiera que sean las consecuencias funestas para la salud y la vida de cientos de millones de explotados. La pandemia no ha hecho otra cosa que acentuar toda la barbarie del sistema capitalista. Así, como lo reporta el New York Times del 20 de diciembre, la multinacional Top Glove, “el más grande fabricante mundial de guantes de protección, realizó beneficios récord a todo lo largo de la pandemia, mientras que sus miles de asalariados mal pagados, en sus fábricas de Malasia, eran devastados por la pandemia”. En Zimbabue, el confinamiento sin ninguna medida de acompañamiento, y el cierre de las escuelas han forzado “a los niños a las peores formas de trabajo, en particular la explotación sexual, la explotación minera y la producción de tabaco”, indica la Oficina de los Asuntos Internacionales del Trabajo en los Estados Unidos.
Las vacunas, objeto de todos los deseos.
Muchos laboratorios anuncian la puesta en circulación de sus vacunas. Pero en la sociedad capitalista, la vacuna no es un progreso puesto gratuitamente a disposición de la sociedad. Es una mercancía que, como toda mercancía, es producida por la explotación de los asalariados para ser vendida y proporcionar ganancias. En esta sociedad, señala el Washington Post, “los ricos obtendrán un mejor acceso a la vacuna (…) Con la vacuna, veremos otra vez cómo nuestro sistema de salud basado en el mercado nos mata literalmente.” (18 de diciembre). Pasa lo mismo en lo que concierne al tratamiento relativamente eficaz producido por el laboratorio Regeneron (del cual el mismo Trump se ha beneficiado). Para tener acceso, según el New York Times, un paciente debería desembolsar no menos de 30,000 dólares, a condición de tener un buen seguro de salud… Recordemos que 27 millones de estadounidenses no tienen ninguno.
Esta desigualdad en el acceso a la vacuna es real también entre los países. “Según un reporte de la ONG Oxfam y de otras organizaciones, continúa el artículo de Washington Post, los países ricos, que solo representan el 14% de la población mundial, han utilizado sus recursos y su influencia para captar el 96% de las vacunas del laboratorio Pfizer y el 100% de los de Moderna. Resultado: miles de millones de habitantes de los países pobres no se beneficiarán de la vacuna durante muchos años.” Pero a los laboratorios privados les importa poco: el último 11 de noviembre, el simple anuncio de la viabilidad de su vacuna permitió a los laboratorios estadounidenses Pfizer el vender por 5.60 millones de dólares sus acciones en una sola jornada. El parasitismo de la economía capitalista se acompaña de su conversión en “mafia”. De esta manera el Interpol advierte: “Con el enrutamiento de las vacunas, la criminalidad va a aumentar de manera dramática (…) vamos a tener robos, asaltos a bodegas y ataques al transporte de vacunas” (21 de diciembre).
¿Qué gobierno implementará un necesario plan de urgencia?
Hace un año que, en las columnas de la Tribuna delos Trabajadores, con nuestros corresponsales en el mundo entero, señalamos la responsabilidad del sistema capitalista y de todos los gobiernos a su servicio en la devastación de la pandemia, que costo ya la vida de 1.7 millones de personas. Hace casi un año que señalábamos la necesidad de un plan de medidas de urgencia: Nacionalización sin indemnización ni compra de la industria farmacéutica, requisición de los miles de millones ofrecidos a los bancos y a los patrones para afectarlos a los hospitales, a la investigación pública, a los test masivos y gratuitos a la población, a la búsqueda de una vacuna exclusivamente bajo el control de comisiones científicas liberadas de la ley de la ganancia. Los últimos desarrollos de la pandemia lo que han hecho es confirmar la necesidad para los trabajadores de imponer tales medidas, a través de gobiernos al servicio de los trabajadores y de la mayoría, que lo harán posible.